Pasado el paripé berlanguiano con las fuerzas vivas del lugar, me vi abandonado, solo, en mitad de un paraje desierto. Las taquillas vacías (con la persiana bajada, sin taquilleros/as, los recortes de la crisis), los pasillos silenciosos, un espacio de fantasmas, sólo máquinas y carteles que no indicaban nada. Arrojado a tu propia suerte, a tu intuición norte-sur. ¿Cuál será el andén correcto?
Ni un alma en cientos de metros a la redonda. Como Cary Grant en Con la muerte en los talones, más o menos (más menos que más).
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