Wednesday, December 31, 2008
Nochevieja o el eterno retorno de lo mismo
Tuesday, December 30, 2008
Madrid: del río al cielo
A lo largo del siglo XVIII, las reformas urbanas de la zona obligaron a derribar la ermita de San Antonio en dos ocasiones y construirla de nuevo en otro lugar. Así, la iglesia primitiva, de Churriguera, fue sustituida por otra de Sabatini y ésta, a su vez, por una tercera que ya sería la definitiva.El último traslado de la iglesia se originó a causa de las obras del nuevo palacio de La Florida, una gran finca (hoy desaparecida), que daba nombre a la capilla y que había sido adquirida por Carlos IV. Por orden del rey, de 1792 a 1798 el arquitecto Felipe Fontana construyó la nueva ermita, y Francisco de Goya la decoró con magníficos frescos.Para garantizar la conservación de sus pinturas, el edificio fue declarado Monumento Nacional en 1905 y más tarde, en 1928, se construyó a su lado una iglesia idéntica, para trasladar el culto y reservar la original como museo. Para entonces, esta capilla era además panteón conmemorativo del artista, pues en 1919 se habían trasladado aquí sus restos, traídos desde Burdeos, donde había muerto en 1828.
Saturday, December 27, 2008
Villancicos yonquis
Definitivamente es mucho mejor escucharla que verla: You know I´m no good, Love is a losing game, Tears dry on their own, Back to Black. Y aquí haciendo de las suyas con el amigo Doherty, otro que tal baila.
Thursday, December 25, 2008
La Nochebuena según Stifter
A la fiesta de la iglesia va unida una fiesta hogareña. En casi todos los países cristianos se ha extendido la costumbre de mostrar a los niños la llegada del niñito Jesús, como algo alegre, brillante y solemne, que sigue manteniendo su influencia toda la vida y que a veces, aun entrado en años, recordando momentos sombríos, melancólicos o conmovedores es como una mirada hacia el tiempo pasado que vuela con alas brillantes y llenas de calor por el desolado, triste y vacío cielo nocturno. Se acostumbra a darles a los niños los regalos que les ha traído el Santo Niño para causarles alegría. Esto suele hacerse en Nochebuena, cuando ha comenzado el profundo crepúsculo y se encienden luces, la mayoría de las veces muchas, velitas que a menudo se balancean reposando sobre las hermosas ramas verdes de un pequeño abeto o pino colocado en el centro de la sala. A los niños no se les deja entrar hasta que se da la señal de que el Niño Dios ya ha estado allí y ha dejado los regalos que traía consigo. En ese momento se abre la puerta, se les permite entrar a los pequeños y ven el maravilloso resplandor brillante de las luces, ven las cosas que cuelgan del árbol o extendidas en la mesa y que sobrepasan con mucho todo lo que hubieran podido imaginar, no se atreven a tocarlas, y cuando por fin las han recibido las llevan en sus bracitos toda la noche y las meten consigo en la cama. Cuando después, entre sueños, oyen las campanadas de medianoche con las que se llama a los mayores a orar en la iglesia, entonces podría parecerles que los angelitos atraviesan en ese momento el cielo o que Cristo vuelve a casa, después de haber visitado y llevado un magnífico presente a cada niño".
Friday, December 19, 2008
La calavera de André Tchaikowsky
Terminada la guerra (su madre fue asesinada en el campo de exterminio de Treblinka), André reemprendió las clases de piano, primero en el Colegio Estatal de Lodz y después en el Conservatorio de París, donde enseguida empezó a asombrar a los profesores y a dar muestras de su talento. Lo demás se resume rápido: primeras composiciones, primeros conciertos, primeras grabaciones, primeras giras. André se convierte en un virtuoso del piano y recorre el mundo interpretando, entre otros, a su admirado Chopin.
Monday, December 15, 2008
Wednesday, December 10, 2008
El andén vacío
La estación tuvo, por fin, todas sus cuencas vacías. Tras la estación se apretaba la ciudad. Con el último tren, el silencio. [...]
Miguel llegó hasta el final del andén. Enfrente, una vía muerta con vagones desvencijados, que daban terror. Pensó en los vagabundos tópicos; en los que las noches de frío tienen que dormir en los vagones abandonados, en los pajares de las afueras de los pueblos, sintiendo colarse el aire por las junturas abiertas como llagas, por los agujeros, y luego, por los rotos del traje. Miguel dio la vuelta.
Al pasar junto a los soldados notó que uno tenía el sueño inquieto y que el otro roncaba tenuemente. Se distrajo, adivinando a dónde irían, en qué tierra les estaban esperando. Miguel alzó el cuello de su gabardina. Le hubiera gustado que le tapara la cabeza. De niño, en la cama, cuando llovía, se arrebujaba en las mantas y sentía la sensación de que un cuello muy alto le preservaba del viento, del agua y del frío. A Miguel le gustaba estar en la calle de noche, cercano a un farol, para ver llover, aplastado en el umbral de un portal e imaginar que siendo un insecto podía encontrar calor y refugio dentro del farol. Arriba y abajo; abajo y arriba".
Friday, December 05, 2008
El señor Tavares
Este tío es mi ídolo. En serio. (Os lo recomiendo, que conste).
Tuesday, December 02, 2008
Un hombre que duerme
Los veraneantes se han ido. Las casas de campo están cerradas. Cuando atraviesas el pueblo, algún perro ladra a tu paso. Carteles amarillos en jirones, sobre la plaza de la iglesia, al lado del palacio municipal, del correo, del lavadero, anuncian todavía subastas, bailes, fiestas que ya pasaron.
Todavía paseas a veces. Recorres los mismos caminos. Atraviesas campos cultivados que dejan espesas suelas de barro en tus botas. Te hundes en los lodazales de los senderos. El cielo está gris. Capas de bruma ocultan el paisaje. De algunas chimeneas sale humo. Tienes frío a pesar del chaquetón forrado, las botas, los guantes; intentas torpemente encender un cigarrillo."
Sunday, November 30, 2008
Interrogaciones pineanas
Saturday, November 29, 2008
La ópera
Friday, November 28, 2008
Monday, November 24, 2008
La epidemia
Friday, November 21, 2008
El Tío Vivo
Thursday, November 20, 2008
La vergüenza
Sunday, November 16, 2008
El aleph de Zukowski
Thursday, November 13, 2008
Mi poeta preferida
Empecemos confesando los pecados: Ave María Purísima, sin pecado concebida, me confieso, padre, de que hace mucho tiempo que no leo poesía. No sé qué me pasa que no puedo. La poesía me ruboriza, me estomaga, me nerviosea. A lo mejor hasta me produce urticaria, doctor. Creo que sólo puedo con los haikus, y a pequeños sorbitos. Cojo un libro de poesía, cualquiera, y empiezo a sentir cómo gotea almíbar por las hojas, cómo resbala la miel por el lomo, y se me pringan los dedos. Empiezo a leer un verso y me imagino al poeta en trance, recitando con los ojos en blanco, y me da así como repelús, o risa, o miedo. Creo en otra poesía: disfruto de la poesía del cine, la poesía de un paisaje, la poesía de unas fotos, la poesía de un libro en prosa… Pero la poesía-poesía no puedo con ella. Qué le voy a hacer. En fin, ya se me pasará.
Pero no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que leía poesía, bastante poesía. Mi Biblia era Poeta en Nueva York y mi ídolo incuestionable era Vicente Aleixandre. Digo sólo que la leía porque lo que escribía entonces (con 15 o 16 años) no puede asimilarse al nombre de poesía; era más bien una serie de alaridos cursis y enamoradizos, de autoelegías ridículas, pseudoexistencialistas, en definitiva, una cosa mala mala, penosísima, que, con muy buen criterio, quemé en una noche de soledad en casa, con gran aparato ceremonial, simbólico e inmolatorio. Bueno, al grano, que me disperso…
Cuando pasó lo que quiero contar yo acababa de cumplir 18 años. O sea, que ya podía votar y conducir y seguir bebiendo (si bien ahora legalmente). Estaba una tarde de sábado paseando por la Feria del Libro del Retiro. Pasé por una caseta y la vi detrás del mostrador. Tenía los ojos grandes (pero parecían pequeños) y muy oscuros y una frondosa melena ondulada. Jugaba con los dedos y los rizos. Me pareció atractiva. En un cartelito estaba su nombre, de hondas resonancias ovinas. Había hojeado su libro —Premio Adonáis 1994— en una librería (seguramente Visor, por donde iba a menudo) y me había gustado. Me armé de valor y, venciendo mi timidez, decidí acercarme a comprarlo. No había ningún otro lector.
No creo que dijese nada especial, como mucho Hola, qué tal. La poeta (que estaba a punto de cumplir 24) me sonrió y se dispuso a firmarme el libro. Se tiró un buen rato garabateando. Yo pensaba: qué hace, qué estará poniendo ahí tanto tiempo, a lo mejor también ha sentido el flechazo y se me está declarando por escrito... La verdad es que pasé un mal rato, allí esperando, sin saber qué cara poner. Por fin terminó, me lo dio, le dije muchas gracias, compartimos una mueca de sonrisa, le pagué al dependiente y me fui rápidamente. No, las Musas no me sirvieron ninguna frase memorable en bandeja. Ni dos besos líricos enrojecieron mis mejillas.
Unos metros más allá, ya tranquilo, a salvo de esa mirada de agujero negro que absorbía la materia, abrí el libro y leí la dedicatoria: eran unas letras floridas, con un niño sonriente dibujado en la O con que termina mi nombre, y unas cuantas hojas otoñales cayendo por la página. Lo había firmado como Ana y a continuación había hecho el dibujo de una oveja. Una ovejita supuestamente no churra, muy simpática y lanosa. La miro ahora y sigue sonriendo.
Recuerdo que leí aquellos poemas con gran placer y emoción. Me gustaron mucho. Y los leí una y otra vez, hasta desgastar las páginas. Preparativos para un viaje se llamaba aquel libro, y estaba muy en la línea de mi admirado Aleixandre (o eso me pareció a mí). Me gustaba su música de columpio o mecedora, la conexión inaudita de imágenes reveladoras ("abotona el cansancio y olvida que la sed se hace con miga de pan"), sus greguerías ("suspiro en una estación haciendo punto con las agujas del reloj", "sólo quiero sujetar el invierno como cualquier árbol sin hojas") y, sobre todo, su sobriedad. [Por cierto: no sé si pasaría con más ejemplares de esa edición, pero el mío después de la página 16 vuelve a empezar con la portada (o sea, que se repiten otra vez las 16 primeras páginas). Sería curioso volver a ver a la poeta, tantos años después, y que me firmase otra dedicatoria en el segundo comienzo del libro.]
Desde entonces he ido comprando todos sus libros (ya van cinco), y me siguen gustando. Ahora ya no leo ni compro poesía, pero si me entero de que sale un nuevo libro de Ana Merino salgo corriendo a comprarlo. Más que nada por seguir la tradición, por ser fiel con mi pasado (y, ahora que nadie nos oye, también por disfrutar un rato).
Os dejo con mi poema preferido de mi libro preferido de mi poeta preferida:
Carta de un náufrago
Con el consentimiento de la nieve / caminaré despacio. / Alguien habrá que espere junto al fuego / y yo, que estaré ciega por el frío, / haré paradas breves, / sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo. / El único secreto es no sentirse / inmensamente lleno de verdades. / No aceptar nunca las invitaciones / que la neblina / sugiere al anidar con sus disfraces / de paisaje feliz, de grandes sueños. / Alguien habrá que diga, se ha perdido, / alguien saldrá a buscarme, / y llevará el calor de una botella / donde podré mandarte este mensaje.
(Ana Merino, Los días gemelos)
Tuesday, November 11, 2008
Cuatro veces fuego, de Lara Moreno
Estoy en Tres Rosas Amarillas, la famosa librería del cuento. Curioseo un rato para disimular y, como no lo encuentro en las estanterías, pido el libro de Lara. El librero se levanta y se acerca al escaparate. Me da justo el libro del columpio. Dice que no les queda otro ejemplar, y yo me siento culpable por haber deshecho la magia del columpio, de las hojas, del otoño. El arte del escaparatismo. Se lo digo. Dice que no me preocupe, que pedirán más y que pondrán otro ejemplar allí.
Abro el libro por la calle, veo el título del primer relato y todo son recuerdos: una cueva, una voz, un descubrimiento. Apenas nos conocíamos entonces y a todos nos unía el frío. Desde aquella noche para mí Lara es, por encima de todo, una voz. Una voz y un misterio. Una voz hipnotizadora y un misterio aún indescifrable (al menos para mí).
Ahora mismo (00.00 horas) leo tumbado en la cama. Sólo se oye, de fondo, la televisión encendida en otro cuarto. Pero mientras leo oigo la voz de Lara leyéndome sus textos. Su voz me acompaña en la lectura. Es una voz susurrante, parsimoniosa, con algo de seductora decadencia. Una voz que sólo frena su melodía anestesiante para, de vez en cuando, tragar el humo del cigarro.
Vuelvo a leer “Amarillo” (que para mí será siempre “Las cajas amarillas”), un relato genial que no me canso de leer. En aquellos días, hace poco más de un año, la pesadilla de Jacobo, Víctor y Sofía me inspiró una lectura que ahora rescato del archivo del email. No me gusta nada el tonillo academicista que me salió, pero en fin, os lo copio:
"Las cajas amarillas" es un relato maravilloso —exacto y sabio en su lenguaje, misterioso e inagotable en su capacidad de evocación— que transmite todos los intríngulis del miedo. El miedo infantil, que es el más puro y verdadero, es también el más oscuro y paradójico. Por un lado, el miedo infantil nos retrotrae a las entrañas más primitivas, inocentes y salvajes del ser humano: es como si esa mirada "inocente" desvelase todas las instancias lúgubres que subyacen al mundo desde el origen de los tiempos. Algo que los adultos ya no pueden ver. Ya no quieren ver.
Además, suelen ser los propios niños que tienen miedo los que lo dan (por eso hay tantas películas de miedo protagonizadas por niños); es decir, que los niños producen y segregan miedo a la vez. Nos asustan al asustarse. La infancia es, entre otras muchas cosas, un mundo lleno de inseguridades, de abismos, de precipicios insondables.
Lo que los niños creen ver en la realidad se solapa con lo que los demás vemos en ellos: esa maldad inconsciente, ese "todo vale" de la ignorancia, de un espíritu no contaminado por la capa más convencional —normativa, hipócrita, moral— del mundo.
Es lo que pasa con Jacobo y Víctor, creo yo. Ellos tienen miedo a la vida, a ese ruido constante de ratas que pululan por la casa de noche, pero sobre todo nos dan miedo porque sólo ellos parecen percibir esa realidad paralela, escondida. Y además sospechamos que son coleccionistas de cadáveres y asesinos en potencia. Jacobo es el inspirador del miedo, el fuerte, el posible líder loco o superhombre, curtido en los rigores de una vida en soledad (o, lo que es lo mismo, de nula convivencia con una madre loca, cuya sombra pasea entre las cortinas como la de "Psicosis" de Hitchcock), y a Víctor le queda el papel de subalterno, de espectador y narrador de las cosas. Víctor es tan débil que sabe que nunca tendrá la valentía de llevar adelante sus tendencias y deseos más íntimos: la violencia. Si uno lidera sin pretensiones (sólo con su actitud, como ejemplo que se muestra), el otro se deja llevar inconscientemente por el espectáculo morboso. Es el cómplice silencioso. Y la pobre Sofía es la presumible víctima. Todo apunta a que antes o después será asesinada, y su calavera irá a parar a una caja amarilla en el trastero.
Todo está contenido en esta frase genial, poderosa, que estremece por su crudeza: "En realidad, yo sólo quiero apretar su cuerpo flaco y hacerla llorar, pero sé que nunca lo haré. Jacobo sí se atrevería, pero a él sólo le interesan los cráneos de roedores".
No sé si era una lectura acertada o no, aunque sospecho que tiene bastante de tontería. Seguramente ahora sería diferente, pero desde luego no sería menos elogiosa.
Es un placer leer este libro (os lo recomiendo). Me alegro de que me queden muchos relatos por delante, más allá de mi admirado “Amarillo”: "La lata de atún está entre mis manos como un bicho muerto e inofensivo que yo trago lentamente, masticando las hebras del pescado y notando el aceite resbalar por mi barbilla"...
Saturday, November 08, 2008
Hogar, dulce hogar
Sunday, November 02, 2008
Correr, correr, correr
Thursday, October 30, 2008
Alejandro Rossi: Manual del distraído
Llega uno a la librería, se pone a mirar libros, los saca, los mete, lee las primeras líneas, el texto de contracubierta, abre a voleo una página de en medio o del final… Lo de siempre. La mayoría se quedan donde estaban. A veces algo llama la atención, gusta, interesa, y antes de irse a casa hay que volver atrás sobre nuestros pasos, hacer una comparativa y someterlo a crítica: la decisión. En este caso no hizo falta.
No sé por qué nunca me había cruzado con el nombre de este señor ni con el título de este libro, pero desde el momento en que lo tuve entre las manos supe que estaba ante otra cosa. Aquello no era un libro de quemar después de leer o, peor aún, de abandonar a mitad de la lectura. No. Aquello era un objeto que podía acompañarle a uno toda la vida. Nadie sabe cómo será el viaje, si surgirán discusiones y desavenencias por el camino; lo único que sabemos es que lo tendremos a nuestro lado, a distancia segura, a tiro de teléfono, como a los buenos compañeros del colegio.
Vas en el autobús leyéndolo. Lo flipas. No das crédito. Increíble. “Creo que esto es lo que llevaba buscando toda mi vida”. Escribe no sólo lo que quieres leer y lo que te gustaría escribir, sino que, en cierto modo, ahí estás tú. Está la voz que dice tus palabras, la mirada que observa a través de tus ojos, pero también –digámoslo así– una especie de amigo, o, mejor aún, un otro yo. Así, al menos, lo sientes: como un tú de otra época (en concreto los textos del Manual fueron escritos antes de nacer yo), de otro país, con una vida muy lejana pero íntimamente cercana. O algo similar.
Llego a casa y sigo leyendo sin parar. Cada página, cada frase, cada idea, es una nueva constatación de que ahí estás tú. El tono, el estilo (ya me gustaría a mí, ya), las lecturas, los gustos, las influencias, la formación filosófica, la vocación literaria, algunas reflexiones que ya se me pasaron por la cabeza… Todos los autores que menciona, aunque sea de pasada, han sido decisivos para mí en algún momento. Curiosamente (de padre italiano y madre venezolana, Alejandro Rossi nació en Florencia, pero ha vivido casi toda su vida en México) predominan los autores españoles, incluso muchos de esos que han sido tachados de castizos. Habla mucho de Ortega y de José Gaos, que fue su maestro en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde después ha estado el propio Rossi de profesor (imagino que ya se habrá jubilado).
Sí: antes de nacer hubo alguien que ya me escribió. Se llama Alejandro Rossi y aún vive. Llevo varios días inmerso en sus obras (las que he podido conseguir, otras parecen inencontrables; aunque no tiene muchas). Sigo sintiéndome extraño cuando lo leo. Disfruto más que nunca, pero siento que ya no tengo nada más que decir.
Tuesday, October 28, 2008
Pla según Luján
Wednesday, October 22, 2008
El hombre y el candil
"Madrid es un pueblo extraño, al que nosotros estamos acostumbrados; pueblo de contrastes, a más de seiscientos metros sobre el nivel del mar, situado en una planicie alta, más bien árida que fértil. No hay otra capital europea que esté colocada a esa altura.
Modernamente, Madrid se ha desquiciado."
(Pío Baroja, "Reportajes", Desde la última vuelta del camino)
Friday, October 17, 2008
Tuesday, October 14, 2008
Robert Walser en el parque
Monday, October 13, 2008
Blog de notas
Friday, October 10, 2008
Calle de dirección única
Tuesday, October 07, 2008
Notas de viaje
***
Sábado, ocho y media de la tarde. Empieza a anochecer y hace frío. De vuelta del castillo, pasamos junto a la puerta de la Fundación Antonio Saura, ese pintor de monigotes. Decidimos entrar para asistir a un concierto de saxofón y clarinete, tal y como se anunciaba en el panfleto de eventos. Entrada libre. Nos dan dos tickets, no preguntamos. La sala está a mitad del aforo. Se apagan las luces. De repente aparece en el escenario un señor con un maletín lleno de letras (la A, la B, la C, etc), empieza a hacer ruiditos y tonterías y canta algunas canciones. Pues va a ser que no hay concierto. Esperamos -prudentemente- cinco minutos, por si aquello es sólo un preámbulo culturalista. Pero no: el espectáculo es aquello. Pensamos que lo mejor será escaparnos cuanto antes, por razones de salud mental, pero nos da vergüenza que nos vean. Por suerte estamos al final de la sala, que está totalmente a oscuras, y cerca están los organizadores. Le preguntamos a uno que por dónde podemos salir. Dice que no se puede, o sea, que somos rehenes secuestrados condenados al tedio eterno de la Cultura. "¿Y cuánto dura... esto?" "Cincuenta minutos". Sí, hombre, qué cachondo, con lo valiosa que es mi vida... A los cinco segundos ya nos están abriendo la puerta de la Fundación y salimos al crepúsculo. Enfilamos la Bajada a las Angustias. Se escuchan nuestros pasos en la piedra. Las luces de las farolas parecen ánimas del purgatorio.
Friday, October 03, 2008
Imágenes de Épinal
Sunday, September 28, 2008
¡Mala suerte, Lonigen! Eso le pasa por querer farolear...
Siempre me parecieron los diez segundos más reales de la historia del cine. Lo que allí está no es un actor interpretando, sino el mismo Henry Gondorff jugándosela al mafioso Doyle Lonnegan (ese Lorenzo Sanz del Chicago de los años 30). ¡Cuántas veces habré visto la partida de póker de El golpe! Teníamos la película grabada y la vimos miles de veces. Recuerdo que alguna vez de pequeño tuve un extraño (léase absurdo) pensamiento ante esa escena: era tan real que Paul Newman parecía español. Un extranjero no podía reírse así, tan de verdad.
Friday, September 26, 2008
A day in the life
I read the news today oh, boy / About a lucky man who made the grade / And though the news was rather sad / Well, i just had to laugh / I saw the photograph / He blew his mind out in a car / He didn't notice that the lights had changed / A crowd of people stood and stared / They'd seen his face before / Nobody was really sure if he was from the house of lords / I saw a film today oh, boy / The english army had just won the war / A crowd of people turned away / But i just had to look / Having read the book / I love to turn you on. / Woke up, got out of bed / Dragged a comb across my head / Found my way downstairs and drank a cup / And looking up, i noticed i was late / Found my coat and grabbed my hat / Made the bus in seconds flat / Found my way upstairs and had a smoke / Somebody spoke and i went into a dream / Ah / I read the news today oh, boy / Four thousand holes in blackburn, lancashire / And though the holes were rather small / They had to count them all / Now they know how many holes it takes to fill the albert hall / I'd love to turn you on.
Tuesday, September 23, 2008
Notas de viaje
De vuelta en el tren. La lluvia en la ventana se desplaza horizontalmente. Rige otra ley gravitatoria, no newtoniana. Las gotas parecen espermatozoides, diminutos renacuajos persiguiéndose a nado por un cauce predeterminado. Cabezas corriendo unas detrás de otras. A veces se alcanzan y se funden y doblan su tamaño. Miles de líneas horizontales, móviles. La ventana a rayas, como la tele pero sin chiribitas.
La irresistible fuerza que te obliga a mirar los ojos de un bizco. En el asiento de enfrente va una bizca. Cuando mira al televisor parece que se le van a salir las órbitas o que está pensando en el océano inmenso y lo tiene ahí metido en el entrecejo. Cuando está dormida parece una máscara africana. Dibujo sus ojos en el cuaderno, para liberarme.
Monday, September 22, 2008
Wednesday, September 17, 2008
Aporías literarias
1) El mito. Quizás esta lógica que me empuja contra la mitificación literaria (generalmente de origen "extraliterario") no sea sino una reducción al absurdo y conduzca, inevitablemente, a una contradicción. Sin mitología, ¿quedaría algo de la literatura? Sin hacer literatura de la literatura, ¿qué queda de ésta? Espero que todo, la verdad. O al menos mucho. O algo.
2) La pedantería. ¿Todos los escritores son pedantes? No lo creo. En un momento dado, cualquiera comete una pedantería (como se te pueden escapar clichés o tonterías), pero hay un tono general, una forma de ser escritor, una postura. (Paralelamente, tampoco creo que toda crítica o valoración sea síntoma de soberbia). ¿Dónde están los límites de lo no molesto? Es difícil establecer unas categorías fijas. Depende del estado de ánimo en que te pille. Eso sí, somos tramposos: a unos les permitimos más que a otros. En principio, el mejor antídoto es la naturalidad. ¿La naturalidad por escrito? Complicado, ya lo sé, pero se intenta.
3) La ficción. Si no me gusta la ficción (no me engancha, me cansa, me aburre), ¿qué puedo hacer? No sé. Quizás lo único sería pensar que todo es ficción... y aplicar el realismo. "Todo es irreal", como dice mi lema de Cioran, pero ¿lo irreal es lo ficticio? Me temo que no es lo mismo.
1) Sin mitología metaliteraria viviríamos muy bien, pero sin mitología literaria no hay literatura, del mismo modo que sin abstracción no hay filosofía.
2) El buen escritor no es pedante. Tiene demasiado trabajo para serlo.
3) El síndrome de Pla (llega un momento en que a la gente con sentido común no puede interesarles la ficción) ha desbarajustado los géneros. Que a un escritor no le interese la ficción es comprensible. Lo que no es comprensible es que ese mismo escritor se empeñe en escribir novelas. Así llegamos a la autoficción, que es un peep-show del revés: no pagas por ver al que se contorsiona sino al que se la menea. La literatura de no ficción es imprescindible, siempre y cuando no quiera conquistar los territorios de la ficción, como si fuese algo infantil, algo superado. Son artes diferentes.
Tuesday, September 16, 2008
News & links
-Un paseo por las Ons: en el Burato do Inferno, con Jabois de cicerone.
Saturday, September 13, 2008
Jarabe de cochelaria y becabunga
Leche de burra. Jarabe de cochelaria y becabunga. Caldos con galápago, ranas, ternera y víboras. Lavativas. Agua de tila y cerezas. Polvos de madre perla. Fumaria. Baños de cabeza. Gelatina de asta de ciervo con víboras tiernas. Flor de violeta. Jarabe de borraja y escorzonera. Pimpinela.
Friday, September 12, 2008
Fetichismo
Sunday, September 07, 2008
Ceniza en la manga de un viejo
Thursday, September 04, 2008
Las marinas inéditas de JRJ
"El puerto, al mediodía, vibra… Negro y fantástico se va el buque… En el aire se pierde la sirena… y queda atrás, en el vacío gris y elástico del agua abandonada, no sé qué ardiente pena…"