Resulta que el otro día cogí en la biblioteca el Diario póstumo de RGS. A mí eso de llamarle Ramón (o RAMÓN) siempre me pareció tomarse demasiadas confianzas, como si fuese un amigo íntimo o el vecino del quinto, aunque seguramente de entre todos los escritores que uno ha leído ha sido Gómez de la Serna el más "amigo de toda la vida", pues ya desde niño o adolescente nos ha acompañado con sus greguerías.
Para mí RGS es, más que un escritor, la personificación misma de la literatura (de lo que sea que signifique "la literatura" en nuestra época), con todo lo bueno y lo malo (lo sublime y lo ridículo, lo sincero y lo mistificador, lo íntimo y lo espectacular/mediático) que eso supone. Hay muchas cosas suyas que me aburren soberanamente o que me cansan o que ya no me gustan, pero es indudable que su forma de mirar el mundo era totalmente nueva, espléndida y fértil. Su manera de percibir y sentir las cosas es única. Y no se me ocurre ningún otro escritor español del siglo XX que haya influido tanto en los demás escritores. Sospecho que ni Ortega y Gasset ni García Márquez ni Umbral ni Benítez Reyes, por poner unos ejemplos dispares (de distintos estilos y épocas), serían nada sin RGS. Y a nosotros, gracias a esa peculiar "vuelta de tuerca" en la mirada, también nos ha permitido disfrutar más de la vida.
Pues bien, precisamente el ramonianísimo Umbral escribió Ramón y las vanguardias, un libro que se lee con gusto y en el que dice algunas cosas muy acertadas e interesantes (seguramente es de sus mejores libros), pero cuya tesis principal siempre me ha parecido errónea. Viene a decir Umbral que Ramón era un "profesional del optimismo" y que por eso en la etapa final de su vida, deprimido por el exilio y su precaria situación económica y obsesionado con la idea de la muerte, sólo escribió cosas muy malas, porque era incapaz de literaturizar todo eso. La primera parte del enunciado es verdadera (RGS fue sobre todo un gran amante de la vida, del placer, de la calle, de los objetos...), pero la segunda me parece una soberbia tontería. Yo creo que su mirada fue siempre la misma (y, por tanto, también la calidad de su prosa, pues ésta era sobre todo una mirada sobre el mundo); lo que cambiaron fueron las cosas o los temas sobre los que escribía. Además, aunque está claro que su fuerte eran las imágenes y no las ideas, también es posible pensar a través de imágenes. Y nunca dejó de ser ese gran "psicólogo de los objetos" que dijo tan acertadamente Azorín.
Para mí, desde esa nietzscheana explosión de anarquía y pasión por la vida que es El libro mudo hasta esa genial meditación funeraria que es El hombre perdido, toda la obra de RGS raya a la misma altura: la suya. Como digo, su forma de mirar es siempre la misma, estrambótica y surrealista, en busca de lo insólito en lo más cotidiano, con momentos de especial lucidez (aunque también con bastante tontería). Lo que ocurre es que al final de su vida dirige su mirada a cosas más tristes y lúgubres, como la enfermedad y la muerte; de hecho, como sabéis, su autobiografía se llama Automoribundia. Pero es que la muerte, no lo olvidemos, forma parte de la vida, como bien sabía Nietzsche. Curiosamente, también el “optimista” Umbral alcanzó sus cotas líricas más altas en un libro rondado o asediado por la idea de la muerte: Mortal y rosa.
En su diario póstumo escribe RGS cosas como éstas, siguiendo su receta tradicional de "humor (a veces negro) + metáfora + absurdo + metafísica + juegos de palabras" etcétera:
-"Mientras, cada cual está cuidando su cáncer, mimándolo, llevándole al teatro, dándole pan... El cáncer está escondido, con su geografía secreta, pero madurando como un moretón del pellizco que nos dio el destino al pasar, como poniéndonos el hierro, porque ya vamos teniendo edad".-"Los griegos se morían soltando palabras griegas por la boca".-"Todas las toses son incomprensibles".-"El ruido del reloj es que os está cavando la fosa".-"Made: el título que produce más orgullo a los pueblos".-"La verdad, por valiente que uno sea, ¡qué triste es!".-"La USA usa a los hombres y los tira".-"Desayuno: firma de paz del día".-"Mujer: Doña Posturitas".-"La cama está preparada como para hacernos la operación del sueño".-"Colas de cine: colas de hambre de fantasía".
Decía Trapiello que a Ramón estaba muy bien haberlo leído pero que llega un momento en que uno ya no puede (ni debe) leerlo más. Entiendo lo que quiere decir... y sí, creo que tiene razón. Pero, no sé, quizás de vez en cuando nos podemos seguir concediendo un caprichito de juventud y degustar unas greguerías... para desengrasar. Y más en estos tiempos de crisis, ¿no?