Estoy leyendo un libro de Murakami titulado What I Talk About When I Talk About Running (De lo que hablo cuando hablo sobre correr). Que yo sepa no está traducido todavía al español. Es un ensayo. Voy por la mitad. Es la vez que más estoy aguantando un libro de Murakami; suele pasarme esto de que de los novelistas me gusten más sus libros de no-ficción que sus novelas (de los que saben escribir bien, claro). Es un digno representante del género lectura en terracita con cerveza y aceitunas. Los demás los tuve que dejar por imposibles. Me aburrían un huevo, o los dos. A lo mejor tuve mala suerte al escoger, no sé, pero sería demasiada casualidad. El único que me gustó un poco fue el de La caza del carnero salvaje; por cierto, que no se me olvide volver a cogerlo en la biblioteca alguna vez, a ver si consigo terminarlo.
Pues resulta que a Murakami le gusta mucho correr. Hace footing varias horas todos los días, religiosamente, desde que tenía 33 años, ha participado en muchas maratones populares (Tokio, Nueva York, etc) e incluso en 1982 se hizo él solito el recorrido Atenas-Maratón en pleno mes de agosto, con la canícula griega en su momento álgido, que ya hay que estar mal de la cabeza...
En este libro se pone a contar cómo empezó en esto del correr, cómo se fue enganchando, cuánto tiene que ver con su forma de ser, con su carácter, lo que opina sobre el tema, etc. Qué coñazo, diréis. Y eso pensaba yo también, que me aburro y me canso ya sólo de ver a los del footing corriendo por la calle hacia ninguna parte, sudando y sufriendo porque sí. Pero el libro está entretenido. Hasta me está apeteciendo bajarme un día a echar una carrerita por el barrio, a ver qué tal. Al hilo de sus reflexiones sobre el correr, también va recordando sus comienzos literarios y reflexiona (es un decir) sobre el arte de escribir. Resumiendo, que son una especie de memorias/diarios sobre el correr y el escribir.
Dos cosas me han llamado la atención desde el principio del libro:
1) En primer lugar, lo sencillo y humilde que es este Murakami. Me cae bien. Con el éxito mundial que tiene, se le podría haber subido el ego a la cabeza. Pues no. Es un tío muy normal. Es consciente de sus limitaciones y debilidades y no trata de vendernos la moto de nada. Dice lo que piensa con sinceridad (eso parece, al menos) y sin florituras, habla de lo que le gusta y recuerda las cosas como fueron, sin más. No tiene melindres ni complejos sobre el qué dirán y no adopta pose ideológica alguna (gracias, Haruki).
2) En segundo lugar, que parece un poco cortito. Poco inteligente, quiero decir. Que no da mucho de sí. No parece muy sustancial, no. En sus momentos de mayor altura reflexiva, el ensayo de Murakami no logra soprepasar ni al más ñoño libro de autoayuda. En realidad, eso parece a veces: un bondadoso e inofensivo librito de autoayuda. Por eso me gustan más las partes en que sólo cuenta las cosas y no razona sobre ellas. Él mismo reconoce en algún momento su incapacidad para la reflexión; por eso sus novelas son, sobre todo, una concatenación de sensaciones, imágenes, impresiones, sentimientos, etc. Lo mental no es lo suyo, y ya está. Un aspecto quizás asociado a esto es su superficialidad: por lo que dice en el libro parece que lo más horrible del mundo mundial para Murakami sería coger unos kilitos de más. Si le saliese un michelín se sumiría en la depresión más absoluta y se haría el harakiri, creo yo. Me lo imagino todo el día contemplando su barriga en el espejo... ¡¡¡Y estamos hablando de un tío de 60 años!!!
En fin. Viene a decirnos Murakami que escribir novelas y correr maratones tiene mucho en común: tesón y esfuerzo, dedicación, determinación, disciplina, resistencia, etc. Supongo que tiene razón. Lo que pasa es que yo soy más de paseos. El sufrimiento modulado casi que se lo dejo a los demás. Por eso, quizás, nunca llegaré a la novela.
Pues resulta que a Murakami le gusta mucho correr. Hace footing varias horas todos los días, religiosamente, desde que tenía 33 años, ha participado en muchas maratones populares (Tokio, Nueva York, etc) e incluso en 1982 se hizo él solito el recorrido Atenas-Maratón en pleno mes de agosto, con la canícula griega en su momento álgido, que ya hay que estar mal de la cabeza...
En este libro se pone a contar cómo empezó en esto del correr, cómo se fue enganchando, cuánto tiene que ver con su forma de ser, con su carácter, lo que opina sobre el tema, etc. Qué coñazo, diréis. Y eso pensaba yo también, que me aburro y me canso ya sólo de ver a los del footing corriendo por la calle hacia ninguna parte, sudando y sufriendo porque sí. Pero el libro está entretenido. Hasta me está apeteciendo bajarme un día a echar una carrerita por el barrio, a ver qué tal. Al hilo de sus reflexiones sobre el correr, también va recordando sus comienzos literarios y reflexiona (es un decir) sobre el arte de escribir. Resumiendo, que son una especie de memorias/diarios sobre el correr y el escribir.
Dos cosas me han llamado la atención desde el principio del libro:
1) En primer lugar, lo sencillo y humilde que es este Murakami. Me cae bien. Con el éxito mundial que tiene, se le podría haber subido el ego a la cabeza. Pues no. Es un tío muy normal. Es consciente de sus limitaciones y debilidades y no trata de vendernos la moto de nada. Dice lo que piensa con sinceridad (eso parece, al menos) y sin florituras, habla de lo que le gusta y recuerda las cosas como fueron, sin más. No tiene melindres ni complejos sobre el qué dirán y no adopta pose ideológica alguna (gracias, Haruki).
2) En segundo lugar, que parece un poco cortito. Poco inteligente, quiero decir. Que no da mucho de sí. No parece muy sustancial, no. En sus momentos de mayor altura reflexiva, el ensayo de Murakami no logra soprepasar ni al más ñoño libro de autoayuda. En realidad, eso parece a veces: un bondadoso e inofensivo librito de autoayuda. Por eso me gustan más las partes en que sólo cuenta las cosas y no razona sobre ellas. Él mismo reconoce en algún momento su incapacidad para la reflexión; por eso sus novelas son, sobre todo, una concatenación de sensaciones, imágenes, impresiones, sentimientos, etc. Lo mental no es lo suyo, y ya está. Un aspecto quizás asociado a esto es su superficialidad: por lo que dice en el libro parece que lo más horrible del mundo mundial para Murakami sería coger unos kilitos de más. Si le saliese un michelín se sumiría en la depresión más absoluta y se haría el harakiri, creo yo. Me lo imagino todo el día contemplando su barriga en el espejo... ¡¡¡Y estamos hablando de un tío de 60 años!!!
En fin. Viene a decirnos Murakami que escribir novelas y correr maratones tiene mucho en común: tesón y esfuerzo, dedicación, determinación, disciplina, resistencia, etc. Supongo que tiene razón. Lo que pasa es que yo soy más de paseos. El sufrimiento modulado casi que se lo dejo a los demás. Por eso, quizás, nunca llegaré a la novela.
3 comments:
Hola. Nunca se sabe por dónde vas a salir, chaval. Me gustó tu frase; "Hasta me está apeteciendo bajarme un día a echar una carrerita por el barrio, a ver qué tal." Te imagino y me hace reír, y no por nada, no porque no te vea deportista, pero es que ni tú ni yo nacimos, creo, para quemar chicha corriendo. Aunque sí que tengo ganas a veces de correr; hay algo infantil, elemental, en eso. Uno se pasa la infancia corriendo de aquí para allá, y de repente ya sólo va apurado de un sitio a otro, a no ser que seas futbolista o ladrón de bolsos.
Este libro se publicó hace poco en Galaxia.
Estoy de acuerdo con tus dos puntos sobre Murakami. Me cae bien; es sencillo, y no va de literato por la vida. Hace poco estuvo en Santiago y conozco a uno que lo conoció e hizo de intérprete; me dijo que era un tipo raro.
Pues en Galaxia van más rápidos que aquí, por lo que veo.
Lo de correr en la infancia es cierto. Como diría Antonio Gala (por ejemplo), después empieza "el flato de vivir".
Raro debe ser, sí. Pero sencillo y humilde.
Aunque todos somos un poco raros ¿no?
Un abrazo.
Esto me pasa por lo que me pasa, claro, porque no me debería dejar llevar por lo que me recomiendan. Las recomendaciones que son puras recomendaciones no hay que seguirlas nunca, y heme aquí que compré La sombrita dichosa del tiempo, que me regalaron no sé qué jodida catedral marina, que me compré un libro que no recuerdo (por ahí lo debo tener) de Doris Lessing, y ahora voy y me agencio, apabullado por los elogios que recibe, el After Dark del señor Murakami. Y oye, que con las dos frases que leí cuando me trajeron el libro, y con lo que leo ahora en tu entrada... Otro libro casi sin abrir, y claro, no se lo deseo a nadie, así que como no los venda al peso...
En cuanto a Murakami, es que soy un lector lento y ocupado, así que simplezas aburridas las precisas. Se agradece el aviso.
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