Friday, August 01, 2014

Saturday, July 19, 2014

Tuesday, July 15, 2014

Saturday, July 12, 2014

Estatuas romanas














Roma, junio de 2014

Tuesday, July 08, 2014

Sunday, June 29, 2014

Saturday, June 21, 2014

Miradas romanas

Roma, junio de 2014

Sunday, June 15, 2014

El final de la gran belleza

Se acabó Roma. ROMA, la infinita, è finita. Han sido cinco días de belleza continua. Aparte de lo consabido (el Panteón, Trastévere, Navona), la villa/circo de Masenzio, la tumba de Cecilia Metella, el claustro de San Onofre, las catacumbas de Priscilla, la exedra de Villa Giulia... Iremos recuperando las palabras que trataron de fijar las sensaciones sobre un cuaderno.


[En cuanto a la película, para mí valen mucho más los 10 últimos minutos que las dos horas anteriores, recargadas y excesivas. Un final maravilloso. Los mejores títulos de crédito finales que recuerdo.]

Monday, June 09, 2014

Sunday, May 25, 2014

Saturday, April 19, 2014

A propósito de GGM: Zavattini, Gómez de la Serna y Galicia

Es curioso que se quiera definir la literatura de Gabriel García Márquez con un término tan equívoco como el de "realismo mágico". Se ha mencionado mucho estos días, naturalmente, esta expresión, pero no he oído que se hablase de dos de sus grandes influencias: Cesare Zavattini, el genial guionista del neorrealismo italiano (¿acaso Milagro en Milán no está llena de realismo mágico?) y Ramón Gómez de la Serna, el inventor de las greguerías. El primero fue profesor suyo de cine en Roma y aparece como personaje en su relato "La santa", y el segundo le sirvió como gran modelo en sus comienzos como escritor (sobre todo en sus artículos periodísticos), según recuerda en su autobiografía Vivir para contarla
Por otro lado, baste recordar que GGM comió una vez en Barcelona con Cunqueiro, anterior fundador del realismo mágico (que en Galicia no existe porque es norma), para tener que preguntarse: ¿era GGM gallego?
Aquí su artículo de 1983 "Viendo llover en Galicia":
"Mi muy viejo amigo, el pintor poeta y novelista Héctor Rojas Herazo -a quien no veía desde hacía mucho tiempo- debió sufrir un estremecimiento de compasión cuando me vio en Madrid abrumado por un tumulto de fotógrafos, periodistas y solicitantes de autógrafos, y se acercó para decirme en voz baja: "Recuerda que de vez en cuando debes ser amable contigo mismo". En efecto, fiel a mi determinación de complacer todas las demandas sin tomar en cuenta mi propia fatiga, hacía ya varios meses -quizá varios años- en que no me ofrecía a mí mismo un regalo merecido. De modo que decidí regalarme en la realidad uno de mis sueños más antiguos: conocer Galicia. Alguien a quien le gusta comer no puede pensar en Galicia sin pensar antes que en cualquier otra cosa en los placeres de su cocina. "La nostalgia empieza por la comida", dijo el che Guevara, tal vez añorando los asados astronómicos de su tierra argentina, mientras se hablaba de asuntos de guerra en las noches de hombres solos en la sierra Maestra. También para mí la nostalgia de Galicia había empezado por la comida, antes de que hubiera conocido la tierra. El caso es que mi abuela, en la casa grande de Aracataca, donde conocí mis primeros fantasmas, tenía el exquisito oficio de panadera, y lo practicaba aun cuando ya estaba vieja y a punto de quedarse ciega, hasta que una crecida del río le desbarató el horno y nadie en la casa tuvo ánimos para reconstruirlo. Pero la vocación de la abuela era tan definida, que cuando no pudo hacer panes siguió haciendo jamones. Unos jamones deliciosos, que, sin embargo, no nos gustaban a los niños -porque a los niños no les gustan las novedades de los adultos-, pero el sabor de la primera prueba se me quedó grabado para siempre en la memoria del paladar. No volví a encontrarlo jamás en ninguno de los muchos y diversos jamones que comí después en mis años buenos y en mis años malos, hasta que probé por casualidad -40 años después, en Barcelona- una rebanada inocente de lacón. Todo el alborozo, todas las incertidumbres y toda la soledad de la infancia me volvieron de pronto en ese sabor, que era el inconfundible de los lacones de la abuela. De aquella experiencia surgió mi interés de descifrar su ascendencia, y buscando la suya encontré la mía en los verdes frenéticos de mayo hasta el mar y las lluvias feraces y los vientos eternos de los campos de Galicia. Sólo entonces entendí de dónde había sacado la abuela aquella credulidad que le permitía vivir en un mundo sobrenatural donde todo era posible, donde las explicaciones racionales carecían por completo de validez, y entendí de dónde le venía la pasión de cocinar para alimentar a los forasteros y su costumbre de cantar todo el día. "Hay que hacer carne y pescado porque no se sabe qué le gusta a los que vengan a almorzar", solía decir cuando oía el silbato del tren. Murió muy vieja, ciega, y con el sentido de la realidad trastornado por completo, hasta el punto de que hablaba de sus recuerdos más antiguos como si estuvieran ocurriendo en el instante, y conversaba con los muertos que había conocido vivos en su juventud remota. Le contaba estas cosas a un amigo gallego la semana pasada, en Santiago de Compostela, y él me dijo: "Entonces tu abuela era gallega, sin ninguna duda, porque estaba loca". En realidad, todos los gallegos que conozco, y los que vi ahora sin tiempo para conocerlos, me parecen nacidos bajo el signo de Piscis.
No sé de dónde viene la vergüenza de ser turista. A muchos amigos, en pleno frenesí turístico, les he oído decir que no quieren mezclarse con los turistas, sin darse cuenta de que, aunque no se mezclen, ellos son tan turistas como los otros. Yo, cuando voy a conocer algún lugar sin disponer de mucho tiempo para ir más a fondo, asumo sin pudor mi condición de turista. Me gusta inscribirme en esas excursiones rápidas, en las que los guías explican todo lo que se ve por las ventanas del autobús, a la derecha y a la izquierda, señores y señoras, entre otras cosas porque así sé de una vez todo lo que no hay que ver después, cuando salgo solo a conocer el lugar por mis propios medios. Sin embargo, Santiago de Compostelano da tiempo para tantos pormenores: la ciudad se impone de inmediato, completa y para siempre, como si se hubiera nacido en ella. Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que no hay en el mundo una plaza más bella que la de Siena. La única que me ha hecho dudar es la de Santiago de Compostela, por su equilibrio y su aire juvenil, que no permite pensar en su edad venerable, sino que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo. Tal vez esta impresión no tenga su origen en la plaza misma, sino en el hecho de estar -como toda la ciudad, hasta en sus últimos rincones- incorporada hasta el alma a la vida cotidiana de hoy. Es una ciudad viva, tomada por una muchedumbre de estudiantes alegres y bulliciosos, que no le dan ni una sola tregua para envejecer. En los muros intactos, la vegetación se abre paso por entre las grietas, en una lucha implacable por sobrevivir al olvido, y uno se encuentra a cada paso, como la cosa más natural del mundo, con el milagro de las piedras florecidas.
Llovió durante tres días, pero no de un modo inclemente, sino con intempestivos espacios de un sol radiante. Sin embargo, los amigos gallegos no parecían ver esas pausas doradas, sino que a cada instante nos daban excusas por la lluvia. Tal vez ni siquiera ellos eran conscientes de que Galicía sin lluvia hubiera sido una desilusión, porque el suyo es un país mítico -mucho más de lo que los propios gallegos se lo imaginan-, y en los países míticos nunca sale el sol. "Si hubieran venido la semana pasada, habrían encontrado un tiempo estupendo", nos decían, avergonzados. "Este tiempo no corresponde a la estación", insistían, sin acordarse de Valle-Inclán, de Rosalía de Castro, de los poetas gallegos de siempre, en cuyos libros llueve desde el principio de la creación y sopla un viento interminable, que es tal vez el que siembra ese germen lunático que hace distintos y amorosos a tantos gallegos.
Llovía en la ciudad, llovía en los campos intensos, llovía en el paraíso lacustre de la ría de Arosa y en la ría de Vigo, y en su puente, llovía en la plaza, impávida y casi irreal, de Cambados, y hasta en la isla de la Toja, donde hay un hotel de otro mundo y otro tiempo, que parece esperar a que escampe, a que cese el viento y resplandezca el sol para empezar a vivir. Andábamos por entre esta lluvia como por un estado de gracia, comiendo a puñados los únicos mariscos vivos que quedan en este mundo devastado, comiendo unos pescados que siguen siendo peces en el plato y unas ensaladas que seguían creciendo en la mesa, y sabíamos que todo aquello estaba allí por virtud de la lluvia, que nunca acaba de caer. Hace ahora muchos años, en un restaurante de Barcelona, le oí hablar de la comida de Galicia al escritor Álvaro Cunqueiro, y sus descripciones eran tan deslumbrantes que me parecieron delirios de gallego. Desde que tengo memoria les he oído hablar de Galicia a los gallegos de América, y siempre pensé que sus recuerdos estaban deformados por los espejismos de la nostalgia. Hoy me acuerdo de mis 72 horas en Galicia y me pregunto si todo aquello era verdad, o si es que yo mismo he empezado a ser víctima de los mismos desvaríos de mi abuela. Entre gallegos -ya lo sabemos- nunca se sabe."

Monday, March 24, 2014

Far from any road

(The Handsome Family)

Saturday, February 08, 2014

La ciudad de los pasos lejanos

"De entre todas las capitales del mundo, París es seguramente la más literaria. La «ciudad literaria» por antonomasia. No sólo por la cantidad de libros que se han escrito en ella o sobre ella o tomándola como decorado, ni por los numerosos movimientos o corrientes literarias que ha generado, ni por la cantidad de jóvenes letraheridos que han habitado sus buhardillas con el único propósito de convertirse en escritores, sino también -y sobre todo- porque, en cierto sentido, París existe sólo en la literatura. París es un libro redactado por cientos de escritores. 
En La ciudad de los pasos lejanos, obra de José Muñoz Millanes editada por Pre-Textos, aparece en primer plano y de manera privilegiada el París de Azorín, a quien acompañamos en sus paseos por la ciudad del Sena durante los años de la guerra civil. No es el París monumental y esplendoroso al que nos tienen acostumbrados las películas o las novelas, sino más bien un París apagado, humilde, escondido, en cuyos detalles mínimos refulge, sin embargo, una poderosa verdad. Azorín se dedica a pasear la ciudad en soledad y silencio, sin rumbo fijo, divagando por las calles, observando a la gente y escuchando desde la distancia sus conversaciones (aunque no las entienda bien, pues no domina el francés), descubriendo rincones secretos en parques e iglesias o sentándose en las estaciones del metro en medio del caos de los pasajeros. Los misteriosos pasajes, las plazas luminosas, las tiendas evocadoras, la quietud de los jardines, los cementerios apacibles… Recibimos toda la ciudad a través de su mirada escrutadora, acompañada de las glosas descriptivas -en gran parte arquitectónicas- de su comentarista. 
Se entrecruzan también en estas páginas el París de Baroja, el París de Gutiérrez-Solana y el París de Torrente Ballester (a través de su personaje Javier Mariño), así como los apuntes de Mihail Sebastian o Henri Calet, entre otros, trufados a cada rato por el París de Patrick Modiano, seguramente el novelista contemporáneo que más ha utilizado esta ciudad como escenario de sus historias, hasta hacer de ella prácticamente su principal argumento. [...]" 
("El París literario de Azorín", en El Cuaderno, nº 53)

Saturday, January 18, 2014

Sunday, January 12, 2014

Una prosa callejera

"Todas esas ciudades son más bien una excusa para que B. pueda practicar una prosa callejera que inmediatamente queda emparentada con esa tradición española que va de Baroja a Trapiello pasando por Gómez de la Serna, Solana, González Ruano, Pla o Umbral. Enemigo declarado del "arte por el arte" (según él, "una de las cualidades imprescindibles del verdadero gran arte es no pretender serlo": p. 219), B. se acoge a la actitud general de esos escritores, que, más que sorprenderse ante lo que iban encontrando, tendían a encogerse de hombros y seguir deambulando tras, eso sí, tomar buena nota. Una actitud algo desapasionada e incluso misantrópica [...]"
(Juan Marqués, "El mundo de E.B.", Revista Clarín, nº 108

(NY, diciembre 2013)

Tuesday, January 07, 2014

Lo real absoluto

"Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un principio general de relatividad, otra, un principio “cuántico” de incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición para que socorriese a lo racional y proclamaba que “la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica”, y hasta reclamaba para el científico los beneficios de una verdadera “visión artística”, ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el instrumento lógico?
En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, “poética”, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo y la elipse poética, ¿cuál de los dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno equipado con el instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la intuición, ¿cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. Y la gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos han podido perder el juicio ante la teoría de un universo en expansión; no hay menos expansión en el infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es por cierto la codicia más cercana y la más cercana aprehensión en ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo."
(Saint John Perse, extractos de su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura, 1960)

Tuesday, December 31, 2013

Sin título



(Postales de NY, diciembre 2013)

Saturday, November 30, 2013

Sunday, November 03, 2013

Gran Vía (1): publicidad


(Gran Vía, 2-11-2013)

Wednesday, October 30, 2013

La intimidad, la voz baja, el apunte suelto

"Un libro de viajes, de viajes “pequeños”, ahora que el sentido deportivo nos empuja al estrambote, a largarnos a Tasmania en flotador o a recorrer el Camino de Santiago con una venda en los ojos. Un libro de viajes a los lugares a los que no deberíamos dejar de ir, cercanos, parte de nuestra cultura, de nuestro modo de percibir, de nuestro arte; a esos lugares en los que no hay otra manera que el paseo, que generan su propia narración, lenta como la mirada, que han aprendido a ser libros y a ser cafés y esquinas. Un libro en el que E. B. recoge lo que no deberíamos haber perdido en nuestras modernas caminatas por selvas y desiertos: la intimidad, la voz baja, el apunte suelto, las pocas palabras tras las que se intuyen las ciudades, su tiempo, su espejos" (A. M. R., Revista Ariadna, nº 59, primavera de 2013).

(Madrid, Rastro, 11-XII-2011)

Saturday, October 26, 2013

Patinadores

Los fantasmas también proyectan sombras.



(Madrid, 25-11-2013, grabado con el móvil)

Sunday, October 20, 2013

Variaciones sobre un cuadro de Antonio López

El original: Gran Vía (1974-1981): óleo sobre tabla, 90,5 x 93,5 cm



Copia y detalles: Gran Vía (4 de agosto de 2013, 7:32 a.m.): fotos



Sunday, October 13, 2013

Autorretrato en Cuenca

Sunday, October 06, 2013

Apuntes del escritor en trance

"A las guías ilustradas de los lugares a los que viajamos —siempre es bueno servirse de lazarillos cuando afrontamos lo desconocido—, conviene acompañarlas de libros que hablen de esos mismos lugares pero de un modo parcial y apasionado. Poemas sobre rincones que podrían pasar desapercibidos, leyendas sobre naufragios que no dejaron pecio alguno, recuerdos de infancia apuntados en diarios de letra menuda, fotografías de muros que al atardecer parecen rothkos y de casas sin encanto aparente donde se traficaron amores o se salvaron patrias. [...]
El diario de quien no sólo fija en palabras los pasos con que descubre las ciudades a las que llega, sino también del que busca el rastro propio y el de sus lecturas en esas impresiones apuntadas con cierto vértigo de escritor en trance pero sin descuido; en esas imágenes de fotógrafo en blanco y negro que, como en los textos en que se insertan, no encuadran los lugares con que habitualmente los turistas certifican su estancia, sino los barrios, parques, casas y rincones con que se alimentan las pasiones arbitrarias. [...] un diaporama sentimental sobre el que urdir itinerarios urbanos desacostumbrados, más atentos a la representación de la vida diaria que acogen que a la monumentalidad del teatro sobre las tablas de cuyo escenario discurre".
Cortesías: Diarios de Rayuela, José Carlos Díaz Pérez mejorando el original. 

Tuesday, September 24, 2013

El viejo París: inventario previo a la liquidación

París para la memoria. El libro negro de las destrucciones haussmanianas (Paris pour memoire. Le livre noir des destructions haussmanniennes) es el elocuente título de un precioso libro que se ha publicado en Francia. En él se reproducen las 632 planchas de los dibujos de las fachadas de los edificios del centro parisino realizados entre 1851 y 1854 bajo la dirección del arquitecto Gabriel Davioud (con la ayuda de J. Pappert), justo antes de que la monomanía higienista y modernizadora del ínclito Barón Haussmann arrasara con todo e hiciese desaparecer esas casas para siempre. 

La Prefectura de París tuvo el buen gusto de hacer este encargo para registrar y preservar “al menos en la memoria” estos barrios que serían destruidos. Los bocetos están llenos de detalles e información: los escaparates de las tiendas, las decoraciones de puertas y fachadas… Se trataba de realizar una especie de postrer Inventario Previo a la Liquidación. Casi un millar de edificios reproducidos, dentro del perímetro de Las Halles, la rue de Rivoli y la rue Saint-Jacques. Fue el historiador Pierre Pinon quien descubrió estos diseños en la biblioteca histórica de la ciudad, cuyas láminas coloreadas se destruyeron en un incendio durante la Comuna de 1871.
Viendo las casas y tiendas de este libro nos invade una melancolía similar a la que nos abate cuando recorremos las fotografías de Los palacios de la Castellana (Turner, Madrid, 2010). Presenciamos allí las ciudades que nos han robado. Las vidas que nos han hurtado y que ya sólo podemos imaginar. El placer extinguido, inalcanzable, en nuestros paseos y visiones. 
Querríamos pasear por ese viejo París, por esos barrios destruidos, como desearíamos recorrer La Castellana contemplando preciosos palacios. Ciudades fantasmas que sólo perviven en la memoria común gracias a los dibujos y las fotografías. Mientras caminamos por allí se puebla nuestro cerebro de imágenes que reemplazan los espacios vacíos. Donde antes se elevaban las piedras ahora flotan los espectros.
Todo en nombre del Progreso, que, como dijo Baudelaire, es el paganismo de los imbéciles. 

Saturday, September 14, 2013

George Santayana: una filosofía del viaje

Anduvo toda su vida Santayana soñando con viajes: posibles e imposibles, físicos e intelectuales, en el espacio y en el tiempo, hacia otros cuerpos y por mentes extrañas. Dice, incluso, que si algún día alcanzara el cielo, enseguida saldría a buscar sus límites y se pondría a pasear por las afueras. 
Entre el cuaderno de viajes, el libro de memorias y el ensayo filosófico, la tercera y última parte de la autobiografía de George Santayana Personas y lugares, publicada póstumamente bajo el epígrafe «Mi anfitrión el mundo», es un compendio ejemplar de su pensamiento, su vida y su escritura, unas páginas inolvidables que, junto con los maravillosos Soliloquios de Inglaterra, dan probablemente la medida literaria más alta de su autor. 
[...] Materialista platónico, hombre de porte elegante como su prosa, se imagina uno al anciano Santayana caminando a paso lento por la Riva degli Schiavoni o por el entorno de San Pietro in Montorio, junto a la fontana Aqua Paola, apoyado en un bastón, vestido con traje y sombrero, contemplando el delicioso cuadro veneciano de San Giorgio Maggiore o asomándose al espectacular crepúsculo romano desde el mirador del Gianicolo. Abismado en la observación de lo inmediato, en el hecho súbito de la experiencia, como algo no adulterado ni explicado: imágenes impresionistas, esencias de la belleza que llegan a través del aire, que también es -como él mismo afirmó- una forma de arquitectura. 
Personas y lugares, vistas instantáneas del mundo que cautivaron su mirada al pasar y quedaron fijadas en su memoria. 
"George Santayana: una filosofía del viaje", en la revista Clarín, nº 106.
 
PD: Siete años después del comienzo, quizá sea buen momento para hacer un cambio de título en el blog.

Monday, September 02, 2013

Paris qui dort (1925)

París que duerme es un cortometraje mudo de ciencia ficción dirigido por René Clair. Los primeros cinco minutos son una maravilla. El vigilante nocturno de la Torre Eiffel se despierta una mañana y ve que nada se mueve en la ciudad, como si todos hubiesen muerto. Baja de la torre, se pone a caminar por las calles y no encuentra a nadie, todo está vacío, hasta que por fin descubre a algunas personas que están paralizadas: es como si se hubieran quedado congeladas, en distintas posturas. Todo se había parado a las 3.45 horas a causa del rayo paralizante de un científico loco.