Nació el 16 de diciembre de 1882 en Vilanova de Arousa, precioso pueblo de la provincia de Pontevedra. Resulta curioso lo poco que se parece -en su forma de ser y de escribir- a su paisano Ramón María del Valle-Inclán, siempre tan estrambótico y florido.
De joven embarcó como polizón hacia Buenos Aires y dos años después fue deportado a España por anarquista. Entonces publica algunos versos y comienza a colaborar en el Diario de Pontevedra, como nuestro amigo Jabois. En 1903 viaja a mi pueblo, Madrid, donde escribe para El País, España Nueva o Lunes de El Imparcial.
Recorrió el mundo como corresponsal: manda sus crónicas desde Constantinopla para La Correspondencia de España; viaja a París, Londres y Múnich como redactor de El Mundo; desde entonces trabaja para ABC y se instala en Berlín hasta el comienzo de la I Guerra Mundial; en 1916 realiza su primer viaje a Estados Unidos, donde volverá tras el crack del 29; en los años veinte viaja por Europa y escribe La casa de Lúculo o el arte de comer, seguramente su libro más famoso.
Pues bien. Resulta que he cogido en la biblioteca su libro La ciudad automática, también conocido como el Santo Grial de los libreros-usureros. En las primeras páginas explica su relación de amor y odio con Nueva York:
Pues bien. Resulta que he cogido en la biblioteca su libro La ciudad automática, también conocido como el Santo Grial de los libreros-usureros. En las primeras páginas explica su relación de amor y odio con Nueva York:
Me paso la vida acechando la menor oportunidad para venir aquí, llego, y en el acto me siento poseído de una indignación terrible contra todo. Nueva York es una ciudad que me irrita, pero que me atrae de un modo irrestible: la vorágine, el abismo, el pecado, las mujeres fatales, las drogas malditas...
Para mí Nueva York es la ciudad romántica por excelencia. ¿Conciben ustedes nada más romántico -para poner un ejemplo concreto- que esto de prohibir las bebidas alcohólicas a fin de elevar a la categoría de delito el acto de tomarse un aperitivo?
Nueva York es, ante todo, el momento presente. Es el momento presente sin más relación con el porvenir que con el pasado. El momento presente íntegro, puro, total, aislado, desconectado. Sólo Nueva York ha acertado a encarnar nuestra época, y probablemente ésta es la verdadera causa de que la gran ciudad nos atraiga y nos rechace a la vez de un modo tan poderoso. Nos atrae porque uno no puede vivir al margen del tiempo, y nos rechaza por la estupidez enorme del tiempo en que le ha tocado vivir a uno.
A Julio Camba lo que le gustaba de verdad era la buena vida: conocer gente, visitar ciudades, comer y beber bien, hacerse colega de los camareros, charlar con sus amigos... Por la noche, antes de que cerraran las rotativas del periódico, escribía su articulito del día y lo mandaba a la redacción, como quien elabora el menú de la jornada siguiente: primero, segundo, bebida y postre.
En 1949 se retiró a la habitación 383 del hotel Palace de Madrid. Debe de ser eso que los profesores de literatura llaman "el exilio interior". (Por cierto, que la otra noche estuve en el Palace, en una fiesta de artistas modernillos, con homenaje a Warhol incluido; vamos, el timo más ridículo, "divino" e institucionalizado que he visto en mucho tiempo; cómo me reí de aquellos tontos impresentables; daría para un buen artículo de Camba; si eso intentaré escribirlo un día de éstos...)
En 1949 se retiró a la habitación 383 del hotel Palace de Madrid. Debe de ser eso que los profesores de literatura llaman "el exilio interior". (Por cierto, que la otra noche estuve en el Palace, en una fiesta de artistas modernillos, con homenaje a Warhol incluido; vamos, el timo más ridículo, "divino" e institucionalizado que he visto en mucho tiempo; cómo me reí de aquellos tontos impresentables; daría para un buen artículo de Camba; si eso intentaré escribirlo un día de éstos...)
Camba murió el 28 de febrero de 1962, después de una vida repleta de aperitivos, ciudades, charlas, mujeres, postres y copas.
6 comments:
Un brindis por Camba.Por supuesto, con champán, nada de cerveza.
Sí, "La ciudad automática" fue lo que más me gustó de él. Quizá, ahora que lo resaltas, pienso yo un poco lo mismo de la Ciudad Gominola; "Nos atrae porque uno no puede vivir al margen del tiempo, y nos rechaza por la estupidez enorme del tiempo en que le ha tocado vivir a uno."
¿Y a quién no le gusta la buena vida?
Brindemos, pues.
Ese amor/odio pasa con muchas cosas, entre ellas las ciudades. En Madrid, por ejemplo, cuando te tienes que chupar un atasco o ir sorteando las obras es horrible; en cambio, un paseo por los Austrias o por el Retiro, por ejemplo, te quitan todos los males.
F., la buena vida nos gusta a todos, supongo. Sibaritas por vocación, sólo la cruda realidad -el trabajo, la gente, el dinero...- nos impide serlo a tiempo completo. Por cierto, a ver si encuentro un vídeo chulo de La Buena Vida y lo pongo.
Veo que al final te animaste a buscar el libro... Muy bueno e interesante, tanto el post como el texto de Camba (qué última frase más genial).
Gracias, Memento. Sí, la verdad es que fue muy fácil encontrarlo. Siempre que tengo que ir a devolver libros a la biblioteca, ya que estoy, cojo otros nuevos. Un círculo vicioso.
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