"Puede afirmarse que cuanto más noble y más generoso es el espíritu de una persona, tanto más sensible es a la vergüenza, como bien lo expresa San Jerónimo. Dícese que Aristóteles experimentaba vergüenza y pesadumbre por ser incapaz de sentir la emoción de las tragedias de Eurípides; que Homero se sintió avergonzado por no poder hallar la solución de cierto acertijo que le propuso un pescador y que Sófocles se hirió de muerte con un puñal por haber sido silbada una de sus tragedias. También se quitó la vida Lucrecia, avergonzada por su deshonra y para no escuchar murmuraciones públicas. Cuando el romano Marco Antonio fue derrotado por su enemigo, permaneció a solas, por espacio de tres días, en la proa de un buque, sin admitir ni siquiera la compañía de Cleopatra, anonadado por el despecho y la vergüenza. Así nos lo presenta Plutarco en su biografía. Apolonio de Rodas, poeta de Alejandría (siglo III antes de J.C.), abandonó voluntariamente su patria y su familia, avergonzado por haber recitado pésimamente su poema sobre los argonautas, según dice Plinio.
Ayax sintió vergüenza y cólera cuando sus armas fueron entregadas a Ulises. El sacerdote Hostrat tomó tan a pecho el libro que Reuchlin escribió contra él, que de vergüenza y de pesar se suicidó. Por el contrario, existen sujetos felones y descarados que no se avergüenzan de nada y no hay desdicha que los afecte o conmueva, como cierto personaje de Plauto —Ballio— que más se regocija cuanto más lo insultan y es objeto de escarnio. En cambio, la persona que se estima a sí misma y es celosa de su reputación preferirá perder sus bienes y aun la vida antes que sufrir difamación o ver tiznado su buen nombre. Y si no puede impedirlo sentirá una angustia lacerante, como el ruiseñor, que —según dice Mizald— muere de vergüenza si oye a otro pájaro cantar mejor: Quae cantando victa moritur".
(Robert Burton, Anatomía de la melancolía)
4 comments:
Y decía Marx que la vergüenza es un entimiento revolucionario. Yo tuve un profesor de literatura que se ponía rojo y nos decía que estaba demostrada la relación entre el rubor facial y la potencia sexual.
Lo decía de coña, claro, pero hay que ver lo que da de sí una emoción básica como la vergüenza.
Tenemos una edición distinta. En la mía, después de la locura de Áyax, dice: "En China es común que los que no son admitidos a sus famosos certámenes, o quienes suspenden el examen de graduado en literatura, pierdan el juicio por la pena y la vergüenza"
(Burton, parte I, sección II, miembro III, subsección VI.)
¡Qué diferencia con lo que vemos hoy en día! Esa gente que va a los platós a que la insulten y se rían de ella y les da absolutamente lo mismo. Yo creo que la desvergüenza, si se sabe emplear, no es mala, lleva a reirte de ti mismo y ser más sano. Pero lo que hoy domina es la desfacahatez, que es otra cosa.
Bárbara, ese profesor debía de ser un pelín peligroso, creo yo.
Antonio, seguro que tu versión es la buena. Ésta creo que es un resumen, antología o como se llame. Imagino que se saltarán trozos...
Baquero, no sé, el concepto de vergüenza (¡y no digamos el de vergüenza ajena!) daría para muchas reflexiones, hasta filosóficas.
Un abrazo a todos.
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