Thursday, October 27, 2011

Monday, October 24, 2011

La trama

Pasaron tantas cosas, y tan seguidas, que no sé por dónde empezar a contarlas. No es fácil tomar una decisión, el momento del inicio lo determina todo en una historia, su alcance, su sentido, su evolución, hasta su desenlace, no es lo mismo lanzarse de cabeza in media res que hacer un análisis detallado de los antecedentes, lo que -si fuéramos puntillosos- podría llevarnos siglos. ¿Dónde poner el principio, dónde sacar la navaja y cortar la cuerda de las causas de la que tiramos con tan desmedido afán? ¿Y dónde sellar la conclusión, dónde poner punto-y-final si no es en el ahora, el siempre-ahora permanente que nunca se calla (y por tanto tendríamos que seguir hablando sin parar hasta el fin de los tiempos para poder contarlo todo, es decir, para poder contar esto, aquello, algo)? Quizás sea verdad lo que defienden algunos y esta idea del tiempo como línea no sea más que un prejuicio, un engaño, un remedio espiritual para tranquilizar a los cobardes, a los temerosos. Hay que aprender a vivir en el caos perpetuo, en un instante absoluto que perdura eternamente. Sólo sabemos que alguien quería matarle y que lo consiguió. Ahí se acaba todo. Poco más que decir. Ni una sentencia, por muy firme que sea, podrá desdecir lo que ha ocurrido. Lo demás sólo sirve para que algunos carroñeros rellenen los periódicos. No, no existe el antes y el después, eso es algo que ponemos nosotros, que no sabemos vivir sin nuestro pequeño orden que comunica sentido. Queremos ser los dioses de las horas, los creadores de lo que es, porque se van haciendo los hechos con las palabras. Se va pronunciando el mundo a medida que lo inventamos, contando lo que creemos, lo que imaginamos. Sí, ya sé, cada uno tiene derecho a dar su punto de vista, pero quizás ni siquiera hay algo sobre lo que formarse una opinión o tener una perspectiva. El vacío es irrepresentable. El que vio la pistola no vio al asesino, el que recogió el cadáver no estaba en el momento del disparo, el que cree que lo sabe todo resulta que está equivocado. Lo importante es lo que queda sin narrar. Ahí está lo decisivo.
Me niego a contar mi versión, no la diré por mucho que me insistan, por mucho que la ausencia de palabras se vuelva en mi contra y me haga sospechoso de algo tan desagradable, por mucho que me aprieten las tuercas, uno tras otro, todos los fiscales de este mundo. No hablaré, mi voz será el silencio, hasta evitaré los gestos en respuesta a las preguntas (si las hubiera). Nada tengo que ocultar, soy inocente, por eso mismo renuncio a mostrarme, a decirlo, a decirme, pues la penitencia está en el delito y no hay mayor delito que la palabra dicha. Todos se agarran a la palabra dicha. La desfiguran, la tergiversan, la multiplican. Sé que callando todo irá mejor, nos ahorraremos el disgusto, unos y otros y los de más allá, las cosas seguirán su marcha lenta, sostenida, implacable, sin la influencia del maldito charlatán que lo cuenta todo sin pararse siquiera a respirar. El mundo es muy cotilla. Doy mi palabra de que no diré nada. Doy mi palabra, la entrego, me rindo, me deshago de ella. Estoy cansado y solo y derrotado. Nada tengo, ni siquiera hambre. Sólo me queda este silencio ensordecedor, este frío que quema, estas palabras que, al no ser nunca dichas, resuenan sin eco en la boca de todos los estómagos vacíos. Los hechos se crean con las palabras. Se les da vida a los seres a fuerza de nombrarlos. Y yo siempre tuve alma de sepulturero.

Friday, October 21, 2011

Larvatus prodeo

"La Novela es una Muerte; transforma la vida en destino, el recuerdo en un acto útil y la duración en un tiempo dirigido y significativo. Pero esta transformación sólo puede darse ante los ojos de la sociedad. La sociedad impone la Novela, es decir un complejo de signos como trascendencia y como Historia de una duración. Por la evidencia de su intención, captada en la claridad de los signos novelísticos, reconocemos el pacto que une con toda la solemnidad del arte, al escritor con la sociedad. El pretérito indefinido y la tercera persona de la Novela, no son más que ese gesto fatal con el cual el escritor señala la máscara que lleva. Toda la literatura puede decir: “Larvatus prodeo”, me adelanto señalando mi máscara con mi mano. Ya se trate de la experiencia inhumana del poeta, que asume la más grave de las rupturas, ya la mentira creíble del novelista, la sinceridad necesita aquí signos falsos, y evidentemente falsos, para durar y ser consumida. El producto, y finalmente la fuente de esta ambigüedad, es la escritura. Ese lenguaje especial cuyo uso da al escritor una función gloriosa pero vigilada, manifiesta una especie de servilismo invisible en los primeros pasos, que es propia de toda responsabilidad: la escritura, libre en sus comienzos, es finalmente el lazo que encadena el escritor a una Historia también encadenada: la sociedad marca con los signos claros del arte, con el objeto de arrastrarlo con más seguridad en su propia alienación."

(Roland Barthes, El grado cero de la escritura)

Thursday, October 13, 2011

Sevilla 1896



Me voy a una Sevilla sin procesiones, ferias ni toros. Menos typical, espero, que la de los hermanos Lumière. Aunque el calor no nos lo quita nadie: más de 30 grados a mediados de octubre.

Friday, October 07, 2011

Dos muertes, dos estilos

Si pones en Google “Steve Jobs” y “visionary” te salen 200 millones de resultados. Si pones “Steve Jobs” y “genius” más de 88 millones. Más de 27 millones si pones “Steve Jobs” y “guru”. Y si pones “Steve Jobs” y “change the world” más de 3 millones y medio. Parece que los tópicos han sepultado al mago de la innovación y el marketing tecnológico. Sería absurdo negar su valía en todos esos aspectos, y sobre todo su condición modélica de “self made man”, tan adorado en EEUU, pero a mí había algo que no me acababa de convencer de este hombre, algo que me daba mala espina, no sé por qué. Vamos, que no me fiaba. Quizás era esa obsesión por el éxito, esa desmedida avaricia, ese oscurantismo ególatra, ese acaparamiento febril de los hallazgos…
Me interesa, sobre todo, su dimensión estética, como diseñador. En su famoso discurso en la Universidad de Stanford daba algunas claves de esto: “En aquella época la Universidad de Reed ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los pósters, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano. Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí asistir al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía. Aprendí cosas sobre tipografías serif y sans serif, sobre los espacios variables entre letras, sobre qué hace realmente grande a una gran tipografía. Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante. Nada de esto tenía ni la más mínima esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando el primer computador Macintosh, recordé todo eso. Y diseñamos el Mac con eso en su esencia. Fue el primer computador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquel curso concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún computador personal los tuviera ahora. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía y los computadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen”.

Las comparaciones son odiosas e imposibles, pero ahora que todo el mundo llora la pérdida del cofundador de Apple, a mí me gustaría recordar a Michael S. Hart, el creador del Proyecto Gutenberg, que murió hace un mes (se le considera también el inventor del libro electrónico). No recuerdo haber visto ninguna noticia de su muerte en los medios españoles. Tampoco conozco nada del personaje, pero su proyecto borgiano me parece una de las ideas más hermosas que se han concebido: una biblioteca digital universal a disposición de todo el mundo. A diferencia de los productos de Jobs, el Project Gutenberg no tiene ningún objetivo comercial. Frente al sistema cerrado, exclusivista y endogámico de Apple, el Proyecto Gutenberg se concibe de forma totalmente abierta, para el uso gratuito de todo el mundo contando con su participación desinteresada: simplemente toma lo mejor de la humanidad para ponerlo al servicio de ella misma con la ayuda de quien se preste voluntariamente. Ya sé que no son dos modelos comparables, por muchas razones. Pero a mí me gusta mucho más éste.
Desde luego, para mí ha sido mucho más útil el Proyecto Gutenberg de Hart que todos los inventos de Jobs. No tengo iPod ni iPhone, ni interés alguno por tenerlos. Estuve a punto de comprarme un MacBook Air cuando estuve en la famosa tienda de Nueva York, pero al final no me decidí (por cuestiones prácticas, de trabajo). Me quedé con las ganas. Y todavía no tengo un iPad, aunque me gustaría (a ver si me lo regalan). En cambio, gracias a la idea de Hart, puedo leer (y escuchar) miles de libros siempre que quiera, desde donde quiera, simplemente haciendo clic.