El vagón, a oscuras, transita por el túnel. Medio perfil de ella se refleja en la ventana. Se le ilumina la cara por la luz que sale de la pantalla del móvil. Un mensaje en el buzón. Mientras lo lee pone gesto de ansiedad, de pesar, de entusiasmo. Finalmente, pulsa una tecla y sonríe.
*****
Lleva un mechón de color morado y un piercing en la nariz. Viste de oscuro y tiene el ceño fruncido, como si estuviese enfadada con el mundo. Su piel es blanca, muy blanca, de una palidez lívida. Cuando sonríe se le ve un pequeño hueco entre los dientes paletos y se le marcan dos líneas que salen de las aletas de la nariz y terminan en la comisura de los labios, dividiéndole la cara en cuatro gajos. No es guapa, pero tiene algo. La sombra de ojos le redobla la mirada, como un tambor el sonido, siempre un eco de sí mismo. Lleva las cejas depiladas. Podría ser una aprendiz de vampiresa.
*****
Sentada en la cama, se quita las medias. Las medias se van enrollando a medida que bajan por las piernas, hasta llegar a la punta del pie, de donde salen convertidas en un gurruño. Cruza una pierna sobre la otra. El gurruño izquierdo queda colgando en el aire mientras se quita la media derecha.
La mirada, el infinito, un pie.
3 comments:
Muy buenas estas prosas. Buen título también.
Grazie, dottore Mabalotti.
Me adhiero, cual lapa, al comentario. Salud y saludos.
Post a Comment