"A las guías ilustradas de los
lugares a los que viajamos —siempre es bueno servirse de lazarillos cuando afrontamos
lo desconocido—, conviene acompañarlas de libros que hablen de esos mismos
lugares pero de un modo parcial y apasionado. Poemas sobre rincones que podrían
pasar desapercibidos, leyendas sobre naufragios que no dejaron pecio alguno,
recuerdos de infancia apuntados en diarios de letra menuda, fotografías de muros
que al atardecer parecen rothkos y de
casas sin encanto aparente donde se traficaron amores o se salvaron patrias. [...]
El diario de quien no sólo fija en palabras los pasos con que descubre las ciudades a las que llega, sino también
del que busca el rastro propio y el de sus lecturas en esas
impresiones apuntadas con cierto vértigo de escritor en trance pero sin
descuido; en esas imágenes de fotógrafo en blanco y negro que, como en los textos
en que se insertan, no encuadran los lugares con que habitualmente los turistas
certifican su estancia, sino los barrios, parques, casas y rincones con que se
alimentan las pasiones arbitrarias. [...] un diaporama sentimental
sobre el que urdir itinerarios urbanos desacostumbrados, más atentos a la
representación de la vida diaria que acogen que a la monumentalidad del teatro
sobre las tablas de cuyo escenario discurre".
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