Wednesday, September 23, 2009

El plano de París

"Ella estaba en Tostes. ¡Él estaba ahora en París, tan lejos! ¿Cómo era París?
De noche, cuando los pescaderos pasaban en sus carretas bajo sus ventanas cantando la Marjolaine, ella se despertaba; y escuchando el ruido de las ruedas herradas que al salir del pue­blo se amortiguaba enseguida al pisar tierra, se decía:
‑«¡Mañana estarán allí!»
Y los seguía en su pensamiento, subiendo y bajando las cuestas, atravesando los pueblos, volando sobre la carretera principal, a la luz de las estrellas. Al cabo de una distancia in­determinada se encontraba siempre un lugar confuso donde expiraba su sueño.
Se compró un plano de París y, con la punta de su dedo sobre el mapa, hacía recorridos por la capital. Subía los buleva­res, deteniéndose en cada esquina, entre las líneas de las calles, ante los cuadrados blancos que figuraban las casas. Por fin, cansados los ojos, cerraba sus párpados, y veía en las tinieblas retorcerse al viento farolas de gas con estribos de calesas, que bajaban con gran estruendo ante el peristilo de los teatros".
(Gustave Flaubert, Madame Bovary)

Tuesday, September 15, 2009

Instantáneas del domingo

El embalse del Lozoya guarda muchas sorpresas:

Huesos de animales prehistóricos


El pescador ausente


Las grietas del desierto

Mojones del infinito

Una presa
Caballos

Vacas

Y hasta simios

Monday, September 14, 2009

El materialista aleatorio

“La edad de este hombre no tiene ninguna importancia. Puede ser muy viejo o muy joven. Lo esencial es que no sepa dónde está y que tenga ganas de ir a cualquier parte.
Por eso, como en los westerns americanos, él siempre toma el tren en marcha. Sin saber de dónde viene (origen) ni a dónde va (fin). Y se baja en marcha, en un pequeño poblacho en torno a una estación ridícula.
Prefiere viajar, bajarse en el camino; es así como se comprende la verdadera filosofía, que es la que la gente tiene en la cabeza y que es siempre conflictiva. Desde luego, puede también solucionar unos problemas, apaciguar unos conflictos, pero a condición absoluta de dominar sus pasiones.
Es entonces cuando lee a los Indios, a los Chinos (el Zen) y a Maquiavelo, Spinoza, Kant, Hegel, Kierkegaard, Cavaillés, Canguilhem, Vuillemin, Heidegger, Derrida, Deleuze, etc. Se convierte así, sin quererlo, en un filósofo materialista casi profesional — no materialista dialéctico, ¡ese horror!, sino materialista aleatorio.
Alcanza entonces la sabiduría clásica, el «conocimiento» del tercer género de Spinoza, el superhombre de Nietzsche y la inteligencia del eterno retorno: saber que todo se repite y que no existe más que la repetición diferencial.
Entonces puede discutir con los grandes idealistas. No solamente los entiende, sino que les explica a ellos mismos las razones de sus tesis. Y los otros se sumen a veces en la amargura, pero ¡y qué! A
micus Plato, magis amica Verita
(Louis Althusser, «Portrait du philosophe matérialiste», 1986)

Friday, September 11, 2009

Tres años

Se me había pasado totalmente el Gran Acontecimiento Universal del Mes. Ayer este blog cumplió tres años. Así, a lo tonto, ya tres años; no está mal ¿no?
Últimamente lo tengo un poco abandonado, pero va por rachas.
Como no tengo nada más que decir, os dejo con este vídeo de imágenes de Buñuel con música mexicana de Beck (que demuestra una gran pronunciación):

Monday, September 07, 2009

Confesiones de un surrealista confeso

El personaje en cuestión se llamaba George Melly (1926-2007), un cantante de jazz y crítico de cine que al final de la II Guerra Mundial se alistó en la Royal Navy porque, según le dijo al de la oficina de reclutamientos, «sus uniformes son mucho más bonitos». Sus libros autobiográficos deben de ser muy buenos.
Un dato curioso es que en el 17 de Beak Street, en el Soho londinense, estaba el restaurante Barcelona, donde se reunían, en curiosa mezcla, los republicanos españoles exiliados y los surrealistas ingleses comandados por Melly: Read, Penrose, Jennings, Brunius, Ithell Colquhoun, Agar, Rimmington, Hayter, Sewter, Pailthorpe, Mednikoff, Banting, Onslow-Ford, Howard... Sus nombres no nos dicen nada.

Wednesday, September 02, 2009

Robert O. Evans, cazador de supernovas

"Cuando el cielo está despejado y no brilla demasiado la Luna, el reverendo Roberts Evans, un individuo tranquilo y animoso, arrastra un voluminoso telescopio hasta la solana de la parte de atrás de su casa de las montañas Azules de Australia, unos ochenta kilómetros al oeste de Sidney, y hace algo extraordinario: atisba las profundidades del pasado buscando estrellas moribundas.
Lo de mirar en el pasado es, claro está, la parte fácil. Mira hacia el cielo nocturno y lo que ve es historia, y mucha historia... No las estrellas como son ahora, sino como eran cuando la luz las dejó. La Estrella Polar, esa fiel acompañante, podría haberse apagado en realidad, por lo que sabemos, tanto en el pasado mes de enero de 1854 como en cualquier momento a partir de principios del siglo XIV. Y la noticia de ese hecho podría simplemente no haber llegado aún hasta nosotros. Lo máximo que podemos decir -que podemos decir siempre- es que todavía estaba ardiendo en esa fecha de hace 680 años. Mueren estrellas constantemente. Lo que Bob Evans hace mejor que nadie que lo haya intentado anteriormente es localizar esos momentos de despedida celeste.
Evans es, durante el día, un ministro bonachón y semijubilado de la Iglesia Unitaria Australiana, que hace algunas tareas como suplente e investiga la historia de los movimientos religiosos del siglo XIX. Pero de noche es, a su manera despreocupada, un titán del firmamento: caza supernovas.
Una supernova se produce cuando una estrella gigante (mucho mayor que nuestro Sol) se colapsa y explota espectacularmente, liberando en un instante la energía de 100.000 millones de soles y ardiendo durante un periodo con mayor luminosidad que todas las estrellas de su galaxia.
-Es como un billón de bombas de hidrógeno que estallasen a la vez -dijo Evans.
Si se produjese la explosión de una supernova a quinientos anos luz de la Tierra, pereceríamos; según Evans:
-Pondría fin al asunto -dijo alegremente."
(Bill Bryson, Una breve historia de casi todo)