Fantasmas de un pasado idéntico (no menos idéntico que el futuro), aprendices de cadáveres simulando una borrachera de alegría, celebrando -supongo- que aún estamos aquí, que no nos hemos ido, que no han dicho nuestro nombre en la sala de espera. 
Fantasmas de un pasado idéntico (no menos idéntico que el futuro), aprendices de cadáveres simulando una borrachera de alegría, celebrando -supongo- que aún estamos aquí, que no nos hemos ido, que no han dicho nuestro nombre en la sala de espera. 

Charles Baudelaire (1821-1867) "Estoy absolutamente cansado de la vida de comensal y de inquilino de habitación amueblada de hotel. Eso me mata y me envenena. No sé cómo me he resistido. Estoy cansado de resfriados y migrañas y fiebres, y sobre todo de la necesidad de salir dos veces al día, y de la nieve y el fango y la lluvia. [...] Me falta de todo: muebles, ropa, trajes, incluso cacerolas, colchón. Y mis libros siguen extraviados en los talleres de diversos encuadernadores. Me hace falta de todo, y todo inmediatamente" (De una carta a su madre. París, 20 de diciembre de 1855).
"Siento que estoy en una crisis, en una fase en que debo tomar una gran decisión, hacer justo lo contrario de todo lo que he hecho, es decir, no amar más que la gloria, trabajar sin cesar, incluso sin esperanza de salario, suprimir todo placer y convertirme en eso que se llama una grandeza de alto rango. En fin, intentar hacer una pequeña fortuna. Desprecio a la gente que ama el dinero, pero tengo un miedo horrible a la servidumbre y a la miseria en la vejez" (Ídem. París, 10 de agosto de 1862).
PD: Le tuvieron que tapar el agujero (que es lo que hace, mayormente, la gente en esta fecha).
1) Sutil, poético, sugerente... Sabe captar con inigualable sensibilidad lírica el infinito del instante. Con ustedes, La Luz Tenue (http://laluztenue.blogspot.com/):

Este señor de cabellos ondulados, bigote de mosquetero y tupé molón -como un Elvis Presley avant la lettre, o avant le siècle, o como se diga- se llamaba Paul Lafargue.
Estoy enfrascado en este libro. No pienso abrir la boca hasta que lo termine. (Pero no os hagáis ilusiones, que es muy corto...)
Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas. El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad.
El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.
Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
Texto: extraído de "Las ruinas circulares", de Jorge Luis Borges. Fotos: diciembre de 2005, Fori Imperiali di Roma.



Arthur Cravan, poeta y boxeador. Nació en 1888, era sobrino de Oscar Wilde y fue uno de los precursores del Dadaísmo con su revista Maintenant, de la que era editor y redactor único (escribía en ella con distintos pseudónimos). Se dedicó básicamente a hacer tonterías para epatar al burgués (era una época en que todavía era posible el escándalo). De profesión provocador, fueron famosos sus insultos a Guillaume Apollinaire y a la mujer de éste, la pintora Marie Laurencin; obligado a "rectificar", escribió lo siguiente: Puesto que yo he dicho: "He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran ... en cierto sitio", yo pido simplemente que se debe entender: "He aquí una que necesita que se le levanten las faldas y se le meta una gran astronomía en el Teatro de Variedades". No sé si fue un castigo divino por tamaña grosería, pero Cravan desapareció en 1918 en una travesía por mar, en algún lugar del golfo de México. Su cadáver nunca fue encontrado.
Longfellow Deeds (Gary Cooper): es un ejemplo perfecto de alma cándida pero inteligente. Bueno, inocente y honrado, toca el trombón en la banda de música de su pequeño pueblo, Mandrake Falls, hasta que se muere un tío suyo, al que apenas conocía, que le deja una herencia multimillonaria. Tiene que trasladarse a la gran ciudad y allí se abalanzarán sobre él, como carroñeros, especímenes de la peor calaña: abogados, periodistas, timadores... Su nobleza resulta subversiva. Eso sí: si alguien le saca de quicio, no duda en meterle un buen gancho de derecha a la mandíbula. (De pequeños, mi hermano y yo -que hemos visto esta película miles de veces- nos sabíamos de memoria las frases del juicio y las decíamos al mismo tiempo que los actores. Para mi gusto, es la mejor película de Frank Capra: se titula Mr Deeds goes to town)
El gran Lebowksi (Jeff Bridges): también conocido como El Nota, o, en su defecto, Noti, Il Notarino, Su Notísima... Es un hippie trasnochado y de buen corazón. Fuma porros, viste con pantalones cortos, camiseta guarra, bata y sandalias, su bebida preferida es el ruso blanco y participa en un campeonato de bolos con un grupete de amigos (mención especial merece el paranoico ex combatiente de Vietnam). El despiste de Lebowski es proverbial: sin comerlo ni beberlo, se ve envuelto en una extraña trama de secuestros y maletines de dinero por culpa de una banda de nihilistas de la Alemania Oriental... (No es la mejor peli de los hermanos Coen, ni mucho menos, pero sólo por este personaje merece la pena verla)
Melvin Udall (Jack Nicholson): es un escritor de novelas románticas de gran éxito -tipo Corín Tellado-, toca el piano en sus ratos libres y sufre de neurosis obsesiva. Su número de manías se aproxima al ocho tumbado (esto es, más menos infinito): cerrar y abrir la cerradura de la puerta equis veces seguidas, encender y apagar las luces otras tantas, caminar por la acera sin pisar las rayas, lavarse las manos con agua hirviendo y con un jabón nuevo cada vez, comer siempre en el mismo sitio a la misma hora, etc. Vamos, que tiene más manías que todos los personajes de Woody Allen juntos, que ya es decir. Algunas de sus frases son memorables: "¡Ayuda, estúpidos devoradores de donuts!", "Me restriega los bajos la gente que habla con metáforas", "Carol, la camarera; Simon, el marica"... (As good as it gets, sin duda una de las mejores comedias de los últimos años)
Foto: puente y castillo de Sant'Angelo (Roma), diciembre de 2005. 
Con las ciudades ocurre, creo yo, exactamente lo contrario. Quien mejor traduce una ciudad es el que no la habita, el que llega por primera vez, el que empieza a descubrirla, porque lo hace desde la nada. Es decir, que traduciéndola se traduce a sí mismo.
(Si no me habéis entendido, no pasa nada; yo tampoco. Buscaré un intérprete en los anuncios por palabras, a ver si empiezo a pillarme el truco...)
Americanos en Tokyo:
Japoneses en Buenos Aires (o coreanos en No-sé-dónde):
Anónimos en USA: