París, 1976. El director de cine Claude Lelouch recorre las calles de París a velocidad suicida (y homicida), esquivando a los demás coches y saltándose todos los semáforos en rojo.
Una locura que uno no se cansa de ver. No hay ningún corte ni trucaje en la imagen; es totalmente real. El sonido, al parecer, sí fue añadido después (de un motor Ferrari, mientras que el coche en el que va es un Mercedes). Lo raro es que no atropellase a alguien o acabase estampado contra un muro. La ciudad se ve muy bonita a esas horas del amanecer (los lugares son fácilmente reconocibles). Por supuesto, cuando se hizo pública la grabación Lelouch fue detenido por la policía.
Lo mejor de esta locura es que ya está hecha. Que a nadie se le ocurra imitarla...
Treinta años después, el propio Lelouch recuerda y repite el itinerario en el mismo coche, pero a velocidad normal.
8 comments:
Si el sujeto es director de cine, o bombero, poco importa. Es un pobre imbécil, uno más, uno de tantos, por otra parte. Y, claro, así nos va en el cine o en el arte. Pero aún veremos una nueva escena, sólo que matando gente o matándose él, que tiene más morbo.
Hola, Murciautil.
Que el sujeto es un pobre imbécil se ve muy claro sobre todo en el segundo vídeo, donde ya talludito rememora orgulloso su travesura.
Pero aquí no veo el morbo por ninguna parte. A mí me gustan mucho las imágenes de este vídeo: el encuadre, la luz, la ciudad que va pasando, la velocidad... Lo del riesgo -para que me gusten o no las imágenes- me la trae floja, sinceramente (cuando uno las vuelve a ver ya sabe que no va a pasar nada); además, los riesgos están más o menos calculados, a esas horas no hay casi gente y el conductor es un experto (aunque desgracia podía haber, desde luego). Otra cosa es si es innecesario todo eso, claro. Pero ya digo que a mí me gustan las imágenes.
Al margen de este caso (donde entra la responsabilidad del autor), el debate ética-estética me parece muy complejo. A veces creo que ética y estética tienen que ir unidas y otras veces veo claramente que son dos esferas totalmente separadas, inconmensurables. Un caso extremo son las imágenes del 11-S, de las Torres Gemelas cayéndose. Es algo horrible, se nos pone un nudo de angustia en la garganta si pensamos en las personas que están muriendo en ese instante (aunque no las vemos, por lo que no hay morbo posible), pero a la vez esas imágenes son estéticamente muy bonitas, subyugan, las puedes ver mil veces y no cansan... Quizás están en la categoría de "lo sublime terrorífico", que decía Kant.
Ya sé que este debate es molesto, incómodo, hasta peligroso, pero -si hay alguien por ahí- ¿qué opináis?
Pero uno no puede dejar de pensar en lo absurdo de la acción, por muy estéticas que séan las imágenes. No es un simple paseo por la ciudad, el "mérito" del documento está en el riesgo que se asumió, en saltarse los semáforos en rojo a modo de ruleta rusa, y, claro, esto lo invalida para mi, para mi mirada, para mi conciencia, para mi placer. Y voy más lejos, sin ética qué importa la estética. Ver filmada, por ejemplo, la violación de una niña inocente, con unas imágenes preciosas, no justifica la violación, o sea, que la estética tampoco es nada más allá de ser un superficial y anecdótico deleite..., ¿de qué? ¿para qué?
Es que esto es muy complicado... Intento aclararme un poco, pero no sé por dónde empezar. En cuanto empiezo a pensar sobre el tema me salen mil problemas (que contienen otros tantos) a los que no encuentro solución.
Tu ejemplo es todavía más extremo que el que ponía yo. Hombre, dudo mucho que una violación pueda ser bonita bajo ningún aspecto, pero aunque lo fuera está claro que no puede justificar nada. más aún, si sostenemos que ética y estética son ámbitos separados, no puede justificar nada ni para bien ni para mal. Quiero decir, que la imagen por sí sola nada diría de eso otro. Y lo difícil sería encajar aquí el supuesto valor de denuncia o testimonio que algunos reporteros gráficos esgrimen.
En todo caso lo imputable sería la responsabilidad del cámara o del fotógrafo, por acción u omisión (como en el famoso caso del buitre y la niña moribunda de África, en el que el fotógrafo acabó suicidándose).
Como en todo, hay distintos aspectos y niveles. Una cosa es la relación ética-estética en cuanto al autor, otra la de la obra misma y otra en el receptor. En esto último (el receptor) seguramente estaríamos de acuerdo: la repulsión moral puede ser ya una valoración estética en sí misma. ¿O no? No sé, la verdad, no veo nada claro todo esto.
Lo único que tengo claro es que el límite de la acción está en el Código Penal, pero esto no es decir nada.
(He pedido ayuda a Gregorio Luri, a ver si viene...)
Pues aquí estoy.
Pero no crea que tengo muchas cosas que decir.
Solamente algo así como una sospecha.
A veces se ha dicho que la oposición entre bello-feo (estética), bueno-malo (ética) y amigo-enemigo (política) marcan los campos de la cultura. Pero a mi modo de ver estas tres oposiciones tiene que obedecer a alguna necesidad común, a alguna fuerza más básica que ellas de las que, sin embargo, ellas sería la expresión.
Encontrar ese sustrato es para mi un gran problema. Es cierto que Nietzsche nos ofrece una respuesta bien interesante al apuntar a la voluntad de poder, pero ¿si todo es expresión de la voluntad de poder, cómo aparecen las diferencias dentro de esta misma voluntad, es decir, como aparece la diferencia entre lo bueno-malo y lo hermoso-feo? Para esto último ya no tengo respuesta. O la que tengo es: la nebulosas naturaleza. Pero esto significa explicar un enigma con otro.
Ya ve usted.
En cualquier caso, gracias por la invitación.
De nada. Un placer tenerle por aquí, señor Luri.
Yo creo que lo del sustrato común de esos tres campos se puede entender en la teoría, pero en la aplicación práctica me parece casi imposible de sostener, porque el tipo de valoración que efectúan es distinta; aunque hubiese una fuerza o sustrato común a todas, el punto de vista es distinto.
Más o menos: la ética sería lo valorativo objetivo (al menos pretende serlo), la estética lo valorativo subjetivo y la política lo no valorativo (sólo lo real).
Lo que sí que hay es subordinación de unos campos a otros: la estética se subordina a la política, la ética a la estética, la ética a la política, la estética a la ética. Lo de que la política se subordine a algo (sea ética o estética) ya suena más extraño, casi irreal.
La voluntad de poder yo la veo evidente en el campo de la política. Y parece que en general es este campo el que condiciona los otros dos (en muchos casos de la historia así ha sido). Creo yo.
Puff, esto se me complica...
A mi me parece que esos tres campos: ético, estético y político, tan importantes en la sociedad, lo son menos en el arte, al menos en el Gran Arte de la Creación. Estas categorías eminentemente sociales, es decir, sujetas a unas leyes culturales, en nada afectan al hecho creativo.
Todo esto viene -creo recordar- por el documento cinematográfico que hemos visto. Aplicarle un juicio ético, o simplemente estético, tampoco nos resuelve nada más allá de hacernos reflexionar sobre el tema, pero todos sabemos que el tema siempre viene a ser la excusa, el hilo conductor que nos llevará a entrar en otra cosa, en otra altura, si es que esta altura se alcanza, claro. Y yo no le veo nada, no me dice nada, o mejor dicho, sólo me dice cosas, pero no veo a nadie.
Yo creo que cualquier excusa es buena para darle el coco, pero el coco siempre acabo dándonos a nosotros, como en este caso (en el que me declaro incapaz).
Aunque quizás tienes razón, Murcia.
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