“La edad de este hombre no tiene ninguna importancia. Puede ser muy viejo o muy joven. Lo esencial es que no sepa dónde está y que tenga ganas de ir a cualquier parte.
Por eso, como en los westerns americanos, él siempre toma el tren en marcha. Sin saber de dónde viene (origen) ni a dónde va (fin). Y se baja en marcha, en un pequeño poblacho en torno a una estación ridícula.
Prefiere viajar, bajarse en el camino; es así como se comprende la verdadera filosofía, que es la que la gente tiene en la cabeza y que es siempre conflictiva. Desde luego, puede también solucionar unos problemas, apaciguar unos conflictos, pero a condición absoluta de dominar sus pasiones.
Es entonces cuando lee a los Indios, a los Chinos (el Zen) y a Maquiavelo, Spinoza, Kant, Hegel, Kierkegaard, Cavaillés, Canguilhem, Vuillemin, Heidegger, Derrida, Deleuze, etc. Se convierte así, sin quererlo, en un filósofo materialista casi profesional — no materialista dialéctico, ¡ese horror!, sino materialista aleatorio.
Alcanza entonces la sabiduría clásica, el «conocimiento» del tercer género de Spinoza, el superhombre de Nietzsche y la inteligencia del eterno retorno: saber que todo se repite y que no existe más que la repetición diferencial.
Entonces puede discutir con los grandes idealistas. No solamente los entiende, sino que les explica a ellos mismos las razones de sus tesis. Y los otros se sumen a veces en la amargura, pero ¡y qué! Amicus Plato, magis amica Verita”
Por eso, como en los westerns americanos, él siempre toma el tren en marcha. Sin saber de dónde viene (origen) ni a dónde va (fin). Y se baja en marcha, en un pequeño poblacho en torno a una estación ridícula.
Prefiere viajar, bajarse en el camino; es así como se comprende la verdadera filosofía, que es la que la gente tiene en la cabeza y que es siempre conflictiva. Desde luego, puede también solucionar unos problemas, apaciguar unos conflictos, pero a condición absoluta de dominar sus pasiones.
Es entonces cuando lee a los Indios, a los Chinos (el Zen) y a Maquiavelo, Spinoza, Kant, Hegel, Kierkegaard, Cavaillés, Canguilhem, Vuillemin, Heidegger, Derrida, Deleuze, etc. Se convierte así, sin quererlo, en un filósofo materialista casi profesional — no materialista dialéctico, ¡ese horror!, sino materialista aleatorio.
Alcanza entonces la sabiduría clásica, el «conocimiento» del tercer género de Spinoza, el superhombre de Nietzsche y la inteligencia del eterno retorno: saber que todo se repite y que no existe más que la repetición diferencial.
Entonces puede discutir con los grandes idealistas. No solamente los entiende, sino que les explica a ellos mismos las razones de sus tesis. Y los otros se sumen a veces en la amargura, pero ¡y qué! Amicus Plato, magis amica Verita”
(Louis Althusser, «Portrait du philosophe matérialiste», 1986)
2 comments:
Aunque no tuviera todas las buenas entradas tiene, este fragmento justificaría la existencia de tu blog.
Ha sido una agradable sorpresa tropezar con su blog. No llevo mucho tiempo en esto, me refiero a navegar por blogs, pero ya he leìdo de casi todo en onanismo mental.
Felicidades
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