Tras unas primeras páginas caóticas y absurdas de síntesis histórica, que me hicieron pensar en lo peor, Historias de Roma remonta el vuelo por el lado del costumbrismo y de las anécdotas periodísticas: cuenta, enseña y entretiene, que es de lo que se trata. Pero uno se pregunta si no hay editor de estos libros, alguien que sepa aconsejar y orientar, al menos en cuanto a orden y estructura. La respuesta seguramente es que el editor sea simplemente ese pelmazo de RBA que mete mucha prisa. El resultado es digno, sí, pero demasiado poca cosa. Roma tiene muchísimo más (y mejor) que contar. Ya sé que contarlo todo es imposible, porque sería infinito, pero el tema merecía más esfuerzo, más tiempo, más calma, más páginas. Y de este autor esperábamos más. En fin, olvidemos las pegas por culpa de las expectativas, que el libro está bastante bien (seguro que con el tiempo, pasado el desengaño, lo iré apreciando más). Además, espero algún día poder escribir mi prometido libro sobre Roma y resarcirme de todas las carencias.
Lo cierto es que Historias de Roma contiene páginas muy buenas. Cuando Enric González hace de Enric González, cuando se olvida de los nombres de los emperadores y de las fechas antes o después de Cristo (que parecen traídas sólo para rellenar páginas) y simplemente nos habla de su casa, del restaurante al que solía acudir o de un personaje romano que conoció en tal sitio, sale lo mejor de su estilo. No necesitamos más que verlo saboreando un capuchino en una plaza o elucubrando sobre los complots vaticanos, con eso nos llega. Por otra parte, la semblanza que hace de Alberto Sordi es inolvidable (para mí lo mejor del libro), al igual que la historia del marqués Casati Stampa, que “sólo disfrutaba del sexo por persona impuesta: le gustaba que su esposa fornicara con jóvenes desconocidos, mientras él fotografiaba, filmaba y anotaba en su diario”. En un alarde de síntesis oratoria, el autor confecciona un monólogo hilarante con frases literales tomadas de Berlusconi:
"Quiero empezar saludando a los asistentes a esta Cumbre contra el Hambre, y muy especialmente a las bellísimas delegadas. Soy el ungido del Señor. Cargo con la cruz, aunque no me gusta mucho hacerlo. Y cada año practico un retiro espiritual, en las Bermudas. El referéndum, sépanlo, será un juicio de Dios. Y beberé el amargo cáliz de volver a gobernar. Vivo bajo el terror de un Estado policial. Acusarme a mí de corrupción es como acusar a la Madre Teresa de Calcuta. También Jesús fue traicionado, y no soy mejor que Jesús. Por supuesto, soy éticamente superior a cualquier otro político europeo. Estoy en contacto permanente con la Divinidad. He escrito las tablas de la ley, como Napoleón o Justiniano. A veces noto que me asalta un complejo de superioridad, pero entonces me digo: menos mal que soy yo. Soy el único italiano que escribe sambas en napolitano. Me han envenenado con armas bacteriológicas. Nunca salgo en televisión. Mi vida está llena de sacrificios. ¿Saben que Margaret Thatcher me dijo que habríamos hecho una gran pareja?"
El capítulo 4, en el que nos guía en un paseo por el centro histórico, me ha llenado de nostalgia y de la necesidad de volver pronto a Roma. Es como estar allí caminando: visualizas perfectamente todos los lugares (si los conoces, claro). No, definitivamente no puedo estar más tiempo sin volver. Ya son casi tres años. Una eternidad, una condena.
6 comments:
Pues a pesar de las carencias que dices, me lo has hecho atractivo.
De eso se trataba, Nán. Las críticas sólo se sostienen por las desmedidas expectativas por mi parte.
Ya digo: os lo recomiendo.
Tres años sin Roma... qué haces que no tomas el primer avión? Las calles esperan tus pasos, seguro
...Estoy deseando leerlas, pero tengo cierto miedo, no sé por qué: las historias de Nueva York y de Londres me parecen insuperables...
...Un abrazo...
Hola, Alicia, Migue.
Lo que está claro es que hay que volver a Roma, siempre que se pueda, y seguir leyendo a Enric González.
Un abrazo.
Tengo ganas de leerlo porque conocía el de NY y me resultó muy agradable. Creo que mi pasión por Roma me hará olvidarme de todos los defectillos que mencionas. Mientras, esperaré a que publiques el tuyo.
Besos, (aunque no dejo comentarios, te sigo).
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