Mi principal sitio de lectura es el autobús, sobre todo últimamente que me paso el día recorriendo Madrid de arriba abajo; mejor dicho, de norte a centro, y viceversa. Es un placer ir enfrascado en tu libro con el aire acondicionado mientras por la ventana pasan las calles, los árboles, los coches, los edificios y la gente asfixiada de calor. Lo mejor es llevarse libros del tamaño ideal, o sea entre 120 y 150 páginas, que puedan ser fulminados en unos pocos trayectos. A veces deseas que el autobús se vaya parando en todos los semáforos o que en la siguiente calle haya más tráfico, para que te dé tiempo a terminar de leerlo.
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En la esquina de los Dolores hay aparcado a todas horas un Suzuki Santana viejo, color caqui, como de explorador de los años setenta. Quizás lo haya abandonado allí De la Cuadra Salcedo antes de embarcarse en la Ruta Quetzal 2008, esa cosa que nadie sabe para qué sirve.
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En la esquina de los Dolores hay aparcado a todas horas un Suzuki Santana viejo, color caqui, como de explorador de los años setenta. Quizás lo haya abandonado allí De la Cuadra Salcedo antes de embarcarse en la Ruta Quetzal 2008, esa cosa que nadie sabe para qué sirve.
En las últimas semanas ha tomado las puertas de la iglesia un nuevo grupo de mendigos, de litrona y cigarrillos, posiblemente de la Europa del Este, más jóvenes aunque igual de cascados que los antiguos. Todos comparten la piel roja de abotargamiento y una costra morena en brazos, cuellos y frente, como de roña.
Siempre que paso por allí hay alguno meando contra la puerta de atrás del Suzuki Santana, que despide un reguero de pis que se extiende varios metros por la acera dibujando charcos, riachuelos y meandros (nunca mejor dicho) entre las hendiduras del pavimento. La mancha del reguero cada día se hace más grande y quién sabe hasta dónde puede llegar. Los mendigos se pasan el día bebiendo cerveza y meándola, como autómatas.
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En verano no hay ojos para tantas tetas.
8 comments:
Uno también es lector en autobuses; y me parece muy bien que vayamos perfilando la tipología de lo que mejor suele dejarse leer en estas condiciones. En alguna ocasión he sugerido incluso el precio del libro que hay que llevar para estas ocasiones (siempre de librería de lance, se entiende): 1 ó 2 euros, poco más que un periódico. Pero imagino que eso lo digo porque, en mi trayecto del trabajo a la parada, hay una librería de este tipo.
Al respecto del verano (la última frase del post), también la inversa podría ser cierta. MLL
Parece que de los libros que leemos fuera de casa, sea en el autobús, o en un parque o sala de espera, cunde más la lectura. Se queda para siempre en la memoria, con las circunstancias de su lectura, inseparables. O eso me pasa a mí.
Y estas notas de observador (repito)escritas por el mejor Conde.
Digo repito porque ya lo dije más veces, que pocos escritores te superan cuando cuentas sin "mucha literatura" lo que ves o lo que piensas, etc... Precisamente, ahí está la literatura (que me gusta).
A mi me gusta la poesía, las recopilaciones de artículos o los relatos cuando voy en en metro.
Lees un poco, levantas la cara, ves a alguien, vuelves a tus letras. Todo está conectado y saltan chispas curiosas entre el texto y la imagen. Como en tu post. Como dice Mabalot.
Yo también leo en los buses, y en el cuarto de baño y alguna vez, cuando urgía, hasta andando, por aquello de no poderlo dejar.
Suscribo completamente la última frase y canto lo de Kiko Veneno, "¿para qué quieren la información si no la usan?"
Abrazo achicharrado.
Qué bien, cuántos amigos comentando...
Jose Manuel, el libro baratillo está bien porque lo puedes doblar, retorcer y moldear a tu gusto y sin remordimientos. A mí a veces me da por ir con un lápiz y subrayando cosas, algo que en casa nunca hago.
MLL, ¿más ojos que tetas? Yo creo que no, que eso es imposible. Hay tantas que no hay quien dé abasto.
Gracias por los piropos, Mabalot.
Es cierto lo que dices de la lectura fuera de casa: hay algo -el contexto o lo que sea- que la hace diferente, a lo mejor más dinámica, o menos aburrida. Quizás es porque exige más concentración (hay más contraste mundo de fuera/mundo de dentro), pero parece más plena, no sé. Casi podríamos hacer una teoría de la lectura autobusera, como dice JM.
Bárbara, esa lucha entre el papel (el mundo de ficción) y el mundo real que nos acecha, todas esas caras en el metro.
Narrow, no pillo lo de Kiko Veneno, será que yo también estoy atontao con el calor este tremendo...
Un abrazo a todos.
Si es que tenéis una suerte en Madrid, con esos trayectos de 45 minutos de ida y 45 de vuelta para poder leer...
Un abrazo.
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