Aprovechando que acaba de salir La manía, el 15º volumen de los diarios de Andrés Trapiello, os pongo -dentro de mi sección "Madrid literario"- este genial prólogo que escribió A.T. para Una caña que piensa, el tomo correspondiente a 1993:
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"No sé bien para qué o para quiénes están escritas las páginas de este Salón de pasos perdidos.
Algunos amigos me preguntan: ¿hasta cuándo vas a seguir publicando ese diario? Se dan cuenta de que podría volverme loco. No sé, les digo, pero mientras siga apareciendo, me gusta que lo haga como hasta hoy, en esta editorial, para estos lectores, en una razonable penumbra.
Madrid es un pueblo defectuoso, pequeño, con las aceras estrechas y perpetuamente levantadas. Ni siquiera tiene un río digno de ese nombre. Hubo un alcalde que quiso darle esa apariencia, lo canalizó, lo represó y lo sembró con unas docenas de patos y ánades que amanecieron a la semana descalabrados y muertos a cantazos. Cada día desaparecen media docena de casas viejas y levantan en su lugar otras horribles, pero algunos pocos seguramente no lo cambiaríamos ya por ninguna otra ciudad, por hermosa que fuese. Ni siquiera París. Esto es quizá, en el fondo, lo que peor lleva uno: ser tan poco cosmopolita.
Algunos amigos me preguntan: ¿hasta cuándo vas a seguir publicando ese diario? Se dan cuenta de que podría volverme loco. No sé, les digo, pero mientras siga apareciendo, me gusta que lo haga como hasta hoy, en esta editorial, para estos lectores, en una razonable penumbra.
Madrid es un pueblo defectuoso, pequeño, con las aceras estrechas y perpetuamente levantadas. Ni siquiera tiene un río digno de ese nombre. Hubo un alcalde que quiso darle esa apariencia, lo canalizó, lo represó y lo sembró con unas docenas de patos y ánades que amanecieron a la semana descalabrados y muertos a cantazos. Cada día desaparecen media docena de casas viejas y levantan en su lugar otras horribles, pero algunos pocos seguramente no lo cambiaríamos ya por ninguna otra ciudad, por hermosa que fuese. Ni siquiera París. Esto es quizá, en el fondo, lo que peor lleva uno: ser tan poco cosmopolita.
Por esa razón le tienta a uno viajar un poco más, conocer otras gentes y orearse algo. Quizás de ese modo estos diarios tuviesen garantizada una vida longeva. Pero he de limitarme, una y otra vez, a hablar de mi vieja calle, de Las Viñas, de un rosal, de un mendigo, de los libros viejos, de un frenético, de las oropéndolas que tanto le impacientan y disgustan a ese crítico del ABC (pobre, me estará leyendo, espiando, en su intemperie), de mis hijos, de mi mujer...
Es cierto que podía ensayar también los giros cósmicos, hablar del mundo y sus terribles problemas, del hambre, de las guerras, de los opresores y de los oprimidos, de la Solidaridad, de Dios o de la Historia, el juego que darían Chiapas y Sarajevo, el juego que están dando ya en la literatura catalana los genocidios y los genocidas, en fin, de todos esos grandes y estocolmeños asuntos que nos comprometen bastante poco y que no suelen cambiar nuestros hábitos de vida, pero es difícil imprimir a la voz un timbre adecuado para abordarlos, si no se es, como decía Stendhal, un pequeño farsante.
Aseguraba Renard que a él su Diario le vaciaba. Si yo notara que a mí éste me vaciaba, lo dejaría. Al contrario, uno procura llenar el diario de casi todo. No sé por qué, los diarios me han parecido siempre uno de aquellos viejos ultramarinos en los que se vendía de todo, de aquí y de las colonias, y en cuya trastienda solía reunirse, al final de la tarde, una selecta cofradía. También yo, al atardecer, "la hora de la pintura" y de las confidencias, vengo al diario, colmado mío solo, y tertulio conmigo sin resignarme a que el día se lo lleve la noche como una pavesa. Asimismo creo que se van publicando estas estancias para que tú y yo, mutuas ficciones, nos hagamos compañía un rato, a la espera de ese invierno que deseo no nos sea demasiado cruel ni largo. Luego vendrán esta y otras muchas primaveras, y muchos otros inviernos, cantarán de nuevo los jilgueros y petirrojos, las acacias del Rastro se llenarán de flores y la plaza de París se cubrirá de las hojas secas de los castaños. Estamos aquí para celebrar que la vida pasa igual para todos. Estos diarios son los ojos míos y los tuyos, y deben mirarlo todo, incluso les sorprenderemos guiñándose aquí y allá, cuando tengan esa fantasía o cuando la realidad se contonee inesperada y llamativamente.
Es cierto que podía ensayar también los giros cósmicos, hablar del mundo y sus terribles problemas, del hambre, de las guerras, de los opresores y de los oprimidos, de la Solidaridad, de Dios o de la Historia, el juego que darían Chiapas y Sarajevo, el juego que están dando ya en la literatura catalana los genocidios y los genocidas, en fin, de todos esos grandes y estocolmeños asuntos que nos comprometen bastante poco y que no suelen cambiar nuestros hábitos de vida, pero es difícil imprimir a la voz un timbre adecuado para abordarlos, si no se es, como decía Stendhal, un pequeño farsante.
Aseguraba Renard que a él su Diario le vaciaba. Si yo notara que a mí éste me vaciaba, lo dejaría. Al contrario, uno procura llenar el diario de casi todo. No sé por qué, los diarios me han parecido siempre uno de aquellos viejos ultramarinos en los que se vendía de todo, de aquí y de las colonias, y en cuya trastienda solía reunirse, al final de la tarde, una selecta cofradía. También yo, al atardecer, "la hora de la pintura" y de las confidencias, vengo al diario, colmado mío solo, y tertulio conmigo sin resignarme a que el día se lo lleve la noche como una pavesa. Asimismo creo que se van publicando estas estancias para que tú y yo, mutuas ficciones, nos hagamos compañía un rato, a la espera de ese invierno que deseo no nos sea demasiado cruel ni largo. Luego vendrán esta y otras muchas primaveras, y muchos otros inviernos, cantarán de nuevo los jilgueros y petirrojos, las acacias del Rastro se llenarán de flores y la plaza de París se cubrirá de las hojas secas de los castaños. Estamos aquí para celebrar que la vida pasa igual para todos. Estos diarios son los ojos míos y los tuyos, y deben mirarlo todo, incluso les sorprenderemos guiñándose aquí y allá, cuando tengan esa fantasía o cuando la realidad se contonee inesperada y llamativamente.
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Ésta no es una buena época, oye uno por todas partes, y Madrid es una ciudad inhabitable. En realidad la época no es ni peor ni mejor que otras ni Madrid mejor ni peor que otros pueblos. Vamos montados en el péndulo de un reloj que va y viene con una ciega determinación. Podríamos, desde luego, arrojarnos al vacío aprovechando el impulso de una de sus sacudidas, y ensayar la pirueta artística, pero en el fondo es mucho más elegante seguir como hasta ahora y alegrarnos de corazón por aquellos que vengan después, mucho más afortunados que nosotros en todo, aunque se creerán unos desdichados porque imaginarán que la época verdaderamente buena fue la nuestra.
Mientras tanto, tratemos de vivir conforme a aquella máxima, "nadie es más que nadie". Es el único modo que tienen las almas de acercarse unas a otras y enaltecerse un poco, cuando comprenden que la verdad es de todos.
Mientras tanto, tratemos de vivir conforme a aquella máxima, "nadie es más que nadie". Es el único modo que tienen las almas de acercarse unas a otras y enaltecerse un poco, cuando comprenden que la verdad es de todos.
Madrid, invierno de 1998."
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No me diréis que no es un texto maravilloso... De lo mejor que se ha escrito en las últimas décadas. (Aquí es donde el lector del blog se sonríe y piensa: "Hala, ya está otra vez el exagerado del Conde, que cuando algo le gusta es que se pierde..."). Igual que se hizo una pequeña antología de textos sobre Extremadura extraídos de estos diarios (Capricho extremeño se titulaba), yo creo que se debería hacer otra con textos sobre Madrid.
14 comments:
Sí, claro, lo había leído en su momento y lo recordaba perfectamente. Para qué insistir en los halagos... Ya sabes lo que pienso de este señor.
Sí que está muy bien.
Pues no he leído nada de A. T., ni estos diarios ni nada más. ¿Qué tienes que decirme al respecto?
Un abrazo.
Pues que me parece muy mal. Y seguro que tampoco has leído nada todavía de Gutiérrez Solana, pese a la insistencia mabalotiana y mía.
Ya os dije que para mí el Salón de Pasos Perdidos es una de las grandes obras literarias de nuestro tiempo; de las poquitas que van a perdurar en el transcurso de los siglos venideros blablabla.
Y lo sigo pensando...
(Eso sí: mejor cogete los libros en la biblioteca o cómprate la edición de bolsillo, que los nuevos están muy caros...)
Ok, ok.
Pero es que tengo taaaaanto que leer, joder. Y eso contando sólo lo que ya poseo; porque si no, es para volverse loco, claro.
Y lo peor es que tengo 3 o 4 volúmenes de estos Diarios, fíjate.
Y no, tampoco a G. Solana...
A mi me ha gustado. Firenze
Me alegro, F.
Porto, a lo mejor deberías ir comprando los libros a medida que los vas leyendo... Dwe uno en uno, quiero decir.
Confundo las historias de unos tomos con otros, pero creo que el que más me gustó fue el de "Las cosas más extrañas". Todavía tenía el tamaño idóneo. Después se fueron hinchando e hinchando cada vez más...
Estoy de acuerdo contigo, Conde. Trapiello es buenísimo en estos tomos de memorias. Es el escritor ideal: escribe de todo y sobre todo (y contra muchos). Sus tochos se leen de maravilla.
A mí me gusta mucho cuando habla de certámenes literarios, premios y demás navajazos. Y también cuando habla del campo de Trujillo y de su casa que se caía a cachos (por cierto, no sabía lo de Capricho extremeño, que ya apunto para ir buscando).
Un abrazo.
Yo me he ido haciendo con todos los tomos del "Salón..." a base de santos y cumpleaños, a través de mi madre... Tengo pendientes varios, y por un lado me alegro, así me durarán más...
Hola, J.M y Teresa.
Está claro que todos formamos parte de la Secta del Salón. No sé si es algo curioso o perfectamente lógico. Quiero decir que por algo nos gustará leernos y por algo nos gustarán tanto estos diarios. Digo yo.
Y así ya tenemos respuesta a la pregunta que se hacía A.T. en la primera frase: "No sé bien para qué o para quiénes están escritas las páginas de este Salón de pasos perdidos".
¡Para disfrutar! ¡Nosotros!
Qué buena definición: "Los diarios me han parecido siempre uno de aquellos viejos ultramarinos en los que se vendía de todo, de aquí y de las colonias, y en cuya trastienda solía reunirse, al final de la tarde, una selecta cofradía". ¿No nos gustaría a todos los que andamos metidos en estos trajines que fueran algo así nuestras bitácoras?
Un abrazo, Conde.
Nos gustaría, claro que nos gustaría.
Vamos, a mí al menos me encantaría.
Saludos.
Un pelín exagerado si que me pareces, pero tengo que reconocer que me gustó. Pero hay tantas cosas que tengo que leer, y tan poco tiempo, que no se por donde empezar a meter mano. Puesto que estoy en Extremadura, comenzaré por los "Caprichos extremeños" ¿te parece bien?.
Por cierto, ¿no crees, que estos empeños blogísticos en los que más de uno se ha empeñado, son, en muchos casos pequeños diarios.?
Saludos en una calurosa mañana primaveral.
Sí, Diarios. Eso son muchas de ellas.
Hola, Anab. Sí, creo que es un buen libro para empezar, y más si vives por esos campos extremeños. Creo que te gustará.
Saludos
He ido leyendo los diarios de Trapiello a medida que se publicaban, desde hace ya muchos años. Ojalá muchos escritores tuvieran esa manía diarística, que me gusta mucho, pero qué le vamos a hacer.
Cuestión distinta es que me guste el personaje que los escribe, pero eso ya sería pedir mucho. ¿Cuándo va a hablar bien de otro escritor? De alguna manera, todos van cayendo a lo largo de los tomos: Marías, Vila-Matas, Steiner, Bernhard, Barnes, Canetti, Magris.. Sólo habla bien de media docena y la mayoría están muertos. ¿No echáis de menos el comentario de algún libro actual que le entusiasme? Hay que suponer que uno o dos, al año, debe de haber, pero es que la lectura apenas entra en sus diarios. Lo lamento, me disgusta lo que supone
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