Monday, March 31, 2008

Un prólogo vagamente asténico

Aprovechando que acaba de salir La manía, el 15º volumen de los diarios de Andrés Trapiello, os pongo -dentro de mi sección "Madrid literario"- este genial prólogo que escribió A.T. para Una caña que piensa, el tomo correspondiente a 1993:
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"No sé bien para qué o para quiénes están escritas las páginas de este Salón de pasos perdidos.
Algunos amigos me preguntan: ¿hasta cuándo vas a seguir publicando ese diario? Se dan cuenta de que podría volverme loco. No sé, les digo, pero mientras siga apareciendo, me gusta que lo haga como hasta hoy, en esta editorial, para estos lectores, en una razonable penumbra.
Madrid es un pueblo defectuoso, pequeño, con las aceras estrechas y perpetuamente levantadas. Ni siquiera tiene un río digno de ese nombre. Hubo un alcalde que quiso darle esa apariencia, lo canalizó, lo represó y lo sembró con unas docenas de patos y ánades que amanecieron a la semana descalabrados y muertos a cantazos. Cada día desaparecen media docena de casas viejas y levantan en su lugar otras horribles, pero algunos pocos seguramente no lo cambiaríamos ya por ninguna otra ciudad, por hermosa que fuese. Ni siquiera París. Esto es quizá, en el fondo, lo que peor lleva uno: ser tan poco cosmopolita.

Por esa razón le tienta a uno viajar un poco más, conocer otras gentes y orearse algo. Quizás de ese modo estos diarios tuviesen garantizada una vida longeva. Pero he de limitarme, una y otra vez, a hablar de mi vieja calle, de Las Viñas, de un rosal, de un mendigo, de los libros viejos, de un frenético, de las oropéndolas que tanto le impacientan y disgustan a ese crítico del ABC (pobre, me estará leyendo, espiando, en su intemperie), de mis hijos, de mi mujer...
Es cierto que podía ensayar también los giros cósmicos, hablar del mundo y sus terribles problemas, del hambre, de las guerras, de los opresores y de los oprimidos, de la Solidaridad, de Dios o de la Historia, el juego que darían Chiapas y Sarajevo, el juego que están dando ya en la literatura catalana los genocidios y los genocidas, en fin, de todos esos grandes y estocolmeños asuntos que nos comprometen bastante poco y que no suelen cambiar nuestros hábitos de vida, pero es difícil imprimir a la voz un timbre adecuado para abordarlos, si no se es, como decía Stendhal, un pequeño farsante.
Aseguraba Renard que a él su Diario le vaciaba. Si yo notara que a mí éste me vaciaba, lo dejaría. Al contrario, uno procura llenar el diario de casi todo. No sé por qué, los diarios me han parecido siempre uno de aquellos viejos ultramarinos en los que se vendía de todo, de aquí y de las colonias, y en cuya trastienda solía reunirse, al final de la tarde, una selecta cofradía. También yo, al atardecer, "la hora de la pintura" y de las confidencias, vengo al diario, colmado mío solo, y tertulio conmigo sin resignarme a que el día se lo lleve la noche como una pavesa. Asimismo creo que se van publicando estas estancias para que tú y yo, mutuas ficciones, nos hagamos compañía un rato, a la espera de ese invierno que deseo no nos sea demasiado cruel ni largo. Luego vendrán esta y otras muchas primaveras, y muchos otros inviernos, cantarán de nuevo los jilgueros y petirrojos, las acacias del Rastro se llenarán de flores y la plaza de París se cubrirá de las hojas secas de los castaños. Estamos aquí para celebrar que la vida pasa igual para todos. Estos diarios son los ojos míos y los tuyos, y deben mirarlo todo, incluso les sorprenderemos guiñándose aquí y allá, cuando tengan esa fantasía o cuando la realidad se contonee inesperada y llamativamente.
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Ésta no es una buena época, oye uno por todas partes, y Madrid es una ciudad inhabitable. En realidad la época no es ni peor ni mejor que otras ni Madrid mejor ni peor que otros pueblos. Vamos montados en el péndulo de un reloj que va y viene con una ciega determinación. Podríamos, desde luego, arrojarnos al vacío aprovechando el impulso de una de sus sacudidas, y ensayar la pirueta artística, pero en el fondo es mucho más elegante seguir como hasta ahora y alegrarnos de corazón por aquellos que vengan después, mucho más afortunados que nosotros en todo, aunque se creerán unos desdichados porque imaginarán que la época verdaderamente buena fue la nuestra.
Mientras tanto, tratemos de vivir conforme a aquella máxima, "nadie es más que nadie". Es el único modo que tienen las almas de acercarse unas a otras y enaltecerse un poco, cuando comprenden que la verdad es de todos.
Madrid, invierno de 1998."
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No me diréis que no es un texto maravilloso... De lo mejor que se ha escrito en las últimas décadas. (Aquí es donde el lector del blog se sonríe y piensa: "Hala, ya está otra vez el exagerado del Conde, que cuando algo le gusta es que se pierde..."). Igual que se hizo una pequeña antología de textos sobre Extremadura extraídos de estos diarios (Capricho extremeño se titulaba), yo creo que se debería hacer otra con textos sobre Madrid.

Sunday, March 30, 2008

La pintura de paisajes

"Una historia, cualquiera, se desvanece, pero la vida que ha sido rozada por esa historia queda por toda la eter­nidad. El recuerdo se borra, pero queda otra cosa en su lugar. La tierra toma formas eternas, mientras que el agua se adapta a la fugacidad de todas las cosas, transcu­rriendo sobre ellas. No se pierde en los repliegues de la multiplicidad sino que toma de ellos una cualidad de in­finito que la vuelve perfecta e inmodificable. En cuanto al aire, es un destino de las cosas y las vidas; cuando sólo el recuerdo se aferra a los giros de una hoja desprendi­da, el vacío que ha cavado en el aire intermedio entre los cielos delicadamente superpuestos y la tierra opaca res­plandece de pronto, en una eternidad que imita la del si­lencio y oyen los que tienen el oído muy aguzado. Pero las vidas pasan, y con ellas todo lo demás: civilizaciones, imperios, y hasta la visión y la belleza de los paisajes en su ciclo acuarelado de estaciones.
Nuestro arte siempre ha sido pródigo en la pintura de paisajes. Prácticamente ningún rincón de las casi infinitas provincias carece de un recordatorio historiado en la seda o el bambú. Lo cual produce, si se reflexiona un mo­mento, un efecto curioso sobre la imaginación. Cuando todo lo que podemos ver en un extenso viaje imaginario (que podría llevarnos la vida entera, ¡tan corta es nuestra vida!), todos los lugares y miradas, han sido traducidos al modo de un arte tranquilo y mudo, que se ejerce con cierta independencia del tiempo y sus muchos avatares, entonces la traducción misma, el trabajo del que han sur­gido, se vuelve precisamente imaginaria, fantástica, como el dragón...".
(César Aira, Una novela china)

Thursday, March 27, 2008

La palabra que sostiene

Último post filosófico durante un tiempo (volveré a mis novelas, pelis, fotos y paseos, que son menos aburridos, ¿no?). Después de haber buceado un poco en la cuestión de la condición humana (al menos, lo que resulta imposible negar es que somos una especie que parece llamada a reflexionar sobre su propia naturaleza), veamos una de las posibles hipótesis de trabajo. Hay otras muchas, pero ésta me parece particularmente interesante:
"Para estimar que la dignidad de la condición humana está garantizada y en consecuencia -entre otras cosas- que la ética tiene un sentido, no es necesario -contrariamente a lo que afirma cierto héroe de Dostoyevski- recurrir a la hipótesis de Dios. Es suficiente tener una base sólida para sostener que se da en la vida humana y como rasgo fundamental de la misma aquello que designamos por el término palabra. [...]
La palabra, en suma, redime de la finitud inherente a la condición natural, no por ser trascendente a la naturaleza, sino por ser un fruto perturbador e intrínsecamente subversivo de la misma. [...]
Determinaciones (triviales para cualquier estudiante de lingüística) como la vinculación meramente opositiva y la arbitrariedad hacen de la palabra algo potencialmente infinito y con ello del ser de palabra un posible demiurgo de un universo ilimitado."
"No hay proyecto de mayor dignidad que el consistente en asentar sobre base racional el singularísimo hecho del lenguaje, es decir: un conjunto limitado de elementos fonéticos que abre la vía a un conjunto potencialmente infinito de elementos de significación; una suerte de filtro que mediatiza toda presencia exterior o interior y que, en razón de ello, parece realmente tener la dignidad de ese verbo que, según el mito, un día tomó forma de hombre.
No cabe racionalmente discutir si el verbo se hizo carne, pero siendo, como es, indiscutible que la carne se hizo verbo, cabe perfectamente preguntarse cómo tal cosa ocurrió. Cabe preguntarse por la razón de que en el registro genético se operara esa revolución por la cual a los instintos que reflejan simplemente la tendencia de la vida a perseverar diversificándose, se sumó ese "instinto de lenguaje" al que se refiere Steve Pinker, es decir: tendencia no meramente a perseverar sino a perseverar loquens; tendencia no tanto a conservar la vida como a conservar una vida impregnada por la palabra.
El carácter subversivo de este nuevo instinto se refleja en el hecho de que puede llegar a no ser compatible con los instintos directamente vitales, tal como sucede cuando, bajo amenaza de tortura o muerte, un hombre no traiciona convicciones forjadas a través de una palabra compartida."
(Víctor Gómez Pin, El hombre, un animal singular)

Sunday, March 23, 2008

Saturday, March 22, 2008

Si esto es un hombre

Al hilo de la entrada anterior (que trataba sobre una tontería) me ha surgido una pregunta terrorífica sobre la que me gustaría reflexionar: en los campos de exterminio nazis o del Gulag soviético, ¿quiénes son realmente más humanos: las víctimas o los verdugos?

Da miedo hasta el mero hecho de planteárselo, pero yo creo que si analizáramos esta cuestión en todos sus posibles significados, interpretaciones o derivas, algo aprenderíamos. Por un lado está la deshumanización sistemática a que es sometida la víctima y, por el otro, la violencia extrema -¿"humana, demasiado humana"?- de los verdugos.


Supongo que el quid de la cuestión estaría en determinar qué es ser humano, qué concepción tenemos del hombre. ¡Nada más y nada menos! Entre la misantropía y el humanismo me debato.

PD: Las fotos las hice el otro día en el Paseo del Prado. Son esculturas de Igor Mitoraj.

Wednesday, March 19, 2008

De la vergüenza ajena (o el humanismo doloroso)

¿Qué es la vergüenza ajena? ¿En qué consiste exactamente? ¿Qué tipo de acciones o actitudes nos provoca, en general, ese sentimiento maldito? ¿Cuántas clases de v. a. hay? ¿Qué posibles medidas o remedios se pueden tomar para evitarlo? Etc.
Mientras esperamos a que alguien le eche huevos y escriba un Tratado sobre la vergüenza ajena para dar respuesta a esas cuestiones tan urgentes y necesarias, aquí van algunas ideas sueltas.
Pese a lo que algunos puedan pensar, la vergüenza ajena no es un síntoma de elitismo ni de soberbia, sino un efecto de "humanidad": una demostración de intensa y absoluta compenetración con el género humano. Yo casi lo igualaría con el respeto a los derechos humanos, en este caso a la propia dignidad: no la dignidad de uno como individuo sino en tanto que miembro de la especie. Tiene también una dimensión ética, en la medida en que busca la ejemplaridad de todo acto humano.
La v. a. equivale a sentir el ridículo ajeno como algo propio, como algo que nos pertenece, que nos incumbe. Es una situación dolorosa, totalmente incompatible con la risa. No te puedes reír. Sólo cabe sufrir. Eres como la víctima colateral de un suicida irresponsable. Y tu sentido de la dignidad humana es el billete a la condena.
Por lo general la vergüenza ajena es una señora muy puñetera. Hay veces en que, de repente, nos asalta a traición el recuerdo de una vergüenza ajena muy lejana, que ya casi habíamos olvidado, y la cabrona sigue escociendo igual...
Todo esto viene a cuento de que me han venido a la cabeza aquellas imágenes de Cañizares, el portero del Valencia, cuando perdieron la final de la Copa de Europa frente al Bayern de Múnich (año 2001). Cañizares, ya bastante mayorcito y con su pelo teñido de Piolín, lloraba como un niño histérico y mimado en plena pataleta y, alzando sus brazos al cielo, increpaba al mismísimo Dios llamándole hijo de puta. Daba puñetazos al suelo, tiraba la toalla y la volvía a recoger, se acurrucaba en el césped como un poseído y hacía extraños gestos, reclamándose víctima de una conspiración interplanetaria. Cuando repartían las medallas de los perdedores, se negaba a recoger la suya, enrabietado. "¡¡¡¡Hijo de puta!!!!", gritaba -llorando- dirigiéndose al Altísimo.
Todavía me corroe la vergüenza cuando me acuerdo... Qué dolor inefable. Ese no saber perder.

Tuesday, March 18, 2008

Monday, March 17, 2008

El árbol de los zuecos

Si ayer rumiaba el horror y la muerte, hoy rumio la vida y la belleza.
Fuimos por la tarde a la Filmoteca a ver El árbol de los zuecos (1978) de Ermanno Olmi, una preciosa película sobre la vida de unos campesinos en la región de la Lombardía a finales del siglo XIX. La vida que llevan es muy dura (a ratos también alegre), pero está contada con tal serenidad, compasión y sentido de la armonía que resulta siempre hermosa. Es pura poesía.
Dura tres horas y sólo cuenta la rutina diaria de estas familias italianas. No os la recomendaría porque a lo mejor os parece un coñazo tremendo, como a ese señor de las primeras filas que se pasó toda la película durmiendo (sus ronquidos resonaban por todo el cine Doré, e incluso alguien llamó al acomodador para que le despertase; a mí me entraba la risa viendo la escena, surrealista). Sin embargo, la película no me pareció ni lenta ni aburrida. Los planos no son artificialmente eternos y estáticos, sino más bien cortos (o eso me pareció a mí), y se suceden con ritmo adecuado. No hay casi trama argumental, pero pasan muchas más cosas de lo que puede parecer a primera vista. Ocurre la propia vida, que no es poco. Yo, que normalmente cuando llevo hora y media de película ya me empiezo a cansar y a ponerme inquieto, tengo que decir que aguanté perfectamente los 180 minutos de sesión, que se dice pronto.

En El árbol de los zuecos todo es sencillo, claro, natural, directo. La forma de contar las cosas está en los antípodas del manierismo, del intelectualismo y de la exageración melodramática, todo eso que tanto me molesta en directores -éstos sí lentos y coñazo- como Bergman o Antonioni. Este Olmi es más del estilo del neorrealismo italiano. Está más en la línea de un Rossellini, que para mí es de los más grandes.
Algunas imágenes me recordaron mucho al cine de Víctor Erice, que había dirigido El espíritu de la colmena cinco años antes. Los actores son la propia gente del pueblo y lo hacen fenomenal. La naturaleza está cargada de vida, de fuerza, de belleza... Como digo, pura poesía. Y la música de Bach también aporta su granito de arena.
La escena en que cae la nieve es de las más bonitas que he visto.

Sunday, March 16, 2008

Rumiando el horror

Sigo dándole vueltas a los reportajes sobre el nazismo que pusieron anoche en La 2. Es difícil quitarse esas imágenes de la cabeza: miles de cadáveres apelotonados en los campos de exterminio, los "experimentos" médicos del doctor Mengele, los fusilamientos y ahorcamientos posteriores de los culpables, etc, etc, etc.
Un horror tras otro, superando todos los límites de salvajismo imaginables.

Friday, March 14, 2008

Diccionario del Diablo (A-D)

Aburrido. Dícese del que habla cuando uno quiere que escuche.
Admiración. Reconocimiento cortés de la semejanza entre otro y uno mismo.
Año. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Autoestima. Evaluación errónea.
Belladona. En italiano, hermosa mujer; en inglés, veneno mortal. Notable ejemplo de la identidad esencial de ambos idiomas.
Cañón. Instrumento usado en la rectificación de las fronteras.
Cínico. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser.
Cobarde. Dícese del que en una emergencia peligrosa piensa con las piernas.
Confidente. Aquel a quien A confía los secretos de B, que le fueron confiados por C.
Congratulaciones. Cortesía de la envidia.
Convencido. Equivocado a voz en cuello.
Conversación. Feria donde se exhibe la mercancía mental menuda, y donde cada exhibidor está demasiado preocupado en arreglar sus artículos como para observar los del vecino.
Dentista. Prestidigitador que nos pone una clase de metal en la boca y nos saca otra clase de metal del bolsillo.
Disimular. Poner camisa limpia al carácter.
Discusión. Método de confirmar a los demás en sus errores.
(Ambrose Bierce, 1842-1914?)

Wednesday, March 12, 2008

Desmontando a Harry

Es mi película preferida de Woody Allen. El personaje de Harry Block es, en mi opinión, el perfecto resumen y quintaesencia de todos los personajes de Allen, que en el fondo son siempre el mismo personaje: el propio Allen autopsicoanalizado. Y la estructura narrativa en este caso es modélica.
Me acuerdo perfectamente de cuando la vi por primera vez. Primera sesión de un día entre semana, cines Conde Duque de Alberto Aguilera.
Lo recuerdo porque es la única vez que he estado solo en el cine. Y cuando digo solo no me refiero a ir sin nadie, sino a que no había nadie más en la sala. Yo solo. Lo juro. No sé ni por qué me la pusieron (pensaba que tenía que haber un quórum mínimo de tres personas o algo así). Allí estaba yo sentadito... y la sala vacía. No entraba nadie. Empezó la peli, el acomodador cerró la puerta... y nadie más entró.
Al principio me sentía raro, porque me daba nosequé reírme... allí... yo solo, sin nadie que me secundase, sin ninguna risa humana alrededor, sólo silencio. No sé, me daba cosa, como si me pareciera de pirado eso de reírse solo. Pero después me olvidé y ya me descojonaba tan tranquilamente. Qué le iba a hacer. Yo y Woody frente a frente.
Esta escena es la que más me gusta. Es realmente antológica. En cualquier selección de la historia de la comedia tendría que figurar entre las primeras, creo yo. Cada vez que la veo es que me parto... Kristie Allie está que se sale (para darle 20 Oscars sólo por estos cinco minutos de obra maestra), y ese Woody Allen con sus excusas, pasotismos y ocurrencias... que sacarían de quicio a cualquiera. Dan ganas de cogerle del cuello y asfixiarle, la verdad. Verdaderamente genial.

Lo siento. No la he encontrado en español.



Tuesday, March 11, 2008

Trouble every day

Dos canciones:

Saturday, March 08, 2008

14 de abril de 1931

Alfonso XIII ha abandonado España y se ha proclamado la Segunda República. De madrugada, Josep Pla se pasea por el centro de Madrid:

"Tras haber cenado, hallándome en la Puerta del Sol y en la calle Mayor, me parece indispensable acercarme a lo que hasta ahora ha sido el Palacio de Oriente o Palacio Real.
Grupos de aspecto suburbial, con alguna mujer, ligeramente bebidos, con banderas, latas de petróleo, trozos de estatuas mutiladas o derribadas, van y vienen por las calles, gritando y cantando, pero con aire de estar ya un poco cansados. Llego a la plaza. La enorme mole del edificio, cerrado a cal y canto y en la más absoluta oscuridad, produce una gran impresión. Su aspecto es tétrico, fantasmal, dramático.

La plaza es una caldera humana. En los jardines delanteros se ve algún cuerpo tumbado en el suelo, durmiendo (algunos, roncando). Las oleadas humanas se suceden sin parar, van y vienen enarbolando gritos y canciones, vivas y mueras, gesticulantes, con las facciones descompuestas y sudadas. El Palacio parece muerto. [...] Una mujer, sentada en un banco, con una criatura dormida en brazos, observa con mirada perdida el gran edificio...
Madrid vive una madrugada frenética. Vuelvo a pie, paso a paso, por la calle del Arenal. Paso frente al hotel donde vi, tras los cristales del comedor, a Menéndez Pelayo ante una taza de café y una copita de coñac. La oleada de gente dirigiéndose a la plaza de Oriente no cesa nunca.
En la Puerta del Sol oigo a una señorita de mal vivir decirle a una amiga, con aire resignado:
--Con esto de la República, todavía no me he estrenado..."

(Josep Pla, Notas para Sílvia)

Tuesday, March 04, 2008

Lisboa Dreaming

Lisboa es un sueño difuso, irreal. Tanta claridad deslumbra al visitante. Guiñas el ojo. Las gaviotas se emborronan. Las cosas se acercan y se alejan. El paisaje palpita.

Hitchcock + Cheever = un relato real.

Saturday, March 01, 2008

Revista de Prensa

Si un buen libro me recuerda a una rica merienda, los suplementos culturales son lo que hojeo distraídamente mientras me tomo la merienda (los jueves) o desayuno (los sábados). Normalmente sus efectos soporíferos suelen ser devastadores, aunque a veces traen agradables sorpresas.
En el ABCD de hoy viene una breve pero estupenda reseña de Rodrigo Fresán sobre Viajando en grupo, de Henry Green. Lo vi el otro día en una librería y la verdad es que sólo por la cubierta (la parte inferior de un reloj en el que pone "London") me apeteció comprármelo, aunque me contuve y sólo lo curioseé un poco. Habrá que hincarle el diente cuando llegue a la biblioteca. Es lo malo de ser anglófilo (sobre todo londonófilo), que me ponen una foto con el Támesis o el Big Ben y ya estoy perdido.
Por cierto, que la semana pasada en ABCD venía un trozo del libro que acaba de salir de Alejandro Sawa, ilustre habitante de la calle Conde-Duque. Tiene buena pinta. Se titula Crónicas de la bohemia: "Pelotón sombrío. Longfellow y Walt Whitman, el uno ungido con gracia apolínea, el otro alimentado con médula de leones, son americanos. Poe, no. Aun nacido en París, la ciudad del arte por excelencia, hubiera pertenecido al pelotón sombrío de los poetas malditos. Echado a la vida en el país de los magazines y del reclamo, Poe fue un aurífice saturniano venido al mundo para sufrir".
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Placa en recuerdo de Sawa (c/ Conde Duque, nº 7)

En Babelia dedican el número de hoy al gran Ian McEwan: lo entrevistan en su casa (el cabrón vive en Fitzroy Square, ¡qué envidia!) y Eduardo Mendoza hace la crítica de su último libro. Así da gusto.
En cambio, todavía no he podido digerir las perlas que soltó el Señor de las Nocillas en la
entrevista de El Cultural del otro día. El titular da una idea bastante aproximada del nivel de ingeniosidad del conjunto: “Proust es un maestro pero su magdalena hoy nos viene envuelta en plástico y envasada al vacío”. No comment. Habla Fernández-Mallo de la "propuesta postpoética", la "nueva literatura", la "docuficción", el "punto ciego", el "afterpop" y otras etiquetas y eslóganes publicitarios. Parece que nos está intentando vender un producto de márketing (envasado al vacío, supongo). Es una pena, porque me parecía una persona cabal. Menos mal que nos aclara que no ha tratado a Wittgenstein en persona, que si no sería ya para preocuparse.

Afortunadamente, el que sigue sembrao es Rafael Reig. Pulsa uno su link y tiene asegurado lo que la mayoría de los libros actuales no nos ofrecen: buena escritura, inteligencia, sentido del humor... ¡y gratis! ¿Qué más se puede pedir? Muy grande.