Wednesday, July 25, 2012

Sánchez Ferlosio: la prosa anfetamínica de un personaje de carácter

Nació en Roma en 1927, tiene la sintaxis castellana metida hasta los tuétanos y, aunque no cree en la idea de progreso, vive en el barrio de Prosperidad (alguna vez me pareció verlo de lejos, como un Pynchon fantasmal, paseando por López de Hoyos). Pasa de la vida literaria y se limita a escribir desde su cueva. Es el último sacerdote de la palabra. Cualquiera diría que ha jurado los votos de castidad, no-humildad y pobreza sobre las tapas de la Gramática de Nebrija, o mejor aún, sobre la Teoría del lenguaje de Karl Bühler. Un buen día descubrió la hipotaxis, que se convertiría en la anfetamina de su prosa tras la prohibición de la Dexedrina con la llegada de la democracia; al parecer, el castellano está especialmente dotado para estas relaciones sintácticas de subordinación que pueden estimular la argumentación y la caligrafía hasta límites imposibles, como una droga de la escritura.
 

 

3 comments:

La gata Roma said...

Grande él y vuestra descripción, si señor…

Un cantautor de otro tiempo dijo una vez, o más bien lo ha dicho muchas veces ya, que el inglés es la lengua perfecta para vender cerdos. Yo me planteo si el español es la lengua perfecta para… y ahí me quedo, tiene demasiados usos estupendos nuestra maltratada lengua…

Un saludo

NáN said...

Cuando vivía en Chamberí era al lado de la Glorieta de Bilbao. Varias veces me lo encontré en un bar de menús de esa plaza. Bajaba con las mismas zapatillas de cuadros, exactamente esas u otra iguales, con cara de pocos amigos, y un libro. Se ponía a leer y comía los dos platos, rebañándolos, sin siquiera mirarlos, porque no dejaba de leer ni un segundo.

La Dexedrina Expansule de 15 miligramos de efecto retardado: cuántas cosas nos quitó de democracia (en el 86, el bisonte sin filtro, porque triplicaba el contenido de nicotina y alquitrán). El precio de lo cool ha sido excesivo... como se está viendo ahora en la Europa de Maastrich (o como cojones se escriba). Pero ya en 1970 se convirtió en "bajo rigurosa receta médica". Suerte que todos teníamos alguna familiara gordita a la que se la recetaban a puñaos y podíamos ir a su casa a robarles una caja.

Con la democracia: el desierto y el bajón.

Una cosa que no cuenta el autor del artículo es que escribía de corrido tres días, el cuarto se metía en la cama pero como no podía dormir, leía novelas policiales, el quinto lo dormía entero, el sexto lo dedicaba a ser una persona normal, con la familia... y se repetía el proceso.

conde-duque said...

Gracias por los comments, Gata, Nán.
Apunto esos detalles.
Gran personaje... en zapatillas por la calle.