Monday, January 30, 2012

El número 15 de Usher Island

Antes de ir, Dublín es Joyce como Praga es Kafka. Ciudades literarias o absorbidas por la literatura, ciudades que no existen quizá más que en los sueños neblinosos de un libro recordado vagamente. Joyce se ha adueñado de un escenario de literatura excesiva, excedente, rebosante: Beckett resulta más bien francés; Yeats, Shaw y Wilde, ingleses; Jonathan Swift, satírico universal, y de Bram Stoker sólo quedan los colmillos sangrientos de su famoso personaje. Los dos escritores autóctonos más puramente dublineses, Sean O’Casey y James Clarence Mangan, no tienen en cambio la misma proyección internacional. Por último está el caso singular de Flann O’Brian, que nació en Strabane, condado de Tyrone, pero murió en la capital irlandesa después de beberse media nación a tragos largos, casi sin respirar.

El número 15 de Usher Island, en Jot Down

Saturday, January 28, 2012

The Last Good Day of the Year

Gran canción de Cousteau. Vídeo según gustos: chica con morritos presumiendo de piernas y melena.

Sunday, January 15, 2012

Los pequeños placeres

La frase es demasiado fácil, de típico periodista vago y tontorrón, pero está tan puesta a huevo que resulta dificil resistirse. La diré: es un gran placer leer Los pequeños placeres. Se trata del segundo libro de relatos de Miguel Sanfeliu, el que fuera "escritor casi inédito" y que ya no lo va a ser nunca más (seguirá publicando sin parar).
Sigue este libro la misma línea del primero: un estilo claro, exacto y conciso; unas historias que enganchan, que te obligan a pasar la página con curiosidad; un ambiente realista, cotidiano, de personajes comunes, pero siempre con algo -un rasgo, un detalle, un suceso- que lo trastoca todo y sirve de catalizador del suspense. En general, al leer a Sanfeliu, siempre me siento (aunque quizás es cosa mía) como metido en una atmósfera kafkiana: un mundo real de tan extraño, extraño de tan real, entre la ficción alucinada y la pesadilla de la rutina. En ocasiones se respira en sus relatos tristeza o desencanto; otras veces, una violencia real que ahoga (al estilo de Caché, la peli de Michael Haneke). Se me hace raro pensar que este hombre tan amable y sosegado pueda llevar dentro un asesino en serie... en su versión literaria, claro.
Me gusta mucho la importancia que tienen los detalles en sus historias; también cómo utiliza la voz de la primera persona, en sus distintas modulaciones, para introducirnos en las características psicológicas del personaje-narrador. Y cómo maneja el suspense en el relato.
Por si alguien no se fía de mi criterio: la Esfinge se lo leyó en dos noches y le gustó mucho. Podéis leer un relato aquí y otro aquí. Y para el resto compraros el libro, que ya está bien.

Friday, January 06, 2012

Estanco

"No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Esto aparte, tengo en mí todos los sueños. [...]
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad. Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morir y no tuviera más hermandad con las cosas que una despedida, convertidos esta casa y este lado de la calle en hilera de vagones de un tren, silbada su salida desde dentro de mi cabeza, y sacudidos mis nervios y chirriantes los huesos en la marcha. Hoy estoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó. Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo al Estanco del otro lado de la calle, como cosa real por fuera, y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fracasé en todo. Como no tenía propósito alguno, todo tal vez fuese nada. Del aprendizaje que me dieron me descolgué por la ventana de las traseras de la casa. Fui hasta el campo con grandes propósitos. Mas allí sólo encontré hierbas y árboles, y gente, cuando la había, igual a la otra. Dejo la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?
¡Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy! ¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa! y tantos hay que piensan ser la misma cosa que no podrán serIo tantos. ¿Genio? En este momento cien mil cerebros se conciben en sueños tan genios como yo, y la historia no marcará, ¿quién sabe?, ni a uno sólo, ni quedará más que estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí. ¡En todos los manicomios hay locos descabalados por tantas certezas! Yo, que de nada estoy cierto, ¿soy más cabal o soy menos cabal?
No, ni en mí... ¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo no habrá a estas horas genios-para-sí-mismos soñando? ¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas -sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas- y quién sabe si realizables, nunca verán la luz del sol real ni hallarán los oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo y no del que sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón. He soñado más que cuanto Napoleón hizo, he estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo, he hecho en secreto filosofías no escritas aún por ningún Kant. Mas soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla, aunque no viva en ella; seré siempre el que no nació para eso; seré siempre tan sólo el que tenía cualidades; seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta y cantó la cantinela del Infinito en un gallinero y oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada. Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente su sol, su lluvia, el viento que me busca el cabello, y lo demás, que venga si es que viene o ha de venir, o que no venga. Esclavos por el corazón de las estrellas, conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama; pero despertamos y es opaco, nos levantamos y es ajeno, salimos de casa y es la tierra entera más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido. [...]".
(Álvaro de Campos / Fernando Pessoa)