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Cuando en 1868 se contruyó la línea de metro entre Paddington y Bayswater, ésta pasaba justo por debajo de los números 22 y 23 de Leinster Gardens y se necesitaba un espacio libre para desahogar de humo los túneles, pues las locomotoras todavía eran a vapor. Hubo que derruir dos casas y en el hueco decidieron levantar las fachadas.
En los años treinta un timador ganó bastante dinero vendiendo entradas a precio de diez guineas para un baile benéfico que tendría lugar en Leinster Gardens. Por mucho que aquella noche llamasen a la puerta elegantes señores y señoras vestidos de fiesta, nadie salió a abrirles.
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La fachada por delante y por detrás. Ya se sabe que en la época victoriana todo eran apariencias.
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