Tuesday, March 31, 2009

Las estaciones de la Tabla Redonda

"Con este signo de noble aventura empezó Arturo el año nuevo, ansioso ya por escuchar las promesas que prometía. Si al principio, cuando se sentaron a la mesa faltaban comentarios de esta clase, ahora tuvieron todos sobrado motivo de conversación. Gawain había estado alegre al empezar aquellos juegos; pero no os extrañéis de que al final se le viera taciturno, porque si bien los hombres se sienten animados y alegres después de haber bebido copiosamente, un año pasa pronto y nunca concluye igual: rara vez concuerda el final con el principio. Y así pasó la Pascua y el año que a ella seguía, y corrieron las estaciones una tras otra en rápida sucesión. Después de la Navidad llegó la severa Cuaresma, que prescribe para el cuerpo pescados y alimentos austeros. Luego vino el tiempo que combate al invierno en el mundo: el frío mengua y retrocede; las nubes se disipan, la lluvia brillante se derrama en cálidos aguaceros sobre los campos y se abren las flores; la hierba y los árboles se visten de verde; las aves se afanan construyendo sus nidos y cantan animadas a la espera del dulce verano que ya no tardará; las yemas y los capullos se hinchan y revientan en alegres y espléndidos colores, y una música gloriosa se difunde por el bosque".
(Sir Gawain y el Caballero Verde)

Sunday, March 29, 2009

Polaroids rotas (II)

Un sombrero en el aire, el ruido de los zapatos, el paraguas que gotea sobre la alfombrilla, el movimiento de las caderas cuando sube las escaleras balanceándose.
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Recién duchada, se le pega el flequillo a la frente. Fuma un cigarro sentada en el borde de la bañera. La toalla le bordea los pechos. Unas gotas de agua resbalan por los hombros. Él piensa que así, recién duchada, huele a nuevo y brilla más. El espejo está empañado por el vaho, reflejando asesinos, nubarrones, sombras.
Suena el teléfono.
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La ciudad está vacía. Ella lleva un vestido blanco vaporoso. Está preciosa. El desequilibrio de los tacones, al caminar, marca el músculo de las piernas y la curva del culo. Se apoya en el columpio. Se besan. Pasa un borracho con su andar inestable. Intenta disimular que está borracho. Le lanza un guiño. Un matrimonio con carrito de bebé se para junto a un árbol. Dos monjas atraviesan la plaza.
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Presunción de inocencia:
Mientras no se demuestre lo contrario, todas las mujeres son maravillosas.

Tuesday, March 24, 2009

Las manías ortográficas de JRJ

Por fin he encontrado las explicaciones que da Juan Ramón Jiménez para sus manías ortográficas: es decir, por qué escribe con jota las palabras en ge, gi; por qué usa s en vez de x en palabras como escelentísimo, etc. Están en un artículo de 1953 publicado en la revista Universidad de Puerto Rico: "Mis ideas ortográficas" se titula. ¿"Ideas"? Veamos.
Empieza JRJ dando una razón con la que muchos estaríamos de acuerdo pero que no parece aplicable en este caso porque no tiene nada que ver con el tema: "Por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil". Como principio está muy bien, pero en este caso no resulta creíble, no le veo la relación (y no se digna a explicárnosla).
A continuación suelta JRJ una idea de aurora boreal: "Porque creo que se debe escribir como se habla, en ningún caso como se escribe". O sea, que los andaluces a su manera, los catalanes a la suya, los extremeños, los argentinos, los venezolanos, etcétera. Vamos, que para entender los libros de un canario o de un cubano las pasaríamos realmente putas. La idea es tan estúpida que no creo que ni el propio JRJ se la creyese mínimamente (me parece que García Márquez defendió algo parecido hace unos años).
Después lanza otro principio general plausible pero que en este caso queda reducido al absurdo, pues afirma todo lo contrario de lo que hace con estas manías ortográficas: "Por antipatía a lo pedante". No se me ocurre actitud más pedante que llevarle la contraria a todos los demás mortales y distinguirse como el único listo entre tanto tonto, por las razones que sean.
La siguiente explicación sí parece más creíble: cuenta JRJ que su abuelo tenía un Diccionario enciclopédico de la lengua española elaborado de esta manera por un montón de ilustres señores (y JRJ nos suelta pedantísimamente más de treinta nombres de esta guisa: "don José Amador de los Ríos, individuo de la Real Academia de la Historia y catedrático de Literatura de la Universidad de Madrid...") y que, claro, se acostumbró desde pequeño a usarlo y escribir así. Bien, nos lo creeremos. Pero esto lo que demuestra es que todo lo que ha dicho antes es mentira.
Por fin, en el alegato final (con su dosis de humor), JRJ se quita definitivamente la máscara: "En fin, escribo así porque soy testarudo, porque me divierte ir contra la Academia y para que los críticos se molesten conmigo". Esto sí que me lo creo, y me parece bien (cada uno es libre de hacer lo que quiera), pero habría que objetarle un par de cosas: va contra una academia defendiendo los principios de otra (la del Diccionario enciclopédico de su abuelo), y para molestar a los críticos nos jode la lectura a todos los demás (o sea, les da una patada a los críticos en nuestro culo). Pues vaya negocio... ¿De verdad era necesario todo eso?
No sé, en este asunto sigo sin tener claro si JRJ era sólo un pedante elitista o era tonto del bote o, lo que me parece más probable, el tío era más terco que una mula.

Thursday, March 19, 2009

Psicosis

"Entró en el cuarto de aseo, se desembarazó de las zapatillas con un gesto de los pies, y se agachó para soltarse las medias. Luego levantó los brazos, se quitó el vestido y lo arrojó a la habitación. No le importó que cayera al suelo. Se soltó el sostén...
Después entró en la ducha. El agua estaba muy caliente, y debió abrir un poco la otra llave. Por fin, abrió las dos y dejó que la cálida lluvia cayera sobre ella.
El cuarto empezó a llenarse de vapor. El ruido de la ducha no le permitió oír cómo se abría la puerta de la habitación, ni los pasos que se acercaban. Y cuando las cortinas de la ducha se abríeron el vapor oscureció aquel rostro.
Fue entonces cuando lo vio: un rostro que miraba entre las cortinas, colgando del aire, como una máscara. El cabello aparecía cubierto por un pañuelo y los vidriosos ojos la miraban inhumanamente; pero no era una máscara; no podía serlo. La piel estaba cubierta de polvos blancos y había dos rosetas rojas en las mejillas. No era una máscara. Era la cara de una vieja loca.
Mary empezó a gritar. Entonces la abertura de las cortinas se ensanchó y apareció una mano, armada con un cuchillo de carnicero. Un cuchillo que cortó su grito.
Y su cuello".
(Robert Bloch, Psicosis)

Wednesday, March 18, 2009

El incendio de Nerón

Desde aquí veo a la chica del acné escandaloso, al portero que vaguea, al jubilado sentado en un banco leyendo su periódico, a los niños que juegan en los columpios, a los controladores del estacionamiento regulado (que se reúnen a la misma hora en la misma esquina para fumarse un cigarro), al que pasea a su perro con desgana, a la madre esbelta que empuja con estilo el cochecito del bebé, etc. Un poco más allá estará el mendigo que no tiene dientes y que siempre se pone los dedos en forma de V en los labios para pedir de fumar.
Llevo casi un año aquí y todavía no he hablado de mi barrio. Bueno, en realidad mi barrio, como tal, sigue siendo el de siempre, el que me da nombre. Éste es sólo el lugar donde ahora vivo.
Al principio me costó acostumbrarme a mi nuevo barrio. Echaba de menos mis paseos cotidianos (ese itinerario de rutina siempre novedosa y sorprendente: San Bernardo-Gran Vía-Fuencarral), aunque sigo yendo mucho por allí. Por esta zona hay menos vida, menos lío, menos gente, que es el decorado que más me gusta para mis paseos. Sin embargo, también tiene sus cosas buenas: sus terrazas veraniegas, su piar de pájaros mañaneros, los tranquilos paseos por las callecitas desiertas de chalecitos con jardín, mucho árbol, algunos parques y, por supuesto, también sus calles llenas de tráfico y bares y gente y tiendas. Quizás el lugar más característico del barrio sea la zona en la que confluyen cuatro elementos dispares: una iglesia horrible con forma de sombrero mexicano, un carrusel para niños que en invierno produce tristeza, un edificio muy bonito que ahora está abandonado o en remodelación (el de la foto) y un parque lleno de motivos alemanes (por allí andan la cabeza de Beethoven, un oso levantado sobre sus patas traseras, unos trozos del Muro de Berlín…). La mayor parte de las calles tienen nombres de países hispanoamericanos.
En las noches europeas o ligueras, cuando sopla el viento propicio, desde mi terracita se escuchan los goles del Gran Templo del Fútbol (el Bernabéu está a un cuarto de hora andando). Vale, ya sé que este año andamos de capa caída y no hay muchos motivos para la alegría, pero a veces se oyen, lo juro. Es como un eco apocalíptico de trompetas y alaridos que reverberan en el aire. El incendio de Nerón.

Sunday, March 15, 2009

Saturday, March 14, 2009

Don Quijote: la historia y la historiografía

"La interacción entre la historia y la historiografía viene a ser como una especie de encarnación y desarrollo en espiral del gran equívoco por el que "historia", que designaba en un principio sólo la historia de los hechos, pasó a designar también los hechos de la historia, de modo que hubo que habilitar para la escrita, donde cupiese equívoco, el derivado de "historiografía". (Palabra que, sin embargo, deja fuera, en un lugar extraño, las genéricamente llamadas "fuentes documentales", que, a su vez, comprenden tanto puros testimonios informativos como verdaderos "actos" operantes, o sea papeles con poder de acciones, en la medida en que tienen la capapcidad jurídica de "surtir efecto" -órdenes, leyes, etc-, donde el valor -o poder- performativo de la firma "de puño y letra" del rey funde en uno escritura y acción. De modo que los archivos no guardan sólo testimonios sino también auténticos hechos de la historia. Pero ésta es otra cuestión.) Y a tal respecto no fue, por cierto, la menor de las muestras del talento de Cervantes la de haber acertado a explicitar tan llanamente cómo la autorrepresentación humana puede tomar la forma de, por así decirlo a falta de otra expresión menos retorcida, una anticipación retroproyectiva, cuando Don Quijote, en su primera salida, va leyendo "como en profecía" lo que "en los venideros tiempos tiempos" escribirá, en tercera persona, el narrador de sus "famosos hechos" de lo que él está haciendo en ese instante, sobreimprimiendo imaginariamente, como en un palimpsesto, sobre su "aquí y ahora" actuante el "allí y entonces" escrito de su propia historia venidera. Autosubrogarse el "hoy" del "yo" viviente y actuante en el "ayer" del "él" de la historia que un día lo contará, o, dicho de otro modo, representarse el "hoy" de lo que en primera persona puede uno decir de "sí" como el "ayer" de lo que en tercera persona podrá decir de "él" un narrador futuro es transfigurar la propia persona en "personaje" y, por ende, adoptar, de la forma que fuere, "condición histórica"; dicho, naturalmente, en un sentido lúdico y caricaturesco".
(Rafael Sánchez Ferlosio, God & Gun)

Wednesday, March 11, 2009

Cuadernos

Antes de tener blog, le escribía cuadernos a la Esfinge. Eran cajones de sastre en los que cabía de todo: lo que veía, lo que pensaba, lo que me había pasado, cosas que leía, recuerdos, recortes, folletos de exposiciones, billetes de avión, entradas de conciertos, fotos de cuadros... Mitad diario, mitad collage. O sea, una especie de blog pero más íntimo. Lo que más me gustaba escribir eran los diarios de viajes, como me sigue pasando.
El otro día la Esfinge sacó esos cuadernos del baúl de los recuerdos y los he estado hojeando un poco, aunque con cierto temor o aprensión. Algunas cosas me dan un poco de vergüenza, sobre todo las intimidades románticas o algún exceso de estilo; otras me gustan, seguramente porque me traen buenos recuerdos. De todas formas, no pienso leerlos detenidamente (sería muy aburrido), sino sólo darles un rápido vistazo.
Al abrir el baúl y desempolvar algunos recuerdos olvidados, se le pone a uno el gesto un poco bizco del nostálgico. Por ejemplo, el último día que acudí a la Academia en la que había estado dando clases de filosofía y donde había disfrutado mucho (era antes de verano, era una casa vieja, medio en ruinas pero muy bonita; estaba triste, aunque me iba porque yo quería):
Di un paseo por las aulas vacías, crujía el suelo de madera vieja, las paredes desconchadas me miraban mudas, como no queriendo decir la palabra maldita... Me asomé a la galería, el viejo patio tan hermoso como el primer día, la luz de un sol tan doméstico como vibrante. Era como un vecindario de fantasmas, una colección de fotografías muertas, la ropa tendida en el aire, como un pasado muy remoto, de gente que no vive ya (ni en mí, ni en nadie)... Y en una esquina, olvidado, manchado de tiza, junto al borrador, mi cadáver.
Hace un rato se me ha ocurrido mirar lo que escribí hace justo cinco años, el día de los atentados de Atocha:
11 de marzo de 2004
Ha sido un día horrible. [...] Es muy difícil resistir las lágrimas al pensar en toda esa gente destrozada, carbonizada, sin brazos, sin piernas, al pensar en esos muertos solitarios que han perdido la vida al ir temprano a trabajar, al pensar en sus familias [...].
Al llegar a la Puerta del Sol vi que las colas para donar sangre eran inmensas, infinitas: cientos y cientos de personas estábamos allí en silencio; cabizbajos, serios, con cara de preocupación por la gente que había sufrido el atentado (todavía no sabíamos cuántos muertos o heridos) pero, no sé, con una serenidad muy extraña, sin ningún miedo, como queriendo hacer mucho más de lo que podíamos hacer.
Unos días después se suicidaron los terroristas islamistas en Leganés y precisamente me tocó empezar una sustitución en un instituto de Leganés (la suerte siempre es oportuna). Cada vez que subía a los trenes de Cercanías la angustia me encogía el corazón. Recuerdo que nos mirábamos unos a otros con una extraña mezcla de compasión y miedo.

Monday, March 09, 2009

C'était un rendez-vous

París, 1976. El director de cine Claude Lelouch recorre las calles de París a velocidad suicida (y homicida), esquivando a los demás coches y saltándose todos los semáforos en rojo.
Una locura que uno no se cansa de ver. No hay ningún corte ni trucaje en la imagen; es totalmente real. El sonido, al parecer, sí fue añadido después (de un motor Ferrari, mientras que el coche en el que va es un Mercedes). Lo raro es que no atropellase a alguien o acabase estampado contra un muro. La ciudad se ve muy bonita a esas horas del amanecer (los lugares son fácilmente reconocibles). Por supuesto, cuando se hizo pública la grabación Lelouch fue detenido por la policía.


Lo mejor de esta locura es que ya está hecha. Que a nadie se le ocurra imitarla...
Treinta años después, el propio Lelouch recuerda y repite el itinerario en el mismo coche, pero a velocidad normal.

Thursday, March 05, 2009

Apología del libro de bolsillo

Pues sí, lo reconozco. Me gustan mucho los libros de bolsillo, y no sólo por el precio. La mayor parte de los libros que tengo son de bolsillo. Esto no da muy buena imagen en la estantería de cara a las visitas, pero para el alimento del espíritu es lo mejor. Cuando estaba en la universidad prácticamente sólo compraba libros de bolsillo, y ahora también; si son novedades que salen primero en tapa dura, prefiero esperar (nunca hay tanta prisa ni necesidad). De hecho alguna vez no he tenido paciencia y después me he arrepentido; no por el gasto innecesario, sino porque la edición de bolsillo que salía después me gustaba mucho más.
Ya sabéis lo que decía Juan Ramón Jiménez: en edición distinta los libros dicen cosas diferentes. Pues bien, en mi caso hay libros que ni siquiera fui capaz de leer en tapas duras y que en cambio en su edición de bolsillo disfruté mucho; en muchos casos el diseño interior, la caja, los márgenes, la tipografía... y, sobre todo, la flexibilidad y comodidad del formato mejoran infinitamente la versión de bolsillo respecto a la otra. En otros casos, evidentemente, no.
Hay editoriales que no tienen ningún "sentido del bolsillo" y fabrican unos engendros horribles (no pondré ejemplos, pero hay muchos casos, basta con entrar en una librería para verlos), hay otras que van perfeccionando su gusto (véanse, por ejemplo, en Destino, las penosas ediciones de hace unos años y cómo han mejorado bastante últimamente; incluso ahora me parece un ejemplo claro de cómo la edición de bolsillo es mil veces mejor que su edición en tapa dura, que no hay quien la lea con gusto) y, por último, hay unas pocas que tienen un don especial para manejarse en este formato. Para mí Debols!llo (de Random House Mondadori) se merece una mención especial en este sentido. Ovaciones y aplausos para ellos, sí señor. Además de recuperar en los últimos tiempos algunas joyas que andaban perdidísimas y olvidadas (Manual del distraído de Alejandro Rossi, los Diarios de Jules Renard, Todo como antes de Kjell Askildsen, etc), su colección de Bibliotecas de Autores está muy bien (aunque, por supuesto, en ella no falta la inevitable morralla de isabeles allendes y similares).
No voy a hacer un análisis sistemático de las editoriales de bolsillo, porque no tengo ganas ni tiempo, aunque podría ser interesante. Pero sí quiero hacer constar mi curiosa relación de amor-odio con Alianza Editorial: seguramente le debo más a su colección de bolsillo que a ninguna otra (todo Kant o Nietzsche o Kafka o Dostoyevsky lo he leído ahí) y algunos de los diseños de cubierta de Daniel Gil son tan buenos que por sí solos merecen ya que uno se los compre, pero por dentro hay bastantes que son un asquito. Además, en cuanto son un poco gruesos es fácil que se te desencuadernen, los muy cabrones, y empiezas a dejar un rastro de calendario por los suelos. Y sus Bibliotecas de Autores (cada uno con su colorcito) me quitan las ganas de leerlos, no sé por qué; no las soporto, menos Borges.
En conclusión, que para mí es mucho más apetecible leer Vida y destino de Vasili Grossman en la reciente edición de Debols!llo, flexible y manejable, que en el tocho impracticable de Galaxia Gütenberg (a pesar de ser ésta una de las mejores editoriales -y con mejor gusto y criterio- de nuestro país).
Fijaos hasta qué punto me atraen las ediciones de Debols!llo que incluso estoy pensándome muy seriamente adquirir el pack de la trilogía Tu rostro mañana de Javier Marías, lo que, después de lo ocurrido hace un año, tiene mucho mérito (por todas las partes). Quién sabe, quizás ahí estaba el quid de la cuestión, que no pudiese digerir a Marías: ¡la culpa era de esos formatos horribles de Alfaguara! A lo mejor ahora lo disfruto y todo. O no, ya os contaré.