Thursday, May 27, 2010

El final de la historia

Por el pasillo del tren cruza una niña tambaleante.
El hombre del sombrero oscuro se asoma a la ventanilla y ve el paisaje huyendo veloz, difuminándose a impulsos de su propia inercia: postes telefónicos, árboles, puentes, casas…
En la retina de la viajera se acumulan los recuerdos: el mercadillo de telas, las legumbres de colores, los animales muertos. Tantas cosas que no quiso decir en el momento de la verdad.
Tumbado en la litera, sólo noto una mano caliente y venosa que me acaricia el pelo para que me duerma. Soñaré un sueño blanco, muy blanco, como las ristras de bacalaos desalados que cuelgan en las tiendas de Lisboa.

Monday, May 24, 2010

Las noches europeas

Me gustan las noches europeas. En los prolegómenos de los partidos, en las noches europeas, me gusta dar un paseo por el Bernabéu para ver el ambiente, con toda la gente arremolinándose con sus banderas, bocadillos y bufandas a las puertas del estadio. Supongo que lo hago por contagiarme un poco de la emoción; así llego a casa ya “ambientado” y sólo tengo que pulsar el botón del televisor. Claro que, normalmente, en las noches europeas del Bernabéu juega el Real Madrid.
Este fin de semana el barrio se llenó de alemanes vestidos de rojo (con rayas blancas) bebiendo cerveza. Descubrieron la Mahou. Iban todos con su lata en la mano.
Bajamos la Esfinge y yo por Concha Espina inmersos en la corriente humana de los alemanes, con sus grandes corpachones, sus cánticos y su aliento a cerveza. Algunos llevaban los pantalones marrones típicos de Baviera, que no pegaban nada con la camiseta del equipo. Una chica iba con el vestido folclórico de la región, ése que parece entregar los pechos en bandeja, engordándolos, como en los bailes de la corte francesa del XVIII pero sin tanto lujo, más de mantel de mesa de cuadritos con mucha carne. La chica me recordaba un poco a aquella camarera del mesón de Santiago que nos traía a la mesa enormes cadáveres de animales recién troceados, con gran sonido de cuchillos y hachas en la trastienda, como si estuviésemos en una aldea de los Cárpatos.
Algunos grupos cantaban y bailaban entre los coches, junto al trompetista improvisado; otros se limitaban a declamar cosas ininteligibles (también para un alemán). En las terrazas de los bares compartían mesa familias de hunos y hotros, los mayores con cerveza y los niños con Sprite.
Atravesamos por el lateral del Bernabéu y pasamos al otro lado, donde se agrupaban los tifossi del Inter. Estaban muy calmados, pensábamos que estarían armando más bulla. Sólo algunos pocos cantaban oeoeoééé o gritaban algo. Los reventas mostraban sus entradas en alto (600 euros, le oímos decir a uno) y algunos llevaban un cartelito de “Cerco biglietto” o “I need a ticket”. Unas chicas exageradamente voluptuosas vestidas con minifalda repartían tarjetas de un cabaret-puticlub de Azca. Una de ellas, con largas piernas, se trasladaba en patines entre la gente. Desde la distancia veías su cabeza desplazándose.
Pasaron por nuestro lado dos pijos milaneses larguiruchos y engominados, de pantalones rojos y camisita mema, que contrastaban con el resto de la afición. Daban ganas de ponerles la zancadilla.
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Me gustaría escribir un libro con ese título: Las noches europeas. O, mejor aún, me gustaría tener escrito un libro y ponerle ese nombre. Da un poco de pereza tener el marco o el título vacío y tener que rellenarlo después, con tantas y tantas y tantas páginas. Casi mejor al revés.
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El cuerno saliendo por la boca del torero, como una lengua de Satán.
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Termina Lost, esa enorme maquinaria de McGuffins. Y había muchos fans -ilusos y perdidos- que pensaban que se resolverían los enigmas...

Friday, May 14, 2010

El estilo Gordon Lish

Tanto hablar de Carver y resulta que Carver no existe. Tanto Carver pararriba y parabajo, tanto trajín con el modelo literario de Carver, con su figura, su revolución. Tantas tesis doctorales sobre el estilo sobrio y minimalista y frío y seco y neutral de Carver, que todo lo sugiere sin decir nada, ese realismo transparentemente sucio lleno de personajes cotidianos... Y ahora resulta que quien creó el estilo Carver fue Gordon Lish, su editor. La historia es, al parecer, muy antigua, pero yo no la conocía. La leí el otro día en un suplemento cultural o dominical que ya no encuentro, que ya he perdido para siempre. Resulta que ahora salen en Anagrama los relatos originales, con todas las cursiladas y sentimentalismos y exageraciones del autor, que ahora, por comparación, parecerá casi una Drag Queen. Otro botín de viuda asesinando al difunto.
El editor le había corregido los cuentos y le había quitado un 50% del texto (que se dice pronto), haciéndolos inmortales. Hasta les cambiaba el final. Esos finales tan carverianos.
En cualquier caso, a mí siempre me pareció un-poco-demasiado parco, como si el iceberg de Hemingway se hubiese convertido en el piquito helado del Mont Blanc.
Aquí lo contó, hace mucho y mucho mejor, Alessandro Baricco.

Saturday, May 01, 2010

Gran Vía: 100 años (I)

Homenaje a Catalá Roca.



La diferencia es abismal, claro: la que separa el arte fotográfico del churroclic.

Thursday, April 29, 2010

Entrevista a Hitchcok (1964)

Hoy se cumplen 30 años de su muerte.


Thursday, April 22, 2010

El Bremen en el Ladrón de Tinta

No podré asistir, aunque me gustaría:
El viernes 23 de abril (mañana) celebramos «La noche de los libros».
La tripulación del Bremen irá al Ladrón de Tinta a jugar con las palabras.
Si te apetece participar en nuestro concurso de microrrelatos solo tienes que pasarte por la calle Noviciado, número 2.
Nosotros te daremos el papel, el boli y el tema. Tú pones el resto.
Si además te apetece podrás leernos tu cuento.
El lunes 26 pondremos todos los textos participantes en el blog, para empezar una votación on-line que terminará el siguiente viernes (30 de abril).
El ganador recibira un ejemplar de nuestro libro y una invitación para asistir a una de nuestras reuniones quincenales y conocer nuestro barco-gruta.
Los dos finalistas podrán llevarse también un ejemplar de «Camarote 503. 16 historias desde el Bremen»
¡Te esperamos!
Ladrón de Tinta
c/Noviciado 2
23 de abril
20.00h

Godot, como un extraño

Me había quedado en Chinchón, pareciera, tumbado al sol en la plaza, como una lagartija. (Por no tener no tengo ni sintaxis.) Pero no. Estaba donde siempre, aunque sin estar. Y sigo no estando, creo.
Andas pateándote la ciudad de norte a centro, a primera hora de la mañana, como un chucho herido y, lo peor de todo, sin mirar (sin recrearse en lo otro, en los otros). Metido hacia adentro, huyendo de ti mismo, en una carrera veloz por llegar pronto al otro lado… de nada. Sigues estando en ti.
Es curiosa la psicología. Te lanzas el cadáver y te superpones a él. Y vas muriendo.
Y cuando más te hundes, tú solito, por deporte, más abrazas el silencio. Porque para no decir nada mejor no aparecer ¿no? Pues eso.
De estar en algún lado estoy en la misma esquina desolada en la que Steve McQueen y Natalie Wood esperan a Godot en una escena en Love with the Proper Stranger. Es una esquina vacía, en un suburbio de Nueva York. Hace frío y apenas se conocen, aunque tienen que destruir algo común. Las paredes están desconchadas. No se atreven casi ni a mirarse.
Aquí (minuto 3:38).

Saturday, April 03, 2010

Sunday, March 28, 2010

Polanski hace de Hitchcock

Así se cuenta una historia, pensaba esta tarde mientras veía The Ghost Writer, la última película de Roman Polanski. Me ha parecido un ejemplo notable de cine entretenido y bien hecho. El estilo, el ritmo, la caracterización de los personajes, la ambientación de los escenarios... todo está perfectamente orientado a un mismo fin: la narración de una historia. La ves tan a gusto, tan atento, que al final de las dos horas te da igual si algún hilo argumental se queda suelto o si alguna duda flota en el aire.


No digo que sea una obra maestra como Chinatown, pero está bastante bien. El mejor elogio que puedo hacer es que por momentos me ha recordado a Hitchcock. Los momentos de angustia y de suspense tienen relieve, fuerza, no como los refritos endebles a los que nos tienen acostumbrados tantas películas del género thriller o suspense. La banda sonora, al igual que la casa de la playa y algún otro detalle, me han hecho pensar inevitablemente en Con la muerte en los talones. No sé si son homenajes conscientes, pero desde luego lo parecen.
Hace poco vimos Shutter Island, de otro de los grandes, Martin Scorsese, que también transcurría en una isla de ambiente opresivo. Era otra película claramente "de género" (tirando más hacia el terror), aunque en este caso la historia se iba bastante de la olla. El estilo me gustó, sobre todo al principio de la película. Quien tuvo retuvo, eso está claro. Pero se me hizo un poco larga, tenía algunos detalles innecesarios y en conjunto no es tan redonda como The Ghost writer. Por cierto, supongo que han traducido el título como El escritor porque lo de El negro sonaría muy mal, además de equívoco.
Inolvidable la imagen final, cuya belleza te hace olvidar el absurdo comportamiento que acaba de mostrar el protagonista. Es lo que tienen los macguffins de Hitchcock, que están tan maravillosamente envueltos que no te importa nada el contenido.


Polanski (76 años) y Martin Scorsese (67 años) han demostrado que los viejos son capaces de hacer buen cine. Otro caso sería el del aclamadísimo Clint Eastwood (79 años), aunque éste me suele parecer -no lo puedo evitar, lo siento- demasiado melodramático, tramposo y sentimentaloide (menos en Sin perdón).

Sunday, March 21, 2010

Desgracia impeorable

Así se llama el libro que escribió Peter Handke en recuerdo de su madre. Lo escribió pocas semanas después del suicidio de ésta por una sobredosis de narcóticos. Pero no hay nada morboso ni eso.
Se trata, simplemente, de contar la historia de su madre. Me está gustando mucho. Hay una especie de honestidad, de claridad, de desnudez, de escribir la historia de alguien sin tretas ni disfraces literarios. Además, a los recuerdos les acompaña en todo momento la reflexión directa, evocativa, sin trampa ni cartón. Por ejemplo, hay unos párrafos dedicados a la época del nazismo que me parecen más ilustrativos que muchos tochos de historia escritos sobre el tema:
"Los ladrones reincidentes que acababan de soltar se denunciaban a sí mismos alegando que los objetos robados los había comprado en almacenes que, por haber pertenecido a judíos, ya no existían.
Proclamas con desfiles de antorchas y solemnidades; los edificios, equipados con las nuevas insignias tenían su lado frontal y saludaban; los bosques y las cumbres de las montañas se ataviaban; a la población del campo los acontecimientos históricos se le presentaban como un espectáculo de la Naturaleza.
"Estábamos bastante excitados", contaba mi madre. Por primera vez hubo experiencias de vida en común. Incluso el aburrimiento de los días de labor se convertía en un clima festivo "hasta altas horas de la noche". Por fin se revelaba una gran coherencia en todo lo que hasta ahora había sido incomprensible y extraño: las cosas se ordenaban poniéndose en relación unas con otras e incluso el trabajo, que tenía un automatismo alienante, adquirió sentido, se convirtió en una fiesta. Los movimientos que uno llevaba a cabo en este trabajo, debido a la conciencia de que al mismo tiempo los estaban realizando infinidad de otros seres, se ensamblaban formando un ritmo deportivo... y con ello la vida cobraba una forma en la que uno se sentía bien arropado y, sin embargo, libre."
(Peter Handke, Desgracia impeorable)

Thursday, March 18, 2010

News & Links

Leyendo El Cultural. Viene interesante este número.
Pasada la polvareda de los elogios institucionales (cuando un político recita ante el micrófono las alabanzas que le han escrito sus colaboradores, da bastante repelús y hasta vergüenza ajena), podemos leer un especial sobre Delibes.
***
Parece que se pincha la burbuja del nocillismo, si todavía quedaba alguien que la viera inflada.
Rafael Chirbes da en el clavo varias veces, con simples dosis de sentido común:
—“En narrativa creo que se ha hecho de todo. Sterne ponía páginas en negro para contar que era de noche, se saltaba la paginación como elemento narrativo, y manejaba el tiempo como chicle. Eso ocurría hace más de doscientos años. Cada uno que haga la literatura que pueda, si sirve para contar su tiempo. Pero conviene no olvidar que obras son amores y no buenas razones. La novela no necesita de pontífices, sino de novelistas.”
—“En literatura es muy difícil dar saltos. Se puede saltar para llamar la atención, pero eso lo hacen los autores, no los libros. Dos Passos escribió sabiendo que existían el cine, los periódicos, la radio, los rascacielos, los ascensores, el paro y la guerra... En cada tiempo se escribe desde los materiales que se tiene a mano. Nada nuevo bajo el sol. Lo único verdaderamente peligroso cuando se escriben libros es no saber que existen las bibliotecas (aunque sean virtuales). Se corre el peligro de repetir (como payaso) lo que alguien ya ha contado como escritor”.
—“Lo que hace daño a la literatura es la mala literatura. Lo que sí que es muy malo cuando se escribe es escuchar mucho ruido, o hacerlo: el ruido, en novela, se escribe en silencio”.
Por su parte, Álvaro Pombo recuerda que el fragmentarismo no es ninguna novedad y se remonta, por lo menos, a los años veinte, con T. S. Eliot y su Tierra baldía. Yo le diría que se remonta a Heráclito. José María Guelbenzu lo tiene bastante claro: “La ansiedad por el cambio parece ir por delante del cambio. Ya Claude Simon planteó que, como nuestra percepción de la realidad es fragmentaria, la novela, en la medida que trata de representarla, ha de serlo también. Pero lo que hay responde más bien a un juego de corta, pega y mezcla que a la verdadera búsqueda de un sentido que justifique nuevas formas. A mí me parece que esta especie de inquietud sobre el futuro de la novela responde antes a un asunto clásico (la necesidad de matar al padre) y a una estrategia comercial (la búsqueda de un hueco de poder y un trozo de mercado) que a una verdadera aventura del estilo y de la expresión”. Y Molina Foix, de los que hablan seguramente el peor dotado para la narrativa, es el que se muestra más nervioso, más contundente: “Todo está inventado. Lo que pasa es que la gente hace sus experimentos, con más o menos interés y profundidad, aunque resulte evidente que lo fragmentario, el collage, la literatura prismática, si quiere llamarla así, existe desde hace décadas. Por eso no creo que podamos hablar ni de inventos ni de revoluciones literarias. Sólo son inventos publicitarios, propagandísticos incluso, promovidos por los autores y sus círculos mediáticos. No hay nada más”.
Las respuestas de los aludidos no se atreven a entrar en materia ni están a la altura. Sólo el victimismo de Mallo está a la altura del nerviosismo de Foix. A ver si con esto se acaba ya el debate ficticio-coñazo.
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Seguimos leyendo. Supuestas poesías inéditas de Quevedo.
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Por último, Juan Bonilla nos cuenta con cinismo y facturas en dólares el periplo de la cultura, su descenso subvencionado a los infiernos, someros y apagados. El sumidero por donde se escapan nuestros impuestos.
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Ya fuera de El Cultural. Por primera vez podemos ver cerca la derrota de ETA, que se ha sentenciado matando a un policía francés. Lo positivo de la idea no quita su fondo vergonzoso, siniestro.

Tuesday, March 16, 2010

Friday, March 12, 2010

"Sentí el exprés de Galicia"

"El sol es fuego y la casa está imposible. La madre y yo dormimos con las ventanas abiertas y comunicadas, pero ni aun así. Cada tren que pasa es un susto y a la madrugada, con los vencejos, no se puede parar. Pero menos malo es esto que ahogarse. El chaval de Crescencio lleva unos días durmiendo en la azotea, sobre un jergón, y cada mañana se levanta con la cara perdida de carbonilla.
Anoche vino por casa Aquilino. Renquea un poco de la pierna izquierda, pero está muy mejorado. [...]
Me avisó el maestro de Villagina que están concluyendo la vendimia y, a la tarde, me agarré la burra y me fui para allá. Si aguardo dos días, las ovejas se meten en los bacillares y cosa perdida. El campo, a pesar del buen tiempo, ya va para abajo. Los chopos de la carretera se deshojan y las huertas de Villavieja amarillean. Nada más apearme me recomendó un tipo que anduviera al quite, porque el pregonero del pueblo había anunciado que merodeaba por allí un perro rabioso. Le pregunté si sabía las señas y me dijo que era negro, rabón, como de diez kilos de peso. Añadió que el alcalde había prometido una recompensa a quien lo despachase. [...] De regreso, me topé con un perro negro, acostado junto a las ruinas del transformador. La Doly empezó a gruñir y se le pusieron de punta los pelos del espinazo. La llamé y me acerqué al paredón con tiento. El animal se incorporó con las orejas gachas y ciertamente me miraba torcido. Era rabón, de pequeño tamaño y me gibaba liquidarlo, pero en cuanto se arrancó, me armé y lo tendí de un tiro. Subí al pueblo en la bicicleta y le planté al cabo que acababa de matar un perro negro, rabón, como de diez kilos de peso. Él andaba de cháchara y no me hizo mucho caso. [...]
Llevo unos días con pesadillas. Sin ir más lejos, anoche soñé que mataba a tiros a un perro rabioso, y cuando me llegué donde él resultó que era un pastor. Tomasito me conducía de las orejas donde el cabo, y el cabo, al vernos, rompió a reír y le dijo a Tomasito que los dos éramos responsables, puesto que el pastor tenía dos tiros. Me desperté medio ahogado. Por la tarde estuve cobrando unos recibos. Pero no pasa día sin que recuerde al perro negro de Villagina. Deben de ser los remordimientos."
(Miguel Delibes, Diario de un cazador)

(Valladolid, 17 de octubre de 1920-12 de marzo de 2010 )

Sunday, February 28, 2010

El Museo Romántico de Madrid

Por fin, tras más de ocho años de reforma, ha vuelto a abrir sus puertas (hace unas semanas) el Museo Romántico de Madrid, fundado en los años veinte por el marqués de la Vega-Inclán y que ahora ha cambiado su nombre por el de Museo del Romanticismo.
Fuimos a verlo el domingo pasado. Todos estos años había querido llevar a la Esfinge y le había hablado mucho de lo bonito que era, pero siempre que pasábamos por San Mateo el edificio seguía misteriosamente cerrado. Ya lo había dado por perdido...
Por supuesto, nos gustó mucho. Es muy bonito. Pero mientras lo recorríamos no pude evitar la sensación de que todo estaba demasiado nuevo, demasiado luminoso, demasiado limpio. No sé si será un absurdo mío o simple trampa de la memoria, pero yo creo que antes de la reforma el Museo Romántico era más Romántico. Recuerdo haberlo visitado en melancólicas tardes de invierno, por la tarde, medio en penumbra, con todo un cortejo de sombras y fantasmas persiguiendo mis pasos. Qué le voy a hacer si, para mí, el Romanticismo siempre ha estado asociado, en cierto modo, al decadentismo. Pongo unas fotos que hice:





Monday, February 22, 2010

Jean Genet en Chatila

"Una fotografía tiene dos dimensiones, la pantalla de un televisor también, ni la una ni la otra pueden recorrerse. De un lado al otro de una calle, doblados o arqueados, los pies empujando una pared y la cabeza apoyada en la otra, los cadáveres, negros e hinchados, que debía franquear eran todos palestinos y libaneses. Para mí, como para el resto de la población que quedaba, deambular por Chatila y Sabra se parecía al juego de la pídola. Un niño muerto puede a veces bloquear una calle, son tan estrechas, tan angostas, y los muertos tan cuantiosos. Su olor es sin duda familiar a los ancianos: a mí no me incomodaba. Pero cuántas moscas. Si levantaba el pañuelo o el periódico árabe puesto sobre una cabeza, las molestaba. Enfurecidas por mi gesto, venían en enjambre al dorso de mi mano y trataban de alimentarse ahí. El primer cadáver que vi era el de un hombre de unos cincuenta o sesenta años. Habría tenido una corona de cabellos blancos si una herida (un hachazo, me pareció) no le hubiera abierto el cráneo. Una parte ennegrecida del cerebro estaba en el suelo, junto a la cabeza. Todo el cuerpo estaba tumbado sobre un charco de sangre, negro y coagulado. El cinturón estaba desabrochado, el pantalón se sujetaba por un solo botón. Las piernas y los pies del muerto estaban desnudos, negros, violetas y malvas. [...]
Las fotografías no captan las moscas ni el olor blanco y espeso de la muerte. Tampoco dicen los saltos que hay que dar cuando se va de un cadáver a otro.
Si miramos atentamente un muerto, sucede un fenómeno curioso: la ausencia de vida en un cuerpo equivale a la ausencia total del cuerpo o más bien a su huida ininterrumpida. Aunque nos acerquemos, creemos que no lo tocaremos nunca. Eso si lo contemplamos. Pero si hacemos un gesto en su dirección, nos agachamos junto a él, le movemos un brazo, un dedo, de repente se vuelve presente e incluso amigo. [...]
Aquí, en las ruinas de Chatila, ya no queda nada. Algunas mujeres ancianas, mudas, se esconden rápidamente tras una puerta en la que hay un trapo blanco clavado."
(Jean Genet, Cuatro horas en Chatila)

Friday, February 12, 2010

Una historia inmortal

Un Macao español, música de Satie, el hombre del sombrero, Jeanne Moreau con su sombrilla sentada junto a un árbol envuelta en el humo, un perro caminando al fondo... Me encanta esta escena de Orson Welles. De las que no se olvidan. Tiene el aire de los sueños.

Tuesday, February 09, 2010

Céline dixit

"Los ricos no necesitan matar en persona para jalar. Dan trabajo a los demás, como ellos dicen. No hacen el mal en persona, los ricos. Pagan. Se hace todo lo posible para complacerlos y todo el mundo muy contento. Mientras que sus mujeres son bellas, las de los pobres son feas. Es así desde hace siglos, aparte de los vestidos elegantes. Preciosas, bien alimentadas, bien lavadas. Desde que el mundo es mundo, no se ha llegado a otra cosa.
En cuanto al resto, en vano te esfuerzas, resbalas, pati­nas, vuelves a caer en el alcohol, que conserva a los vivos y a los muertos, no llegas a nada. Está más que demostra­do. Y desde hace tantos siglos que podemos observar nuestros animales nacer, penar y cascar ante nosotros, sin que les haya ocurrido, tampoco a ellos, nada extraordina­rio nunca, salvo reanudar sin cesar el mismo fracaso insí­pido donde tantos otros animales lo habían dejado. Sin embargo, deberíamos haber comprendido lo que ocurría. Oleadas incesantes de seres inútiles vienen desde el fondo de los tiempos a morir sin cesar ante nosotros y, sin em­bargo, seguimos ahí, esperando cosas... Ni siquiera para pensar la muerte servimos.
Las mujeres de los ricos, bien alimentadas, bien enga­ñadas, bien descansadas, ésas, se vuelven bonitas. Eso es cierto. Al fin y al cabo, tal vez eso baste. No se sabe. Se­ría al menos una razón para existir."

(Louis Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche)

Saturday, February 06, 2010

El pasaje del deseo

Yo creía que nunca cerraba...

Thursday, February 04, 2010

Fiat Lux

Hágase la luz. Y la luz se hizo.
Se hizo la luz y la belleza y el fuego y la muerte y la destrucción. Todo en un instante.
Había tanta luz que no se veía nada. Primero fue un todopoderoso flash blanco, una impenetrable luz mística, el brillo de los ojos de Dios en la retina de un átomo. Aunque estuvieses de espaldas sentías cómo la luz divina te atravesaba el cerebro. Y cualquier centímetro de piel que estuviese al aire se abrasaba.
A continuación una vertiginosa lengua de fuego se expandió por la ciudad en décimas de segundo, arrasándolo todo: casas, árboles, cuerpos... El Espíritu Santo aleteaba a cuatro mil grados celsius. El mundo se volvió ceniza. Los cuerpos se deshicieron, se evaporaron o cayeron carbonizados, sin rostro. La radiación y los rayos gamma revirtieron los planos de la materia.
Decenas de miles de personas desaparecieron de la faz de la tierra en fracciones de segundo.
Primero fue el silencio de la nada. Acto seguido, el estruendo imposible de la devastación. Una nube negra devoraba el espacio a ras de suelo: montañas, bosques, ríos… Enormes cúmulos de polvo y ceniza lo cubrieron todo. La ciudad quedó a oscuras, ahogada en humo denso y en olor a muerte.
Desde las afueras de Hiroshima se veía cómo una gigantesca nube en forma de hongo se elevaba hacia el cielo. Aquello era precioso.
De repente nos dimos cuenta de que estábamos desnudos. La ropa se había desintegrado. Mirábamos horrorizados nuestros cuerpos en carne viva.
Salimos de entre los escombros. Las calles estaban llenas de cadáveres. Hogueras en cada esquina para calentar el alma. Sólo había muerte. Era una ciudad de muertos. Algunos zombis deambulaban con la mirada helada en el momento del pánico. Se dejaban llevar por la inercia. No había escapatoria.
Eran tan fuertes la sed y el calor que nos lanzábamos a los charcos. Bebíamos la lluvia negra. La lluvia radiactiva.
El infierno había llegado el mismo día 1 de la creación.
Su onda expansiva es la historia de los hombres.


Tuesday, February 02, 2010

Víctor Farías: Heidegger y el nazismo

"La intención de mi trabajo es una, y compleja: poner de manifiesto el germen de inhumanidad discriminadora sin el cual la filosofía de Martin Heidegger no es pensable como tal, pero sólo en la medida en que esta denuncia incluya —al mismo tiempo— el intento de contribuir a poner a salvo lo humano agredido, precisamente por una de las así llamadas «cumbres» filosóficas del siglo. Esta pretensión mía (que también incluye —como lo ha visto R. Maggiori— la puesta en cuestión de una época que elige tales «cumbres») ha sido —en la mayor parte de los casos— ignorada. En lugar de discutir mi tesis central y de ver en ella la explicación fundamental para entender primero la adhesión de Heidegger al nazifascismo y luego su curiosa relación con él hasta su muerte, algunos críticos han querido establecer, como un dogma, la separación entre una «persona» miserable y una «filosofía» grande, intocada e intocable.



La defensa de esa «grandeza» ha delineado vanas y multicolores estrategias. La más primitiva —la de los guardianes del Grial— ha optado por negar los hechos y atribuir mi trabajo al simple deseo de hacer daño y causar escándalo (F. Fédier) o crear «objetos sensacionalistas» (K. Nolte). A esta opción ha contestado brillantemente R. Rossanda. Otra estrategia estableció que «ya se sabía todo», pero urgió, paradójica y precisamente sólo ahora, a pensarlo «todo de nuevo», llamando vaga y frívolamente a los hechos «abismos fascinantes» sin proponer nada más concreto que variantes en la «lectura» (Derrida). Ante la masa de evidencias, otros intentos encubridores optaron por disociar «la persona» del filósofo, de su «obra» (G. Vattimo). Ello, por cierto, sin reparar ni por un instante en que la actividad política de Heidegger por mí tematizada estuvo siempre —según su inopia versión— fundada en momentos esenciales de su filosofía, que su praxis política durante el Tercer Reich fue articulada por Heidegger mismo en los textos filosófico-políticos que mi libro analiza. Común a todas las estrategias es, por lo demás, desconocer que, después de 1945 y hasta su muerte, Martin Heidegger cimentó su relación con el nazifascismo, con el «destino de Occidente» y con los alemanes, entendidos como «el corazón de los pueblos», sin abandonar un ápice el fundamento ideológico genéricamente nazi que lo llevó a sumarse al movimiento, a querer incluso dirigirlo espiritualmente, a censurar con dureza el desviacionismo posterior a 1934 y a pasar por alto, y para siempre, sus monstruosidades. En efecto: convertido, tras 1945, el «Ser» en «acontecimiento» (Ereignis), entendido el lenguaje como «la casa del Ser», el lugar en el que el ser humano deviene propiamente tal, la afirmación suya de que únicamente el lenguaje de los alemanes puede rescatar y salvar el «Ser» sólo puede ser comprendida como una radical discriminación en el mayor nivel, en el nivel decisivo en que la historia fáctica deviene ontológica. Puesto frente al peligro que trae consigo la «expansión planetaria de la técnica», Heidegger afirma en su texto póstumo que sólo el nazismo (el verdadero, el del inicio y sólo él) estuvo en el camino de enfrentar el problema esencial del hombre moderno. Es en este mismo texto donde Heidegger reafirma su desprecio por la democracia y por los sistemas que la practican. En cambio, no escuchamos ni una palabra de censura sobre el Holocausto, ni tampoco sobre un eventual interés de los periodistas por saber la opinión de Heidegger a propósito de los crímenes nazis. Si hay algo que Heidegger reprocha a los alemanes, no es el exterminio y la guerra, sino el no haber filosofado con profundidad."

(Víctor Farías, Heidegger y el nazismo, Prólogo a la edición española)