"De entre todas las capitales del mundo, París es seguramente la más literaria. La «ciudad literaria» por antonomasia. No sólo por la cantidad de libros que se han escrito en ella o sobre ella o tomándola como decorado, ni por los numerosos movimientos o corrientes literarias que ha generado, ni por la cantidad de jóvenes letraheridos que han habitado sus buhardillas con el único propósito de convertirse en escritores, sino también -y sobre todo- porque, en cierto sentido, París existe sólo en la literatura. París es un libro redactado por cientos de escritores.
En La ciudad de los pasos lejanos, obra de José Muñoz Millanes editada por Pre-Textos, aparece en primer plano y de manera privilegiada el París de Azorín, a quien acompañamos en sus paseos por la ciudad del Sena durante los años de la guerra civil. No es el París monumental y esplendoroso al que nos tienen acostumbrados las películas o las novelas, sino más bien un París apagado, humilde, escondido, en cuyos detalles mínimos refulge, sin embargo, una poderosa verdad.
Azorín se dedica a pasear la ciudad en soledad y silencio, sin rumbo fijo, divagando por las calles, observando a la gente y escuchando desde la distancia sus conversaciones (aunque no las entienda bien, pues no domina el francés), descubriendo rincones secretos en parques e iglesias o sentándose en las estaciones del metro en medio del caos de los pasajeros. Los misteriosos pasajes, las plazas luminosas, las tiendas evocadoras, la quietud de los jardines, los cementerios apacibles… Recibimos toda la ciudad a través de su mirada escrutadora, acompañada de las glosas descriptivas -en gran parte arquitectónicas- de su comentarista.
Se entrecruzan también en estas páginas el París de Baroja, el París de Gutiérrez-Solana y el París de Torrente Ballester (a través de su personaje Javier Mariño), así como los apuntes de Mihail Sebastian o Henri Calet, entre otros, trufados a cada rato por el París de Patrick Modiano, seguramente el novelista contemporáneo que más ha utilizado esta ciudad como escenario de sus historias, hasta hacer de ella prácticamente su principal argumento. [...]"
("El París literario de Azorín", en El Cuaderno, nº 53)
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