En San Bernardo hay una farola que siempre suena a grillo.
Chéri, de Stephen Frears: resumiendo, una Michelle Pfeiffer viejuna pero aún de buen ver se enamora de un niñato mariquita, hijo de una señora asquerosa que carece de cuello. Hay imágenes bonitas, pero no recomiendo ir a verla.
Me da grima la nariz de Pepa Bueno, la del Telediario de La Primera. Cuando aparece tengo que cambiar de canal. También me pasa con Leire Pajín (con toda ella, no sólo su nariz).
El marketing en literatura tiene muchas formas, pero un único objetivo: la presencia, la notoriedad, el éxito. Salinger, que logró la meta (y más allá) de un solo golpe certero, optó el resto de su vida por una especie de marketing post-mortem, para disfrute –en todo caso– de los bolsillos de sus hijos (si no han sido desheredados, que no lo sé). El long-seller no suele deberle mucho al marketing. Miro la frase que puse hace diez años en la última página de mi ejemplar del guardián: “A Holden Caulfield las cosas o le hacen gracia o le dan pena o le dan rabia o le dan ganas de vomitar”.
Cojo en la biblioteca Aire nuestro, de Manuel Vilas. Dicen que está muy bien. Sólo he escuchado elogios. Empiezo a leerlo con curiosidad. El prólogo está bien, es un batiburrillo de ideas que despierta el interés. Sigo avanzando y empieza a caer el interés, el ánimo... Se va desinflando el globo. Avanzo y cada página que paso aumenta mi incredulidad, mi desconcierto. ¿Esto es eso tan bueno? ¿Se supone que aquí hay ingenio, agudeza, inteligencia? ¿De verdad? ¿Tiene gracia? ¿Y cuándo hay que reírse? Que me den la señal, que no me entero. No pillo este sentido del humor. ¿Será que es un humor para frikis muy frikis? No sé, yo puedo jurar que a veces me río viendo Muchachada Nui...
La polla de Johnny Cash, jijiji. Manuela Vilas y el trasvestismo poshispánico, jijiji, qué ingenioso. José Luis Valente, jijiji, es que me parto…
Ni puta gracia, lo siento.
Lo único que me gusta es la falta de pretensiones. He llegado a la página 66. No sé si más adelante cambiaré de opinión, pero por ahora yo me inclinaría a decir que este libro es una gilipollez. O, más propiamente, un cúmulo posmoderno (sic) de gilipolleces. Se le podría aplicar lo mismo que dice Vilas cuando habla de Como Dios, la peli de Morgan Freeman: “una comedia asquerosamente aburrida” (p. 64). Por ahora, por lo que he visto, es puro marketing nocillesco. Otro ejemplo de marketing: aquí.
Chéri, de Stephen Frears: resumiendo, una Michelle Pfeiffer viejuna pero aún de buen ver se enamora de un niñato mariquita, hijo de una señora asquerosa que carece de cuello. Hay imágenes bonitas, pero no recomiendo ir a verla.
Me da grima la nariz de Pepa Bueno, la del Telediario de La Primera. Cuando aparece tengo que cambiar de canal. También me pasa con Leire Pajín (con toda ella, no sólo su nariz).
El marketing en literatura tiene muchas formas, pero un único objetivo: la presencia, la notoriedad, el éxito. Salinger, que logró la meta (y más allá) de un solo golpe certero, optó el resto de su vida por una especie de marketing post-mortem, para disfrute –en todo caso– de los bolsillos de sus hijos (si no han sido desheredados, que no lo sé). El long-seller no suele deberle mucho al marketing. Miro la frase que puse hace diez años en la última página de mi ejemplar del guardián: “A Holden Caulfield las cosas o le hacen gracia o le dan pena o le dan rabia o le dan ganas de vomitar”.
Cojo en la biblioteca Aire nuestro, de Manuel Vilas. Dicen que está muy bien. Sólo he escuchado elogios. Empiezo a leerlo con curiosidad. El prólogo está bien, es un batiburrillo de ideas que despierta el interés. Sigo avanzando y empieza a caer el interés, el ánimo... Se va desinflando el globo. Avanzo y cada página que paso aumenta mi incredulidad, mi desconcierto. ¿Esto es eso tan bueno? ¿Se supone que aquí hay ingenio, agudeza, inteligencia? ¿De verdad? ¿Tiene gracia? ¿Y cuándo hay que reírse? Que me den la señal, que no me entero. No pillo este sentido del humor. ¿Será que es un humor para frikis muy frikis? No sé, yo puedo jurar que a veces me río viendo Muchachada Nui...
La polla de Johnny Cash, jijiji. Manuela Vilas y el trasvestismo poshispánico, jijiji, qué ingenioso. José Luis Valente, jijiji, es que me parto…
Ni puta gracia, lo siento.
Lo único que me gusta es la falta de pretensiones. He llegado a la página 66. No sé si más adelante cambiaré de opinión, pero por ahora yo me inclinaría a decir que este libro es una gilipollez. O, más propiamente, un cúmulo posmoderno (sic) de gilipolleces. Se le podría aplicar lo mismo que dice Vilas cuando habla de Como Dios, la peli de Morgan Freeman: “una comedia asquerosamente aburrida” (p. 64). Por ahora, por lo que he visto, es puro marketing nocillesco. Otro ejemplo de marketing: aquí.
A ver cuándo conseguimos librarnos de ciertos personajillos eternos del deporte como Carlos Sáinz o David Meca. ¡Pesados, dejadnos en paz! Iros a vuestra casa de una vez... (Añadiría a Raúl y Fernando Alonso, pero ya sé que por ahora es imposible.)
2 comments:
Buenas. Mi opinión sobre Vilas es que se trata de un buen escritor abducido por un bote de nocilla.
Lo dije cuando leí uno de sus primeros libros; una especie de diario novelado. Era lo primero que leía de él. "Aire nuestro", simplemente, me aburre. Me parece un mal libro que parte de una mala idea. El prólogo es indigerible. Lo mejor la carta al hijo, cerca del final. Un trozo aquí; http://camabarca.blogspot.com/2009/11/lo-ultimo-de-juan-carlos-iii.html
"España" me gustó. Me gustó de esa manera. En realidad creo más en el escritor Vilas que en sus libros. Sospecho que cuando se desintegre en el olvido la nocilla hará cosas más personales, sin receta.
Ayer leí precisamente uno de sus libros de poesía, y la verdad, se podrá discutir si es poesía o no, pero me parece algo bueno. Algo bueno, sea lo que sea. Poesía en prosa, prosa poética, poesía social...
Separemos el grano de la paja. Vilas sobrevivirá al recetario posmoderno patrio, o este aftercaspa al que se acogen muchos, aprovechando la corriente.
Pues tendré que saltar directamente a la carta al hijo, porque lo demás...
Será lo que tú dices.
Es lo primero que leo de Vilas y se me han quitado las ganas, pero como me fío de tu criterio lo intentaré con las obras anteriores (si las veo en la biblioteca, claro).
Un abrazo.
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