Friday, June 08, 2012

Grupo salvaje

Antes de dejarnos narcotizar placenteramente por el "bienvenido opio" de la Eurocopa (lo ha clavado Javier Marías en este artículo), cerramos la temporada de clubes con la lectura de Grupo salvaje, de Manuel Jabois. Como pasaba con Una insolencia de Marcos Abal, es un libro pequeñito y genial sobre la infancia, sobre una infancia gallega; más coincidencia aún, sobre una infancia pontevedresa. Aunque esta vez jugamos en casa: el Real Madrid. 
Estoy de acuerdo con Jabois en que el fútbol es "un estado natural de la infancia", una cosa pasional, visceral e irracional que no precisa de tanto intelectualismo filosofístico: "Yo sé que se está empezando a poner de moda el intelectual que se acerca al fútbol como tipo analítico y frío al que le falta tomar apuntes durante el partido con gafas de pasta y diga ejem. Nos quieren arrebatar a los animales el fútbol, quieren que veamos las jugadas con ojos raros, que nos especialicemos en tácticas [...]. El partido de fútbol pienso yo que es la infancia alocada, parcial y furiosa de quien patalea y llora. Ahí uno está defendiendo su parcela de niñez. Es algo muy serio. No hablo de los cabezas rapadas de turno ni de la escoria que mancha la vida a través del fútbol, sino del fútbol que ennoblece la vida haciéndola un poco más primitiva, acaso un poco más sucia y pasional".
Hasta aquí totalmente de acuerdo. Después, cuando descendemos a lo concreto, empiezan las divergencias, los matices. Me parece que mis referencias y gustos futbolísticos no son los mismos que los de Jabois, y ya alguna vez hemos discutido de esto. El madridismo de Jabois, creo yo, está en la línea oficial del socio merengue. Mi madridismo, en cambio, ha sido siempre un madridismo herético, a la contra de la opinión mayoritaria del hombre-masa que abarrota el Bernabéu, que -por decirlo suavemente- no tiene ni puta idea. Tengo la sensación de haberme pasado media vida defendiendo a Guti frente a Raúl. Me recuerdo, como un héroe ridículo, levantándome de mi asiento para aplaudir a Seedorf en mitad de la estruendosa pitada, desafiando al personal en honor de la justicia (poética y no poética). Mi ídolo madridista sigue siendo Zinedine Zidane (en la infancia lo fue Butragueño), el arte blanco en su máximo expresión y perfección, no Juanito ni Hugo Sánchez ni Pepe. Yo a Pepe y a Sergio Ramos los hubiese echado hace mucho tiempo del Madrid, por no llegar al cociente de inteligencia mínimo exigido. La estupidez tiene mucho peligro, y luego pasa lo que pasa. Pero la gente de bufanda al viento los aplaude a rabiar. No se dan cuenta del engaño. Si no estuvimos hace unas semanas en la final de la Champions, fue por culpa de esos dos descerebrados y sus respectivos penaltis: el que uno provocó sin venir a cuento y el que el otro lanzó a las nubes con su "guante" por bota. Fin del inciso/desahogo.
Este Grupo salvaje se lee muy rápido y se te acaba en un suspiro, pero se te quedan grabadas las imágenes y las sensaciones. Lo que más me gusta es cuando cuenta detalles de lugares, momentos y personas: el viaje de la derrota con la olla de cocido en el maletero, el paisanaje del bar peluquería, el niño recepcionista del hostal, la emoción de las retransmisiones por la radio, los gestos de Fan de Higuaín... Y, por supuesto, ese sentido del humor que nunca falla: "Yo soy buena gente. Quiero decir, como Pascual Duarte: no soy malo, señor"; "Te encontrabas con otros chicos de los recados y parábamos todos a jugar con las canicas, nos enseñábamos las bicis o nos quedábamos en silencio media hora uno delante del otro, hasta que alguien decía: 'Marcho, que teño que marchar'"; "El barcelonista, pensé, es un hombre no avisado, alguien a quien no se le dijo nada, como si se le dejase crecer en la ignorancia; un niño al que no informan del día de su nacimiento y se queda sin cumpleaños toda la vida. Yo solo podia sentir compasión"; "Fui un niño mesonero, madridista y muy católico, de los que se atormentaban con el pecado al punto de cometerlos todos, como un Cristo enloquecido". Etc. 
De pequeños mi padre sólo nos llevaba al estadio a mi hermano y a mí cuando jugaba un equipo gallego. Como entonces el Celta y el Deportivo estaban en segunda, tuve la carambola de ver a la Quinta del Buitre en el Castilla, que todavía jugaba sus partidos en el Bernabéu. Sí, Butragueño fue nuestro primer ídolo, inolvidable, aquel mago del área que sacaba palomas de la chistera, visto y no visto, con ese cambio de ritmo tan cruyffiano. El día de su homenaje-despedida, mientras se nos despeñaban por la barbilla las migas del bocadillo de salchichón en las gradas, toda la infancia se nos vino abajo.
"Al fin y al cabo es a las emociones antiguas a las que se les tiene más cariño, como hijos que le acompañan a uno desde niño. Lo sagrado del partido del Madrid permanece quieto como el primer dia; como si, desde el primer partido, el Madrid solo hubiera jugado un primer partido tras otro. Y ese regreso perpetuo a lo que fuimos es un milagro en la medida en que uno siempre, pase lo que pase, es del Madrid como la primera vez". Amén.

5 comments:

Portarosa said...

Pues a por él.
Este sí que se lo regalo a mi padre (le dejé el de Maba y, madridista como es, casi le da algo).

Un abrazo.

José Joaquín Blanco said...

A todo esto,Sam Peckinpah está revolviéndose en su tumba por culpa de los problemas emocionales del vampiro de Düsseldorf con su señor tío.

¡Qué forma tan triste e innecesaria de mancillar un título de culto!

Y no hablemos de la maravillosa Lazio de 1974.

De todas maneras,algo jodido debemos tener los gallegos cuando hay entre nosotros, tanto
"Tio Tom " del Madrid.

Pudo ser así:
Sergio Ramos ¿qué opina usted de la necrofilia?
Respuesta: Ozú¡ Siempre que los dos estén de acuerdo,me parece bien, quillo ¿verdad?

Madridista Herético. said...

Polonia y Ucrania.Ergo nos encontramos ante la Eurocopa Joseph Conrad.


"Yo a Pepe y a Sergio Ramos los hubiese echado hace mucho tiempo del Madrid, por no llegar al cociente de inteligencia mínimo exigido. La estupidez tiene mucho peligro, y luego pasa lo que pasa." No se puede estar más de acuerdo con algo que uno no ha escrito.

Soy madridista y galego.No voy a perder tiempo en contestar tonterías.

"De pequeños mi padre sólo nos llevaba al estadio a mi hermano y a mí cuando jugaba un equipo gallego." Me emocioné con la frase.No me duele reconocerlo.Dios bendiga a su señor progenitor.

Los heréticos son los otros. El Madridismo de toda la vida es un madridismo Señor en su evidente superioridad moral y deportiva.
Esta deriva mourinhista siglo XXI con sus coribantes descerebrados nos pasará factura.Nos la está pasando.

Me despido.Enhorabuena por su post.Escrito en un estado de total gracia.Una maravilla.

NáN said...

Coño, pues si leí encantado el otro que propusiste, me leeré este. Me voy a Tipos Infames, pido un vino tinto, compro el libro, pido un segundo o tercer vino y libro y vinos se acaban simultáneamente. O satisfactoriamente.

De niño, mi padre me hizo odiar el fútbol, porque me llevaba a dos partidos por la mañana y uno por la tarde.

Ha sonado la hora de la venganza de Edipo.

El Trapecista Tracio said...

Un post para enmarcar.
Ha clavado el sentir generalizado pero silencioso del madridismo aristocrático.
Mi más sincera enhorabuena.