Acaba de salir el segundo volumen de los
Diarios de Iñaki Uriarte, correspondiente a los años 2004-2007. El
primero fue una revelación, un descubrimiento, un rotundo éxito. Las frases elogiosas de la faja (esto siempre suena a señora gorda) lo ratifican: Vila-Matas, Muñoz Molina, Trapiello, García Martín, Jordi Gracia... Grandes expertos en el género "diarios" y autores de referencia que demuestran que, pese a lo que dice su lema, la editorial Pepitas de Calabaza tiene ya más proyección que un Cinexín.
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Al igual que Gesualdo Bufalino, Uriarte se ha destapado como escritor con más de sesenta años. Es algo así como el equivalente en literatura a esos actores curtidos durante décadas en la oscuridad de los teatros que, de repente, a la edad en que los demás se jubilan, hacen una película y reciben el Óscar al Mejor Actor Revelación. Uriarte, como nunca ha trabajado, no puede jubilarse, y ha decidido ofrecer a la sociedad una pensión de alegría en forma de libros. Imagino que ha debido de ir curtiéndose la prosa por dentro a lo largo de muchos años (como quien hace un plan de pensiones, por seguir con la tontería), a base de lecturas desordenadas, ociosas, casuales, gozosas, de digestión reposada, sin ansia ni obligaciones ni prisa, quizás con cierta pereza, anotando algunas citas en la libreta del cerebro, y sobre todo asistiendo al espectáculo de la vida con esa sabiduría que da observar las cosas sin darles demasiada importancia. Quizás es la única forma de que salga la escritura tan natural, tan precisa, tan fluida.
Empieza Uriarte este volumen diciendo que a veces vuelve a sus anotaciones “como quien vuelve a casa, y soy yo mismo el que me abro la puerta y me recibo y me doy conversación". Y así es también como se siente el lector: como ante un amigo que le recibe en casa en zapatillas y le da conversación en el sofá mientras se toman un café tranquilamente. Es un estilo amigable, cálido. Una ironía sonriente. En vez de llamar a la puerta, sólo tienes que abrir las páginas de sus diarios, y vuelven a la conversación los otros compañeros de siempre: Montaigne, Nietzsche, Borges (más el gato que el escritor ciego)... Sale uno de allí contento, reposado, sobre todo porque ha pasado muy buen rato. Has disfrutado, has aprendido, te has reído. Y también te llevas la tarea de algunas lecturas pendientes, como
Mi vida, de Girolamo Cardano, que estoy deseando atacar.
Os dejo algunas perlas:
-“Por rica en espiritualidad que sea su conversación, acabas siempre perdiendo el hilo y fijándote en su chaqueta, sus pantalones, su gabardina”.
-“‘Yo soy muy discreto’. Es verdad, no habla más que de él”.
-“En cualquier nacionalista hay algo de turista del propio país”.
-“El tiempo más perdido de mi vida son esos eternos minutos que transcurren desde que comienzas a despedirte de una reunión hasta que por fin consigues irte de una vez”.
-“Cada vez que nos vemos me reprocha que una vez le dije que me parece demasiado susceptible”.
-“Yo también pienso que el mundo, la vida, o lo que sea, me ha tratado injustamente. Pero a mi favor”.
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Hoy se cumplen cinco años de este blog. Sólo mirando el número de entradas por año (aquí, a la derecha) se puede apreciar el imparable proceso de decadencia... Es normal, supongo, no tiene mayor importancia, pero no puedo dejar de preguntarme: si seguimos la misma proporción deflacionista, ¿cuándo llegará el día de la consunción?