Wednesday, May 11, 2011

David Foster Wallace por Jonathan Franzen

Un alegato de Jonathan Franzen contra la impostura, contra la beatería, contra la mitificación literaria. Yo creo que da en el clavo:

"Estaba enfermo, desde luego y, de alguna manera, la historia de nuestra amistad es que yo queria a una persona mentalmente perturbada. Esa persona acabó suicidandose, de manera premeditada para inflingir el mayor dolor posible en aquellos a los que mas quería, dejando a los que más le queríamos furiosos y traicionados. Traicionados no sólo por la pérdida de una inversión emocional sino por la manera en que ese suicidio nos quitó a la persona amada para convertirla en leyenda. Gente que nunca leyó sus relatros, que jamás oyó hablar de él, había leído su discurso en Kenyon College y lamentó la pérdida de un alma grande y gentil. La oligarquía literaria que jamás seleccionó ninguno de sus libros para el premio nacional se unía para declararle tesoro nacional. Como escritor, sé que no le pertenece a sus lectores más de lo que me pertenece a mí. Pero cuando sabes que su carácter era mucho más complicado y equívoco de lo que la gente se cree, que era mucho más adorable -divertido, payaso, necesitado, más decididamente en guerra con sus propios demonios, más perdido, más infantil en sus mentiras y contradicciones- que ese beatífico y clarividente artista-santo que han hecho de él, es mucho más duro no sentirse traicionado por la parte de él que prefirió la adulación de extraños al amor de aquellos más cercanos a él.
Son aquellos que le conocieron menos los más proclives a hablar de él en términos de santidad. Esto es esecialmente extraño dada la ausencia casi absoluta del amor ordinario en su ficción. Las relaciones de amor profundo, que para casi todos nosotros son una fuente fundamental de significado, no tenían lugar en el universo Wallace. Nos ofrece, en su lugar, personajes que ocultan sus frías obsesiones de sus seres queridos, personajes que maquinan la apariencia del amor o que se convencen a sí mismos de que aquello que parece amor no es más que un velado egoísmo. O, como mucho, personajes que dedican un amor abstracto o espititual hacia alguien profundamente repulsivo, como el cerebro chorreante que es la esposa de "La broma infinita" o el psicópata de la última entrevista con hombres repulsivos. La narrativa de David (Foster Wallace) está poblada por fraudes, manipuladores y autistas emocionales y, sin embargo, la gente que sólo le conoció de manera oficial o anecdótica tiende a tomarse su extrema consideración y su sabiduría moral de manera absoluta.
Algo curioso sobre la narrativa de David es lo reconocidos e identificados, lo amados que se sentían sus más devotos fans al leerlo. Si es verdad que cada uno de nosotros está atrapado en su propia isla existencial- y creo que es aproximadamente correcto afirmar que sus lectores más sensibles han sido aquellos familiarizados con los efectos socal y espiritualmente aislantes de la adicción, la obsesión o la depresión- - todos esperábamos agradecidos cada nueva entrega de aquela isla lejana que era David. En cuanto al contenido, él siempre nos dió lo peor de sí mismo: desplegó, con una intensidad de autoanálisis comparable a la de Kafka, Kierkegaard o Dostoyevsky, los extremos de su propio narcisismo, misogina, obsesión, decepción, moralismo deshumanizante y su constante teologizar, sus dudas en torno a la existencia del amor y la trampa de sus notas-dentro-de-más-notas. En cuanto a la forma y la intencion, sin embargo, el mero catalogo de su deseperar acerca de su verdadera bondad ha sido recibido por el lector como el regalo de su bondad genuína: sentimos el amor en el hecho de su escritura, y le amamos por eso."
(Texto traducido por la Petite Claudine)

2 comments:

NáN said...

Me había leído 3 obras de Wallace (la broma infinita era imposible de encontrar: solo bastaba un suicidio para que los editores se quitaran la pereza). Y hace unos días he terminado Las correcciones, de Franzen, que me parece uno de esos escritores superiores (de los que leyeron muy bien Tristram Shandy y saben que el autor puede hacer lo que le dé la gana para contar su historia: la única condición es que sea una historia difícil de contar y la cuenten muy bien).

Pero la lucidez de este texto para hablar del amigo y del autor leído, como dos instancias diferentes, me ha parecido soberbia.

Sonia Aguirre Duque said...

Gracias por traer este texto. Siempre me ha parecido que la herida que deja un suicidio en los deudos es irreparable, un mezcla de dolor y rabia tóxica. La traducción está muy bien.
Un saludo,
Sonia