Tuesday, September 23, 2008

Notas de viaje

Estación de Atocha. Un chico de gorra roja y pantalones cortos negros duerme abrazado a su maleta. Un operario arregla la máquina de zumos de naranja. Los pasajeros del tren a Barcelona se apelotonan en la puerta de la vía 3. Una pelirroja que parece extranjera bebe a sorbos su coca-cola de medio litro (se seca una gota del labio con el dorso de la mano). Una niña que hace diez segundos jugaba y correteaba la mar de contenta se pone a llorar como una histérica: su padre la coge en brazos. Una japonesa espigada, joven, anda desorientada y no sabe adónde ir. Una señora mayor con pelo corto canoso y aspecto varonil le da la razón a otra con el gesto: "claro, claro", cabecea. [...] Están los ejecutivos de cartera de piel, las familias de enormes maletas y niños inquietos, los mochileros cansados, los que corren porque llegan tarde, los que vienen de hacer escala en el aeropuerto, los que llevan sus trajes colgados en perchas y cubiertos de plástico, como si fuesen ventrílocuos. Café y paninis en Ciao, vinos en Barrila.




Málaga me ha recordado a La Coruña en las galerías de las casas y en algunas partes del paseo marítimo.
He disfrutado mucho, entre otras cosas: el amanecer en la playa de la Malagueta (en compañía de algunos trasnochadores, los empleados de la limpieza, corredores de footing, gaviotas silenciosas, jubilados paseantes y algún pescador de playa), las vistas desde el castillo de Gibralfaro, los paseos junto al mar y por los jardines, las palmeras recortadas sobre el cielo, bañarme en el agua fresca, los desayunos en terrazas, los dibujos de Picasso, los murales de Sorolla (precisamente no pudimos verlos en junio en la Hispanic Society de Nueva York porque estaban de tour por España), el pescaíto frito viendo el mar -azulísimo- cerca de la Farola, la urta a la brasa en El Palo, el salmorejo de El Pimpi, el vino dulce, el helado de turrón de Casa Mira, el atardecer desde el antiguo balneario (¡esas columnas griegas decadentes, llenas de grietas!)... Por cierto, gracias a los amigos blogueros por sus consejos. Otro día hablaré de las librerías.
Me han caído bien los malagueños (no he conocido a ninguno, pero los he observado y escuchado con atención): parece gente muy normal, no abusan de los odiosos latiguillos andaluces (jozú, mi arma, quillo, etcétera) y, dato importantísimo, no se creen graciosos como los sevillanos.
Cosas negativas: la invasión de alemanes; la arena de la playa; no hay casi pastelerías (o no las hemos visto).
Aquí pongo enlace a unas cuantas fotos. Espero que os gusten.


De vuelta en el tren. La lluvia en la ventana se desplaza horizontalmente. Rige otra ley gravitatoria, no newtoniana. Las gotas parecen espermatozoides, diminutos renacuajos persiguiéndose a nado por un cauce predeterminado. Cabezas corriendo unas detrás de otras. A veces se alcanzan y se funden y doblan su tamaño. Miles de líneas horizontales, móviles. La ventana a rayas, como la tele pero sin chiribitas.

La irresistible fuerza que te obliga a mirar los ojos de un bizco. En el asiento de enfrente va una bizca. Cuando mira al televisor parece que se le van a salir las órbitas o que está pensando en el océano inmenso y lo tiene ahí metido en el entrecejo. Cuando está dormida parece una máscara africana. Dibujo sus ojos en el cuaderno, para liberarme.

6 comments:

Anabel Rodríguez said...

Muy bonitas las notas que sacas de tu viaje, escuetas pero permiten hacerse una idea de lo que has vivido, cómo lo has hecho, y lo bien que lo has pasado.
Son las doce y el pescaíto frito me ha dado hambre.
Saludos

conde-duque said...

Hola, Anabel. Es lo que tiene esto: seleccionas unos trocillos del cuaderno, los reescribes rápidamente, y en cuanto empiezas a escribir ya estás pensando en terminar... Demasiadas prisas. Poca cosa.
Las fotos dan mejor idea del viaje (no me he dedicado sólo a comer).
Sí, me ha gustado esta escapadita mñinima de findesemana. La necesitaba ya.
Saludos.

Anonymous said...

Qué bien sientan esos "cambios de decorado", como digo yo, aunque sean fugaces. Me has dado envidia...y hambre (ay! el Pimpi).
Besos viajeros.

Mabalot said...

Chapó la crónica, como siempre. Cuando publiques saca también las fotos, a lo Sebald. ¡Vaya fotos! No sé cómo haces pero siempre te salen cojonudas.

Me sorprendió lo de que Málaga te recordó a Coruña.

A. C. said...

Enhorabuena por las fotos. La de los faralaes colgantes creo que te la voy a piratear. La verdad es que tus notas y tus fotos me reconcilian un poco con mi idea de Málaga, que no he visto, sobre todo los tajantes distingos que haces con respecto a los sevillanos. De hecho conozco bien la Andalucía interior, Córdoba, Jaén y buena parte de Granada, pero bajo más abajo y me entran los picores.

conde-duque said...

Sí están bien, Lula, hay que hacerlos más. Besos.

Gracias, Mabalot, eso estaría muy bien (lo de Sebald). Sí, parece que no pega que se parezcan Málaga y Coruña, pero a mí me recordó un poco (no sabía que también se estilaban en el sur las galerías en las casas).

Antonio, puedes piratear lo que quieras. Málaga no es ni de lejos tan bonita como Córdoba o Granada (que son de mis ciudades preferidas), pero tiene sus cosillas.
Yo reconozco que le tengo cierta tirria a los sevillanos; ya sé que generalizar es injusto (y que algunos de por allí me leen), pero ese modelo de pesado "soy tan gracioso como Los Morancos" (aunque no tenga maldita la gracia) o el tipo del señorito asqueroso como Jose María del Nido (el imbécil ese, presidente del Sevilla FC) es difícilmente soportable. Lo siento.