Wednesday, March 19, 2008

De la vergüenza ajena (o el humanismo doloroso)

¿Qué es la vergüenza ajena? ¿En qué consiste exactamente? ¿Qué tipo de acciones o actitudes nos provoca, en general, ese sentimiento maldito? ¿Cuántas clases de v. a. hay? ¿Qué posibles medidas o remedios se pueden tomar para evitarlo? Etc.
Mientras esperamos a que alguien le eche huevos y escriba un Tratado sobre la vergüenza ajena para dar respuesta a esas cuestiones tan urgentes y necesarias, aquí van algunas ideas sueltas.
Pese a lo que algunos puedan pensar, la vergüenza ajena no es un síntoma de elitismo ni de soberbia, sino un efecto de "humanidad": una demostración de intensa y absoluta compenetración con el género humano. Yo casi lo igualaría con el respeto a los derechos humanos, en este caso a la propia dignidad: no la dignidad de uno como individuo sino en tanto que miembro de la especie. Tiene también una dimensión ética, en la medida en que busca la ejemplaridad de todo acto humano.
La v. a. equivale a sentir el ridículo ajeno como algo propio, como algo que nos pertenece, que nos incumbe. Es una situación dolorosa, totalmente incompatible con la risa. No te puedes reír. Sólo cabe sufrir. Eres como la víctima colateral de un suicida irresponsable. Y tu sentido de la dignidad humana es el billete a la condena.
Por lo general la vergüenza ajena es una señora muy puñetera. Hay veces en que, de repente, nos asalta a traición el recuerdo de una vergüenza ajena muy lejana, que ya casi habíamos olvidado, y la cabrona sigue escociendo igual...
Todo esto viene a cuento de que me han venido a la cabeza aquellas imágenes de Cañizares, el portero del Valencia, cuando perdieron la final de la Copa de Europa frente al Bayern de Múnich (año 2001). Cañizares, ya bastante mayorcito y con su pelo teñido de Piolín, lloraba como un niño histérico y mimado en plena pataleta y, alzando sus brazos al cielo, increpaba al mismísimo Dios llamándole hijo de puta. Daba puñetazos al suelo, tiraba la toalla y la volvía a recoger, se acurrucaba en el césped como un poseído y hacía extraños gestos, reclamándose víctima de una conspiración interplanetaria. Cuando repartían las medallas de los perdedores, se negaba a recoger la suya, enrabietado. "¡¡¡¡Hijo de puta!!!!", gritaba -llorando- dirigiéndose al Altísimo.
Todavía me corroe la vergüenza cuando me acuerdo... Qué dolor inefable. Ese no saber perder.

14 comments:

Divina nena said...

Nunca se había pasado por mi cabecita la idea que propones sobre la vergüenza ajena, buena reflexión, muy humana por cierto, la tuya, verlo de un modo tan "cristiano" en estos días, no es otra cosa que ponerse en el pellejo del otro. Incluso sin que te importe nada, como en tu caso con Cañizares...

Sin embargo yo no dejo de verlo desde un punto no menos humano, pero si menos cristiano, según en que ocasiones puede ser síntoma de pedantería, y lo digo yo, que en ocasiones he pecado de ello, aunque con los años me suavice:-D

conde-duque said...

Hola, Divina Nena. Me gustan tus comentarios.
En cuanto al modo "cristiano" que comentas, se suele decir que los grandes principios de la Ilustración -sobre todo los de Igualdad y Fraternidad, porque el de Libertad sería ya más discutible- surgieron como secularización de los valores cristianos (todos iguales como hijos de Dios, etc), y el consiguiente proyecto de los Derechos Humanos también.
En cuanto a lo de la pedantería, tienes razón: en ocasiones sucede así. Incluso yo diría que en esos casos es más bien síntoma de estupidez. Hay gente que no entiende esto de la vergüenza ajena y lo aplica a cosas que no tienen nada que ver. Por ejemplo, si llega alguien y me dice que siente vergüenza ajena al ver a Rodolfo Chikilicuatre cantando su canción, a mí me parece que esa persona no entiende el sentido de la v.a., e incluso me parece un poco imbécil (por falta de sentido del humor, y de otras cosas...). Se ha excedido en sus pretensiones, se ha equivocado, se ha pasado de listo... Ahí no es aplicable, por muchas razones; de entrada, el primero que es consciente de la situación y se ríe de ella es el propio Chikilicuatre, creo yo. La vergüenza ajena se siente, sobre todo, ante el que se toma demasiado en serio a sí mismo; ante el pedante, precisamente. No sé si me explico...
Supongo que todos hemos sentido vengüenza ajena en distintas ocasiones, y quizás sean siempre demasiadas (por ser algunas innecesarias), pero eso no quita que haya veces en que tenga la función que he explicado en el post.
Como en tantas cosas, todo depende de cómo, quién, ante qué, por qué razón, etc.
Un saludo.

conde-duque said...

Lop que está claro, en cualquier caso, es que el señor Cañizares, también conocido como Cañete, no había leído a Nietzsche.
O no se lo tomó muy en serio...

Egoficción said...

No sé si la v.a. es causa o efecto de cierta debilidad... ¡llámela e interprétela como quiera!

princesa del vértigo said...

Un tema interesante y demasiado subjetivo como para entrar a valorar lo que es verdadera vergüenza ajena o no, creo yo.

El concepto general es bastante simple: la vergüenza se produce ante una evaluación negativa del yo realizada por ti mismo. Cuando por empatía lo trasladas a personas ajenas a ti, se produce la vergüenza ajena. De alguna manera, supongo que por algún tipo de identificación y proximidad con el sujeto en cuestión, extiendes esa mirada reprobadora que pondrías sobre ti mismo porque en el fondo temes que por esa proximidad o posible identificación contigo mismo(la que sea) los demás tengan un juicio negativo de tu persona. Por eso lo vives con el mismo dolor que si fueras tú mismo.

Supongo que todo está muy relacionado con tu moral, con tu identificación como parte de una entidad social y cultural. Será muy diferente si vives y te sientes integrado en una sociedad más o menos individualista. Por eso es tan subjetivo, lo verás desde puntos de vista diferentes dando más importancia en unos casos al honor como parte de un clan o en otros al miedo a perder tu propia autoestima.

El caso del chiquilicuatre podría ser el caso de una cuestión de honor colectivo, el qué pensarán de los españolitos que han elegido semejante canción (he de decir que a mi me trae al pairo, lo veo parecido a la opinión que tú has dado). En muchos casos puede que entre en juego la pedantería, como decís.

Lo que si he comprobado a lo largo de mi larga-e-intensa-vida es que según vas modificando tus "axiomas-morales" y tu relación con el entorno, según vas madurando o todo lo contrario, las situaciones por las que sufres vergüenza ajena van cambiando.

Yo que tú, Conde Duque, me sometería a un serio psicoanálisis para resolver el caso del piolín-cañizares y esa automática huida de tu mente hacia Nietzsche y su superhombre. REcuerda que aunque amó mucho la vida, al final siempre le acompañó el dolor y la soledad :-))

Besos de esta super-princesa-vertiginosa

conde-duque said...

¿Debilidad, Egoficción? No, no creo. "Sentir con" no es síntoma de debilidad, pese a lo que dice Nietzsche.

Doña Vértigo, ¿psicoanalizarme?, no, por favor. La alusión a Nietzsche era por el empecinamiento de Cañizares en culpar a dios de su derrota.
No, no creo que la v. a. tenga nada que ver con la falta de autoestima. Ni tampoco me parece que sólo se sienta ante alguien que pertenece a tu grupo. Yo creo que es un sentimiento de especie, universal, humano. Si hubiese sido el portero del Bayern (nuesgtro odiado Kahn) yo creo que hubiese sentido lo mismo.

Un saludo.

Egoficción said...

No estaba pensando en Nietzsche sino en Primo Levi, Solzenitsin y otros... ¿tendría sentido la v.a. y nos resultaría tan importante/enigmática en unas circunstancias radicalmente distintas para peor? ¿No esconderá más bien nuestra mala/mediocre conciencia, que sabe que no merece no ser puesta realmente a prueba?

conde-duque said...

Hombre, evidentemente no creo que en los lager ni en el Gulag la gente pudiera sentir v.a., pero tampoco otros muchos sentimientos humanos. Precisamente ciertas condiciones extremas que buscan acabar con nuestra dignidad, con nuestra humanidad, consiguen eliminar muchos sentimientos "humanos". Con eso no estoy diciendo que dejaran de ser "seres humanos", pero ahí ese proceso de deshumanización del que habla Levi en "Si esto es un hombre". La ausencia de solidaridad, etc.
Por otra parte, no creo que los campos de concentración y exterminio puedan servir de punto de comparación ni como piedra de toque o "antiideal" regulativo constante de nuestra conciencia (ahora). Sería, no sé, como demasiado fácil. Esa crueldad tan extrema, esa humillación constante, esa violencia, queda en el terreno de lo incomprensible o inconcebible, sobrepasa todos los límites. Y supongo que la v.a. sí se puede analizar, o eso he intentado, proponiendo una interpretación.
Un saludo

Egoficción said...

Pero más importante es 'comprender' la crueldad extrema que la v.a. Si no, para mí, y comparto lo que dices, hay gato (culpa) encerrado.
Otro saludo.

conde-duque said...

Sí, más importante, sin duda (aunque una cosa no quita la otra; hay que reflexionar sobre todo; hasta del "Chiki Chiki", si me apuras...). El problema es: ¿es posible "comprender" esa violencia extrema?
Intentémoslo. Por ahí va el sentido del nuevo post. A ver qué podemos hacer...

Portarosa said...

Mira, es un tema de moda:

http://blogs.hoy.es/Juandomingofernandez/2008/3/25/patrimonio-nacional

conde-duque said...

Ya veo, ya. Aunque este señor de lo que habla realmente es de vergüenza de grupo o de nación. O sea, no tan ajena...

Portarosa said...

Sí, es verdad. Pero es que lo has leído; así cualquiera.

Anonymous said...

Vergüenza ajena, dolor ajeno, que ellos, por los que siento algo, no sienten, no lo sienten en absoluto (mis ojos, mis oídos tienen su firme refrendo) y no les sirve de nada, sino como ofensa incluso, ¿por qué proyectarles, trasferirles, imponerles una emoción tan sólo mía? me preguntan; falsa empatía por tanto, y una vez más de por medio la cuestión socio-cultural, concluyo.