Sunday, March 28, 2010

Polanski hace de Hitchcock

Así se cuenta una historia, pensaba esta tarde mientras veía The Ghost Writer, la última película de Roman Polanski. Me ha parecido un ejemplo notable de cine entretenido y bien hecho. El estilo, el ritmo, la caracterización de los personajes, la ambientación de los escenarios... todo está perfectamente orientado a un mismo fin: la narración de una historia. La ves tan a gusto, tan atento, que al final de las dos horas te da igual si algún hilo argumental se queda suelto o si alguna duda flota en el aire.


No digo que sea una obra maestra como Chinatown, pero está bastante bien. El mejor elogio que puedo hacer es que por momentos me ha recordado a Hitchcock. Los momentos de angustia y de suspense tienen relieve, fuerza, no como los refritos endebles a los que nos tienen acostumbrados tantas películas del género thriller o suspense. La banda sonora, al igual que la casa de la playa y algún otro detalle, me han hecho pensar inevitablemente en Con la muerte en los talones. No sé si son homenajes conscientes, pero desde luego lo parecen.
Hace poco vimos Shutter Island, de otro de los grandes, Martin Scorsese, que también transcurría en una isla de ambiente opresivo. Era otra película claramente "de género" (tirando más hacia el terror), aunque en este caso la historia se iba bastante de la olla. El estilo me gustó, sobre todo al principio de la película. Quien tuvo retuvo, eso está claro. Pero se me hizo un poco larga, tenía algunos detalles innecesarios y en conjunto no es tan redonda como The Ghost writer. Por cierto, supongo que han traducido el título como El escritor porque lo de El negro sonaría muy mal, además de equívoco.
Inolvidable la imagen final, cuya belleza te hace olvidar el absurdo comportamiento que acaba de mostrar el protagonista. Es lo que tienen los macguffins de Hitchcock, que están tan maravillosamente envueltos que no te importa nada el contenido.


Polanski (76 años) y Martin Scorsese (67 años) han demostrado que los viejos son capaces de hacer buen cine. Otro caso sería el del aclamadísimo Clint Eastwood (79 años), aunque éste me suele parecer -no lo puedo evitar, lo siento- demasiado melodramático, tramposo y sentimentaloide (menos en Sin perdón).

Sunday, March 21, 2010

Desgracia impeorable

Así se llama el libro que escribió Peter Handke en recuerdo de su madre. Lo escribió pocas semanas después del suicidio de ésta por una sobredosis de narcóticos. Pero no hay nada morboso ni eso.
Se trata, simplemente, de contar la historia de su madre. Me está gustando mucho. Hay una especie de honestidad, de claridad, de desnudez, de escribir la historia de alguien sin tretas ni disfraces literarios. Además, a los recuerdos les acompaña en todo momento la reflexión directa, evocativa, sin trampa ni cartón. Por ejemplo, hay unos párrafos dedicados a la época del nazismo que me parecen más ilustrativos que muchos tochos de historia escritos sobre el tema:
"Los ladrones reincidentes que acababan de soltar se denunciaban a sí mismos alegando que los objetos robados los había comprado en almacenes que, por haber pertenecido a judíos, ya no existían.
Proclamas con desfiles de antorchas y solemnidades; los edificios, equipados con las nuevas insignias tenían su lado frontal y saludaban; los bosques y las cumbres de las montañas se ataviaban; a la población del campo los acontecimientos históricos se le presentaban como un espectáculo de la Naturaleza.
"Estábamos bastante excitados", contaba mi madre. Por primera vez hubo experiencias de vida en común. Incluso el aburrimiento de los días de labor se convertía en un clima festivo "hasta altas horas de la noche". Por fin se revelaba una gran coherencia en todo lo que hasta ahora había sido incomprensible y extraño: las cosas se ordenaban poniéndose en relación unas con otras e incluso el trabajo, que tenía un automatismo alienante, adquirió sentido, se convirtió en una fiesta. Los movimientos que uno llevaba a cabo en este trabajo, debido a la conciencia de que al mismo tiempo los estaban realizando infinidad de otros seres, se ensamblaban formando un ritmo deportivo... y con ello la vida cobraba una forma en la que uno se sentía bien arropado y, sin embargo, libre."
(Peter Handke, Desgracia impeorable)

Thursday, March 18, 2010

News & Links

Leyendo El Cultural. Viene interesante este número.
Pasada la polvareda de los elogios institucionales (cuando un político recita ante el micrófono las alabanzas que le han escrito sus colaboradores, da bastante repelús y hasta vergüenza ajena), podemos leer un especial sobre Delibes.
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Parece que se pincha la burbuja del nocillismo, si todavía quedaba alguien que la viera inflada.
Rafael Chirbes da en el clavo varias veces, con simples dosis de sentido común:
—“En narrativa creo que se ha hecho de todo. Sterne ponía páginas en negro para contar que era de noche, se saltaba la paginación como elemento narrativo, y manejaba el tiempo como chicle. Eso ocurría hace más de doscientos años. Cada uno que haga la literatura que pueda, si sirve para contar su tiempo. Pero conviene no olvidar que obras son amores y no buenas razones. La novela no necesita de pontífices, sino de novelistas.”
—“En literatura es muy difícil dar saltos. Se puede saltar para llamar la atención, pero eso lo hacen los autores, no los libros. Dos Passos escribió sabiendo que existían el cine, los periódicos, la radio, los rascacielos, los ascensores, el paro y la guerra... En cada tiempo se escribe desde los materiales que se tiene a mano. Nada nuevo bajo el sol. Lo único verdaderamente peligroso cuando se escriben libros es no saber que existen las bibliotecas (aunque sean virtuales). Se corre el peligro de repetir (como payaso) lo que alguien ya ha contado como escritor”.
—“Lo que hace daño a la literatura es la mala literatura. Lo que sí que es muy malo cuando se escribe es escuchar mucho ruido, o hacerlo: el ruido, en novela, se escribe en silencio”.
Por su parte, Álvaro Pombo recuerda que el fragmentarismo no es ninguna novedad y se remonta, por lo menos, a los años veinte, con T. S. Eliot y su Tierra baldía. Yo le diría que se remonta a Heráclito. José María Guelbenzu lo tiene bastante claro: “La ansiedad por el cambio parece ir por delante del cambio. Ya Claude Simon planteó que, como nuestra percepción de la realidad es fragmentaria, la novela, en la medida que trata de representarla, ha de serlo también. Pero lo que hay responde más bien a un juego de corta, pega y mezcla que a la verdadera búsqueda de un sentido que justifique nuevas formas. A mí me parece que esta especie de inquietud sobre el futuro de la novela responde antes a un asunto clásico (la necesidad de matar al padre) y a una estrategia comercial (la búsqueda de un hueco de poder y un trozo de mercado) que a una verdadera aventura del estilo y de la expresión”. Y Molina Foix, de los que hablan seguramente el peor dotado para la narrativa, es el que se muestra más nervioso, más contundente: “Todo está inventado. Lo que pasa es que la gente hace sus experimentos, con más o menos interés y profundidad, aunque resulte evidente que lo fragmentario, el collage, la literatura prismática, si quiere llamarla así, existe desde hace décadas. Por eso no creo que podamos hablar ni de inventos ni de revoluciones literarias. Sólo son inventos publicitarios, propagandísticos incluso, promovidos por los autores y sus círculos mediáticos. No hay nada más”.
Las respuestas de los aludidos no se atreven a entrar en materia ni están a la altura. Sólo el victimismo de Mallo está a la altura del nerviosismo de Foix. A ver si con esto se acaba ya el debate ficticio-coñazo.
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Seguimos leyendo. Supuestas poesías inéditas de Quevedo.
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Por último, Juan Bonilla nos cuenta con cinismo y facturas en dólares el periplo de la cultura, su descenso subvencionado a los infiernos, someros y apagados. El sumidero por donde se escapan nuestros impuestos.
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Ya fuera de El Cultural. Por primera vez podemos ver cerca la derrota de ETA, que se ha sentenciado matando a un policía francés. Lo positivo de la idea no quita su fondo vergonzoso, siniestro.

Tuesday, March 16, 2010

Friday, March 12, 2010

"Sentí el exprés de Galicia"

"El sol es fuego y la casa está imposible. La madre y yo dormimos con las ventanas abiertas y comunicadas, pero ni aun así. Cada tren que pasa es un susto y a la madrugada, con los vencejos, no se puede parar. Pero menos malo es esto que ahogarse. El chaval de Crescencio lleva unos días durmiendo en la azotea, sobre un jergón, y cada mañana se levanta con la cara perdida de carbonilla.
Anoche vino por casa Aquilino. Renquea un poco de la pierna izquierda, pero está muy mejorado. [...]
Me avisó el maestro de Villagina que están concluyendo la vendimia y, a la tarde, me agarré la burra y me fui para allá. Si aguardo dos días, las ovejas se meten en los bacillares y cosa perdida. El campo, a pesar del buen tiempo, ya va para abajo. Los chopos de la carretera se deshojan y las huertas de Villavieja amarillean. Nada más apearme me recomendó un tipo que anduviera al quite, porque el pregonero del pueblo había anunciado que merodeaba por allí un perro rabioso. Le pregunté si sabía las señas y me dijo que era negro, rabón, como de diez kilos de peso. Añadió que el alcalde había prometido una recompensa a quien lo despachase. [...] De regreso, me topé con un perro negro, acostado junto a las ruinas del transformador. La Doly empezó a gruñir y se le pusieron de punta los pelos del espinazo. La llamé y me acerqué al paredón con tiento. El animal se incorporó con las orejas gachas y ciertamente me miraba torcido. Era rabón, de pequeño tamaño y me gibaba liquidarlo, pero en cuanto se arrancó, me armé y lo tendí de un tiro. Subí al pueblo en la bicicleta y le planté al cabo que acababa de matar un perro negro, rabón, como de diez kilos de peso. Él andaba de cháchara y no me hizo mucho caso. [...]
Llevo unos días con pesadillas. Sin ir más lejos, anoche soñé que mataba a tiros a un perro rabioso, y cuando me llegué donde él resultó que era un pastor. Tomasito me conducía de las orejas donde el cabo, y el cabo, al vernos, rompió a reír y le dijo a Tomasito que los dos éramos responsables, puesto que el pastor tenía dos tiros. Me desperté medio ahogado. Por la tarde estuve cobrando unos recibos. Pero no pasa día sin que recuerde al perro negro de Villagina. Deben de ser los remordimientos."
(Miguel Delibes, Diario de un cazador)

(Valladolid, 17 de octubre de 1920-12 de marzo de 2010 )