He visto muchas veces a los señores del invierno. Son miles, ¡no!, millones, y emprenden su jornada a la misma hora, con el amanecer. Golpean el despertador con furia, se incorporan soñolientos de la cama y se dirigen corriendo al cuarto de baño, como si se acercase el fin del mundo. Mientras esperan a que se caliente el agua de la ducha, tiritando de frío y en calzoncillos, imaginan las calderas del infierno. Hacen pis, se quitan las legañas, se afeitan… pero no se reconocen en el espejo.
Al salir del portal de casa les invade el aire de la sierra y les crujen los huesos por dentro del abrigo. Inician entonces una huida hacia adelante: caminan con las solapas subidas, dejando sus huellas en la escarcha y con la rúbrica de una bufanda al viento. Se paran de vez en cuando a frotarse las manos, miran el reloj y en cada bostezo exhalan bocanadas de humo. Han dejado en cama a sus mujeres, roncando plácidamente, envueltas en las sábanas como si fuesen crêpes. La mitad del colchón abandonado va perdiendo su calor, y se esfuma el recuerdo del señor del invierno. Entonces las mujeres aprovechan para soñar con amantes exóticos, porque no les gusta el tacto de la lluvia y quieren dejar de ser autómatas del sexo.
El señor del invierno —que son muchos pero siempre es el mismo: el único, magnífico e inviolable— se mete en el coche, enciende la calefacción y no puede evitar quedarse pensativo. El vaho del parabrisas le recuerda a aquellas noches de pasión en el 600, cuando se acostaba con chicas desconocidas y generosas en los desmontes de la Ciudad Universitaria. Solía ser un paraje vacío, silencioso: brillaban los focos del campo de rugby y se notaba el frío de las manos en cualquier parte de la piel. Era un delirio arrancarse la ropa y morderse los labios. Allí dentro, con los cristales empañados por el calor de la carne, los gemidos eran más agudos y los orgasmos más duraderos. Pero el círculo de vaho siempre acaba evaporándose: sólo puedes escribir en él el nombre de los que ya se han ido. De los que ya no están.
El señor del invierno pone en marcha el motor y emprende rumbo a la oficina. Se mira de reojo en el retrovisor y no se reconoce.
Al salir del portal de casa les invade el aire de la sierra y les crujen los huesos por dentro del abrigo. Inician entonces una huida hacia adelante: caminan con las solapas subidas, dejando sus huellas en la escarcha y con la rúbrica de una bufanda al viento. Se paran de vez en cuando a frotarse las manos, miran el reloj y en cada bostezo exhalan bocanadas de humo. Han dejado en cama a sus mujeres, roncando plácidamente, envueltas en las sábanas como si fuesen crêpes. La mitad del colchón abandonado va perdiendo su calor, y se esfuma el recuerdo del señor del invierno. Entonces las mujeres aprovechan para soñar con amantes exóticos, porque no les gusta el tacto de la lluvia y quieren dejar de ser autómatas del sexo.
El señor del invierno —que son muchos pero siempre es el mismo: el único, magnífico e inviolable— se mete en el coche, enciende la calefacción y no puede evitar quedarse pensativo. El vaho del parabrisas le recuerda a aquellas noches de pasión en el 600, cuando se acostaba con chicas desconocidas y generosas en los desmontes de la Ciudad Universitaria. Solía ser un paraje vacío, silencioso: brillaban los focos del campo de rugby y se notaba el frío de las manos en cualquier parte de la piel. Era un delirio arrancarse la ropa y morderse los labios. Allí dentro, con los cristales empañados por el calor de la carne, los gemidos eran más agudos y los orgasmos más duraderos. Pero el círculo de vaho siempre acaba evaporándose: sólo puedes escribir en él el nombre de los que ya se han ido. De los que ya no están.
El señor del invierno pone en marcha el motor y emprende rumbo a la oficina. Se mira de reojo en el retrovisor y no se reconoce.
21 comments:
Bueno, bueno: salgo de casa y resulta que todo el mundo se ha puesto de acuerdo en escribir de puta madre. ¿Qué ha pasado aquí? Leo de corrido el último de Mabalot, de Luisa y tuyo y es como si me hubiera quedado dormido mientras iba subiendo la marea. Alguno de estos textos está a punto de reventar en un largo relato, no como las bombas, sino como las flores.
"Se esfuma el recuerdo del señor del invierno..." Qué bueno. Buenísimo.
Gracias, Antonio y José Manuel.
Es un honor que os guste...
Reventará, revienta ya con pulso firme y talentoso. Me gustan tus escenas eróticas, me gustan tus pinceladas en medio del lienzo oscuro. Un beso agradecido.
Pues que siga subiendo la marea, aunque con este texto es difícil, creo que es de lo mejor que te haya leído. Bueno, el recuerdo de Palmerino es muy fuerte, pero es que el tono que pillas aquí es la hostia.
Qué bien escrito. Ojalá reviente este texto, u otro, en algún relato largo, o en un conjunto de relatos, o de lo que sea.
Gracias a ti, Lula, eres muy amable.
Pues mira por dónde, Mabalot, que a mí no me acababa de gustar este texto. No sé por qué.
Supongo que al final no sabe uno lo que tiene entre manos. En esa impresión influye mucho lo que uno ha sacrificado, lo que uno ha quitado, etc., y lo que uno se ha sacado de dentro, claro. Para mí Palmerino y otras escenas romanas valen mucho más, como el anciano de I Tre Lampiani. Quizás es lo más "verdadero" que he escrito, sin entrar en cuestiones de estilo y esas cosas (de hecho, creo que en textos como ése hay que ser fiel al momento y dejar los cambios de tiempo verbal, las repeticiones de palabras, etc). (Seres reales, que a saber ahora qué será de su vida, si viven, y sólo por un ratito de aparición ya forman parte de la nuestra... Un misterio.)
En fin. Continuemos nuestra senda hacia el estilo neutro: acabar sin voz propia me parece un gran reto.
A ver si reventamos ya alguno, coño.
acabar son voz propia suena a convertirse en señores todos del mismo invierno...
sIn voz
quería escribir
Puede ser, Aroa. O a lo mejor en no ser señor de nada, y dejarse llevar por todas las estaciones.
(Si no lo entendéis, no pasa nada. Yo también me he perdido en la metáfora).
Conde,
Es un texto magnífico. Magnífico. Las imágenes del vaho son realmente buenas.
Un abrazo,
X.
Lo del estilo; habrá que cojer al toro este del estilo por los cuernos de una vez. Es un tema complicado, pero me temo que estilo tenemos, estamos condenados a tenerlo. Otra cosa es que este estilo sea más o menos todoterreno y flexible y sobre todo legible.
Borrar del mapa lo que es uno por escrito tampoco es. Una prosa neutra de manual de informática o a lo Vila-Matas es también aburrimiento.
En realidad se trata de no aburrir, yo creo, sin muchas gaitas, y contar lo que haya que contar.
No sé, Mabalot, creo que más que coger el toro por los cuernos lo has cogido por el rabo y los has lanzdo por los aires, como en los dibujos animados.
Tampoco lo tengo muy claro, pero yo me refería más a un no-estilo, que es un estilo para cada cosa. A cada uno lo suyo. Por ejemplo, la prosa neutra de manual de informática es lo adecuado para eso: un manual de informática. Meter humor o ironía en un manual de informática me parece de tontos.
No hablo sólo de géneros formales, sino de contenidos, ideas, emociones... Dependiendo de lo que que se quiera transmitir, así se debe transmitir. Creo yo.
Atención, pregunta (sólo por curiosidad): ¿creéis que yo tengo un estilo? (sea bueno o malo, feo o bonito, divertido o aburrido, que eso ya es otra cuestión)
Yo no me lo noto, pero uno mismo nunca es buen juez.
Por cierto, qué dilema: ya no me acuerdo de lo que defendí en esos debates del Círculo... En realidad, yo creo que nunca he defendido nada en concreto sobre todo esto.
Sospecho que me la sopla.
Bajé al centro y no vi tus mensajes. Aquí estoy.
Sospechas lo que yo sospecho, aunque le de algunas vueltas. No son más que zarandajas para retrasar lo evidente; hay que tirar el carro por el pedregal y lo demás son hostias y cuentos para debatir días fríos en una taberna, por no hablar de política, ese chismorreo.
Tampoco se muy bien lo que defiendo. En principio estoy totalmente de acuerdo con eso de escribir según lo que tengamos entre manos. Es más, lo que rechazo es precisamente lo contrario, anquilosarme en un estilo y no salir de ahí. En un estilo destacado, tipo Cela.
Sería aburrido, además. A cada cosa lo suyo, su estilo.
Creo, vamos. Que en esto no me cansaré de decir, la literatura, no hay nada inquebrantable.
Respecto a ti yo encuentro una escritura muy limpia que me gusta mucho. Este último texto lo noto bastante cuidado, en el buen sentido, limpio de rastrojos que se meten a veces cuando apuramos.
Ya te lo dije alguna vez, aunque quizá no te guste, pero siempre me gustó tú estilo, o no-estilo, por lo que tiene de barojiana, muy natural, fluida, no demasiado pensada. O eso parece.
Es limpia y no aburrida; la de Vila-Matas, en cambio, es aburrida, quizá hasta mezquina. (Qué me habrá hecho el vila-matas esta tarde...)
Yo no me veo un estilo, la verdad, tampoco. Y después os veo hablar de eso de la voz, de una prosa... que, en fin, no la veo, la verdad. Más de una vez me lo dijo Diarios de Rayuela. Pero me da un poco igual.
Voy a reunir unas cuántas citas sobre esto del estilo que tendré por ahí y las cuelgo en el blog. A ver que os parecen.
Buenas noches.
Ya he vuelto, y en cuanto he llegado he venido rápido aquí, a escuchar tu eco desde la distancia. Tú antes por tu centro y después yo por el mío (en la Plaza Mayor ya están las casetas de Navidad, con las figuritas de los belenes, los papanoeles, las guirnaldas, etc). Y Chencho sigue en paradero desconocido.
Con lo fácil que sería quedar a tomar un ribeiro en la rua do Franco y seguir la charla tranquilamente, ¿no?
Muchas gracias por lo de "prosa limpia, natural, fluida"...
Lo de "barojiano" me gusta mucho y me lo tomo como un piropo. Si me lo dijese, por ejemplo, un Juan Manuel de Prada, sé que le tendría que pegar un par de hostias, para mantener mi honor (literario). Pero dicho por ti sé que es un gran elogio, como cuando yo te veo solanesco.
Bueno, espero ese post para seguir hablando en torno a nuestras "nadas". Otra excusa más para no dejar de escribir...
Aunque tarde:
1. Me uno a lo de que es un gran texto este tuyo.
2. Reto a Mabalot a una guera de confetis hasta que uno de los dos se asfixie por tener nariz y boca obturadas por ellos. Todo para lavar el honor de Vila Matas, uno de los escritores que más me gustan.
3. Me uno también, y con entusiasmo, a lo de darle dos hostias a Juan Manuel de Prada, en mi caso por la novela con la que ganó ese superpremio y como tenía que acabarla para entregarla y ganar, y solo iba por la mitad, cuando ya me estaba gustando se puso a escribir gilipolleces hasta legar a un número de páginas convencional. Pero si le das tú dos y yo las dos siguientes, todas seguidas, el efecto será mejor.
Gracias, Nán.
En cuanto a Vila-Matas, no sé qué decir. Para formular un juicio definitivo tendría que leerlo un poco más.
Mi impresión básica es que su prestigio no está justificado (sólo el ínfimo nivel de los demás puede explicarlo, pero no lo vale). Me parece -no sé cómo explicarlo- demasiado infantil, adolescente, como que le falta un hervor, hace muchos juegos míticos con la literatura (mucho escritor, mucho libro, mucha vida literaria y literaturismo), pero le falta -creo- consistencia literaria, verdad, hondura, vida. Me da la sensación de que este señor no ha vivido nada y no tiene nada interesante que decirme. Y en cuanto al estilo es también poco consistente, sube y baja, tiene muchos agujeros.
En cuanto a Prada, no sé a qué novela te refieres, porque lleva ya varios superpremios. Me gustó en su día "Las máscaras del héroe". Lo demás no valía casi nada y hace tiempo que dejé de leerle. O se produce un cataclismo en su estilo o no creo que vuelva a leer una línea suya.
Me refería al Planeta.
Por otra parte, la literatura puede ser una vida intensa, digna de ser contada.
Lo que a mí me importa es que lo cuenta muy bien (VM), fluidamente. Entro en cada personaje, cada autor del que habla. Me gustaría estar en un valle, en una casa solitaria, y que delante de una chimenea me fuera leyendo sus libros como un comentario sobre la literatura (acabo de desvelar unos de mis criterios "supercientíficos" para apreciar una obra literaria: si me imagino que me resulta agradable que me la estén contando frente a una chimenea, en una casa solitaria, le abro las puertas).
Me parece un criterio genial. Además nos sirve a todos (y cada uno elegiría los suyos, claro).
Me ha parecido fantástico. Tiene un todo de nostalgia, de oportunidades perdidas, de resignación, que lo hacen muy atractivo.
Y encierra cierto misterio, deja ver que algo no se nos está contando, y eso lo hace más intenso.
El estilo perfecto, para mi, es el que desaparece para dejar paso a la historia, el que fluye sin tropezones. Y yo me he deslizado por tu texto como si me hubiera metido en una máquina del tiempo.
Luego fui a mirarme al espejo, para ver si yo me reconocía, y la imagen empezaba a estar un poco borrosa.
Enhorabuena.
Un abrazo.
Gracias, Miguel, eres muy amable. Mírate bien, que seguro que no eres un borroso señor del invierno.
Un abrazo.
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