"Cuando el cielo está despejado y no brilla demasiado la Luna, el reverendo Roberts Evans, un individuo tranquilo y animoso, arrastra un voluminoso telescopio hasta la solana de la parte de atrás de su casa de las montañas Azules de Australia, unos ochenta kilómetros al oeste de Sidney, y hace algo extraordinario: atisba las profundidades del pasado buscando estrellas moribundas.
Lo de mirar en el pasado es, claro está, la parte fácil. Mira hacia el cielo nocturno y lo que ve es historia, y mucha historia... No las estrellas como son ahora, sino como eran cuando la luz las dejó. La Estrella Polar, esa fiel acompañante, podría haberse apagado en realidad, por lo que sabemos, tanto en el pasado mes de enero de 1854 como en cualquier momento a partir de principios del siglo XIV. Y la noticia de ese hecho podría simplemente no haber llegado aún hasta nosotros. Lo máximo que podemos decir -que podemos decir siempre- es que todavía estaba ardiendo en esa fecha de hace 680 años. Mueren estrellas constantemente. Lo que Bob Evans hace mejor que nadie que lo haya intentado anteriormente es localizar esos momentos de despedida celeste.
Evans es, durante el día, un ministro bonachón y semijubilado de la Iglesia Unitaria Australiana, que hace algunas tareas como suplente e investiga la historia de los movimientos religiosos del siglo XIX. Pero de noche es, a su manera despreocupada, un titán del firmamento: caza supernovas.
Una supernova se produce cuando una estrella gigante (mucho mayor que nuestro Sol) se colapsa y explota espectacularmente, liberando en un instante la energía de 100.000 millones de soles y ardiendo durante un periodo con mayor luminosidad que todas las estrellas de su galaxia.
-Es como un billón de bombas de hidrógeno que estallasen a la vez -dijo Evans.
Si se produjese la explosión de una supernova a quinientos anos luz de la Tierra, pereceríamos; según Evans:
-Pondría fin al asunto -dijo alegremente."
Lo de mirar en el pasado es, claro está, la parte fácil. Mira hacia el cielo nocturno y lo que ve es historia, y mucha historia... No las estrellas como son ahora, sino como eran cuando la luz las dejó. La Estrella Polar, esa fiel acompañante, podría haberse apagado en realidad, por lo que sabemos, tanto en el pasado mes de enero de 1854 como en cualquier momento a partir de principios del siglo XIV. Y la noticia de ese hecho podría simplemente no haber llegado aún hasta nosotros. Lo máximo que podemos decir -que podemos decir siempre- es que todavía estaba ardiendo en esa fecha de hace 680 años. Mueren estrellas constantemente. Lo que Bob Evans hace mejor que nadie que lo haya intentado anteriormente es localizar esos momentos de despedida celeste.
Evans es, durante el día, un ministro bonachón y semijubilado de la Iglesia Unitaria Australiana, que hace algunas tareas como suplente e investiga la historia de los movimientos religiosos del siglo XIX. Pero de noche es, a su manera despreocupada, un titán del firmamento: caza supernovas.
Una supernova se produce cuando una estrella gigante (mucho mayor que nuestro Sol) se colapsa y explota espectacularmente, liberando en un instante la energía de 100.000 millones de soles y ardiendo durante un periodo con mayor luminosidad que todas las estrellas de su galaxia.
-Es como un billón de bombas de hidrógeno que estallasen a la vez -dijo Evans.
Si se produjese la explosión de una supernova a quinientos anos luz de la Tierra, pereceríamos; según Evans:
-Pondría fin al asunto -dijo alegremente."
(Bill Bryson, Una breve historia de casi todo)
3 comments:
A mí siempre me ha dado mucho miedo eso de que, de pronto, el sol se apague, una supernova explote cerca o la Luna cambie de órbita y se estrello contra nosotros. Está todo es un equlibrio tan precario...
¿Sí?
A mí no, la verdad.
Tengo más miedo al IPC.
Qué bueno es ese libro. Una de las citas que reproduce Bryson la utilicé yo en un discurso memorable en el Parlamento de Señoráns. No la recuerdo con exactitud: decía algo así como que la Historia de la Tierra eran prolongados periodos de paz y luego terribles turbulencias. Mucho mejor dicho, joder, pero no tengo el libro a mano.
Post a Comment