Tuesday, September 24, 2013

El viejo París: inventario previo a la liquidación

París para la memoria. El libro negro de las destrucciones haussmanianas (Paris pour memoire. Le livre noir des destructions haussmanniennes) es el elocuente título de un precioso libro que se ha publicado en Francia. En él se reproducen las 632 planchas de los dibujos de las fachadas de los edificios del centro parisino realizados entre 1851 y 1854 bajo la dirección del arquitecto Gabriel Davioud (con la ayuda de J. Pappert), justo antes de que la monomanía higienista y modernizadora del ínclito Barón Haussmann arrasara con todo e hiciese desaparecer esas casas para siempre. 

La Prefectura de París tuvo el buen gusto de hacer este encargo para registrar y preservar “al menos en la memoria” estos barrios que serían destruidos. Los bocetos están llenos de detalles e información: los escaparates de las tiendas, las decoraciones de puertas y fachadas… Se trataba de realizar una especie de postrer Inventario Previo a la Liquidación. Casi un millar de edificios reproducidos, dentro del perímetro de Las Halles, la rue de Rivoli y la rue Saint-Jacques. Fue el historiador Pierre Pinon quien descubrió estos diseños en la biblioteca histórica de la ciudad, cuyas láminas coloreadas se destruyeron en un incendio durante la Comuna de 1871.
Viendo las casas y tiendas de este libro nos invade una melancolía similar a la que nos abate cuando recorremos las fotografías de Los palacios de la Castellana (Turner, Madrid, 2010). Presenciamos allí las ciudades que nos han robado. Las vidas que nos han hurtado y que ya sólo podemos imaginar. El placer extinguido, inalcanzable, en nuestros paseos y visiones. 
Querríamos pasear por ese viejo París, por esos barrios destruidos, como desearíamos recorrer La Castellana contemplando preciosos palacios. Ciudades fantasmas que sólo perviven en la memoria común gracias a los dibujos y las fotografías. Mientras caminamos por allí se puebla nuestro cerebro de imágenes que reemplazan los espacios vacíos. Donde antes se elevaban las piedras ahora flotan los espectros.
Todo en nombre del Progreso, que, como dijo Baudelaire, es el paganismo de los imbéciles. 

Saturday, September 14, 2013

George Santayana: una filosofía del viaje

Anduvo toda su vida Santayana soñando con viajes: posibles e imposibles, físicos e intelectuales, en el espacio y en el tiempo, hacia otros cuerpos y por mentes extrañas. Dice, incluso, que si algún día alcanzara el cielo, enseguida saldría a buscar sus límites y se pondría a pasear por las afueras. 
Entre el cuaderno de viajes, el libro de memorias y el ensayo filosófico, la tercera y última parte de la autobiografía de George Santayana Personas y lugares, publicada póstumamente bajo el epígrafe «Mi anfitrión el mundo», es un compendio ejemplar de su pensamiento, su vida y su escritura, unas páginas inolvidables que, junto con los maravillosos Soliloquios de Inglaterra, dan probablemente la medida literaria más alta de su autor. 
[...] Materialista platónico, hombre de porte elegante como su prosa, se imagina uno al anciano Santayana caminando a paso lento por la Riva degli Schiavoni o por el entorno de San Pietro in Montorio, junto a la fontana Aqua Paola, apoyado en un bastón, vestido con traje y sombrero, contemplando el delicioso cuadro veneciano de San Giorgio Maggiore o asomándose al espectacular crepúsculo romano desde el mirador del Gianicolo. Abismado en la observación de lo inmediato, en el hecho súbito de la experiencia, como algo no adulterado ni explicado: imágenes impresionistas, esencias de la belleza que llegan a través del aire, que también es -como él mismo afirmó- una forma de arquitectura. 
Personas y lugares, vistas instantáneas del mundo que cautivaron su mirada al pasar y quedaron fijadas en su memoria. 
"George Santayana: una filosofía del viaje", en la revista Clarín, nº 106.
 
PD: Siete años después del comienzo, quizá sea buen momento para hacer un cambio de título en el blog.

Monday, September 02, 2013

Paris qui dort (1925)

París que duerme es un cortometraje mudo de ciencia ficción dirigido por René Clair. Los primeros cinco minutos son una maravilla. El vigilante nocturno de la Torre Eiffel se despierta una mañana y ve que nada se mueve en la ciudad, como si todos hubiesen muerto. Baja de la torre, se pone a caminar por las calles y no encuentra a nadie, todo está vacío, hasta que por fin descubre a algunas personas que están paralizadas: es como si se hubieran quedado congeladas, en distintas posturas. Todo se había parado a las 3.45 horas a causa del rayo paralizante de un científico loco.