Me gustaría haber captado el nombre del redactor para ponerlo aquí con todas sus letras (lo buscaré y lo pondré si lo encuentro). Seguro que es uno de esos egocéntricos que tiene la alerta de Google con su nombre. Hubiese titulado el post “Carta abierta a un perfecto gilipollas”, para que no quedasen resquicios a la interpretación. Por si acaso aclararía en nota al pie que lo de “perfecto” actúa de superlativo más que como adjetivo laudatorio.
El gilipollas en cuestión (esta vez) es un redactor de La Sexta. He visto hace un rato la noticia, en el telediario de la noche, y todavía sigo de mala hostia.
El gilipollas en cuestión (esta vez) es un redactor de La Sexta. He visto hace un rato la noticia, en el telediario de la noche, y todavía sigo de mala hostia.
Quizás es un asunto de línea editorial y es que La Sexta quiere crear un nuevo monstruo patético: el periodista moralista. Este especímen más que contar una noticia lo que quiere es aleccionarnos moralmente, ofrecernos su visión beatífica, pura y elevadísima, desde su púlpito de superioridad moral.
La noticia en cuestión era tan buena que bastaba con relatarla fielmente para que resultase efectiva y hasta efectista (no había que añadir ni quitar nada). Una noticia costumbrista muy peculiar, casi un suceso de vecindario (sólo que esta vez el vecindario era Nueva York, o sea, ese demonio capitalista horrible para el moralismo progre). No había connotaciones políticas, ni ningún famoso envuelto, nada de eso...
Ésta es la noticia. Un niño con el síndrome de Asperger (una forma de autismo) se ha pasado once días metido en el metro de Nueva York porque le habían castigado en el colegio y tenía miedo de volver a su casa. Iba sentado en el vagón hasta la última parada, salía y volvía a entrar en otra línea, etc. Así durante todos esos días. Se alimentaba de chocolatinas y patatas de las máquinas expendedoras y utilizaba los servicios del metro.
La noticia en cuestión era tan buena que bastaba con relatarla fielmente para que resultase efectiva y hasta efectista (no había que añadir ni quitar nada). Una noticia costumbrista muy peculiar, casi un suceso de vecindario (sólo que esta vez el vecindario era Nueva York, o sea, ese demonio capitalista horrible para el moralismo progre). No había connotaciones políticas, ni ningún famoso envuelto, nada de eso...
Ésta es la noticia. Un niño con el síndrome de Asperger (una forma de autismo) se ha pasado once días metido en el metro de Nueva York porque le habían castigado en el colegio y tenía miedo de volver a su casa. Iba sentado en el vagón hasta la última parada, salía y volvía a entrar en otra línea, etc. Así durante todos esos días. Se alimentaba de chocolatinas y patatas de las máquinas expendedoras y utilizaba los servicios del metro.
La historia es tan buena que podría dar para una novela de Delillo o un relato de Carver, por lo menos. Sólo con seguirla un poco, imaginarse las sensaciones del chico ahí abajo, tantas horas, entre la gente...
Pues bien. El gilipollas del redactor de La Sexta se ha dedicado -desde el principio hasta el final de la noticia- a soltarnos un penoso discursito moral sobre “la indiferencia culpable de la sociedad americana” porque ninguno de los pasajeros del metro se había dado cuenta ni había hecho nada. Pero, so imbécil, ¿qué tiene de extraño ver a un chaval de 13 años sentado en el metro con su móvil en la mano? (Físicamente el chico es normal) ¿Tenían que haber captado en su cara el síndrome de Asperger y que se había escapado de casa, etc, etc? Y, aunque así fuera (sobre todo por la noche, se me ocurre, alguien se podría haber interesado por él), ¿quién te crees que eres para hacer de tu juicio moral el centro de la noticia? (destrozando la historia, echándola a perder)
Su última frase, la más patética, sentimentaloide y nauseabunda, era algo así como: “Esperemos que esta noche, en la cena de Acción de Gracias, esta sociedad se pregunte cómo es capaz de mostrar esa indiferencia deshumanizada”, o una basura moralista antiamericana por el estilo. El tonillo de superioridad era tan asqueroso (aunque era una voz en off, se podía ver perfectamente su cara de listillo, su sonrisita) que daban ganas de partirle la cara.
Se mire como se mire, ERES UN GILIPOLLAS. Lo sepas (como dice Malherido).
Pues bien. El gilipollas del redactor de La Sexta se ha dedicado -desde el principio hasta el final de la noticia- a soltarnos un penoso discursito moral sobre “la indiferencia culpable de la sociedad americana” porque ninguno de los pasajeros del metro se había dado cuenta ni había hecho nada. Pero, so imbécil, ¿qué tiene de extraño ver a un chaval de 13 años sentado en el metro con su móvil en la mano? (Físicamente el chico es normal) ¿Tenían que haber captado en su cara el síndrome de Asperger y que se había escapado de casa, etc, etc? Y, aunque así fuera (sobre todo por la noche, se me ocurre, alguien se podría haber interesado por él), ¿quién te crees que eres para hacer de tu juicio moral el centro de la noticia? (destrozando la historia, echándola a perder)
Su última frase, la más patética, sentimentaloide y nauseabunda, era algo así como: “Esperemos que esta noche, en la cena de Acción de Gracias, esta sociedad se pregunte cómo es capaz de mostrar esa indiferencia deshumanizada”, o una basura moralista antiamericana por el estilo. El tonillo de superioridad era tan asqueroso (aunque era una voz en off, se podía ver perfectamente su cara de listillo, su sonrisita) que daban ganas de partirle la cara.
Se mire como se mire, ERES UN GILIPOLLAS. Lo sepas (como dice Malherido).
[PD: Después está el periodismo gonzo-memo estilo España Directo (estilo copiado ya en algunos telediarios), en el que el reportero, que ocupa toda la pantalla, se sitúa estratégicamente entre la masa gritona para decir "no oigo nada, es imposible hablar" o se sube al puerto en mitad de la ventisca para decir "qué frío hace", etc, etc. Cualquier día se meterán la alcachofa por el culo, para ser noticia, para hacer noticias, qué sé yo.]