Sigo esperando a Dodot.
Y echo muchísimo de menos a Té con Leche. Pero muchísimo...
Igual que siempre (es un decir) que entro en una librería miro a ver si hay un nuevo libro de Bufalino, aunque sé que es imposible, a veces le doy a sus links con la esperanza de que hayan vuelto.
Y echo muchísimo de menos a Té con Leche. Pero muchísimo...
Igual que siempre (es un decir) que entro en una librería miro a ver si hay un nuevo libro de Bufalino, aunque sé que es imposible, a veces le doy a sus links con la esperanza de que hayan vuelto.
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En otro orden de cosas, Lula Fortune me ha hecho recordar mi infancia, cuando el expreso Rías Baixas paraba -al amanecer- en Redondela, ese pueblo que para mí siempre tuvo nombre de chapas. Allí el tren hacía una maniobra en la que se separaban los vagones que iban a Vigo y los que iban a Pontevedra. Mi padre, que es un ser de costumbres tercas, siempre se bajaba en la estación a tomar un café y esperaba a que regresasen los vagones al andén para volver a subirse. A mí siempre me daba miedo que se quedase allí tirado, y no me quedaba tranquilo hasta que le veía arrojando el cigarrillo y entrando de nuevo en el tren.
En otro orden de cosas, Lula Fortune me ha hecho recordar mi infancia, cuando el expreso Rías Baixas paraba -al amanecer- en Redondela, ese pueblo que para mí siempre tuvo nombre de chapas. Allí el tren hacía una maniobra en la que se separaban los vagones que iban a Vigo y los que iban a Pontevedra. Mi padre, que es un ser de costumbres tercas, siempre se bajaba en la estación a tomar un café y esperaba a que regresasen los vagones al andén para volver a subirse. A mí siempre me daba miedo que se quedase allí tirado, y no me quedaba tranquilo hasta que le veía arrojando el cigarrillo y entrando de nuevo en el tren.
Yo me asomaba al ventanal del tren desde la litera, con los ojos muy abiertos (de pequeño era sólo ojos; debía de estar siempre asombrado). Quizás la pequeña Lula merodeaba por allí.
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De otros amigos, ya no digo nada. No hace falta. Sin ellos el mundo sería mucho más triste. Y afortunadamente en algunos casos eso no se puede ya dar. Ya no se escapan.
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Pienso por un momento en esta situación (que daría, quizás, para un relato): lees todos los días el blog de una persona, pero no sabes su nombre real ni tienes contacto por mail ni nada. Con el transcurso de los meses ya forma parte afectiva de tu vida, porque -pese a la virtualidad- aquí algunas cosas son muy verdaderas. De repente se muere, y ahí sigue su blog, flotando en la nada. No hay nuevos posts. Su familia y amigos no saben que lleva un blog (suele pasar) y no pueden avisar de la mala noticia. Los lectores habituales no saben qué hacer. Comentan entre ellos: ¿qué será de X?, ¿por qué no sigue escribiendo?