"De rodillas en la iglesia (incluso en la catedral) nos enfrentamos a los hechos elementales de nuestra humanidad. Lo alabamos, lo bendecimos, lo adoramos, lo glorificamos y nos preguntamos quién es el barítono del otro lado del pasillo y esa mujer hermosa de nuestra derecha que huele a manzano".
"Mamá murió el 22 y no le presto más atención que a los bordes de un cáliz lleno de vino".
"Primero, el Miércoles de Ceniza e la calle 125. La luz del sol primaveral se difunde sobre las calles alejadas del centro. Es una luz conmovedora y turbadora, y, Dios mío, qué depresión".
"Esta mañana a misa. Creo que voy a confirmarme. Mi idea, esta mañana, es que hay amor en nuestra concepción, que no nos amasó una pareja en celo en un hotel de segunda".
"¿Y qué importa si un domingo, al entrar en nuestra iglesia de piedra sin calefacción, el sacerdote con sus velas y campanillas os recuerda algún rito iniciático de la infancia, una ceremonia en el granero o el cobertizo para ingresar en la misteriosa orde de la Avispa Verde? ¿Qué importa si nuestras mentes divagan por asuntos indignos de la oración, si nos concentramos en los almohadones rotos, aspiramos el perfume de la mujer que está delante, analizamos nuestra vida sexual, soñamos con un café bien caliente o pronunciamos las contestaciones con voz más fuerte que la del hombre que está al otro lado del pasillo? ¿Qué importa todo eso?"
(John Cheever, Diarios)
"Mamá murió el 22 y no le presto más atención que a los bordes de un cáliz lleno de vino".
"Primero, el Miércoles de Ceniza e la calle 125. La luz del sol primaveral se difunde sobre las calles alejadas del centro. Es una luz conmovedora y turbadora, y, Dios mío, qué depresión".
"Esta mañana a misa. Creo que voy a confirmarme. Mi idea, esta mañana, es que hay amor en nuestra concepción, que no nos amasó una pareja en celo en un hotel de segunda".
"¿Y qué importa si un domingo, al entrar en nuestra iglesia de piedra sin calefacción, el sacerdote con sus velas y campanillas os recuerda algún rito iniciático de la infancia, una ceremonia en el granero o el cobertizo para ingresar en la misteriosa orde de la Avispa Verde? ¿Qué importa si nuestras mentes divagan por asuntos indignos de la oración, si nos concentramos en los almohadones rotos, aspiramos el perfume de la mujer que está delante, analizamos nuestra vida sexual, soñamos con un café bien caliente o pronunciamos las contestaciones con voz más fuerte que la del hombre que está al otro lado del pasillo? ¿Qué importa todo eso?"
(John Cheever, Diarios)