Friday, July 17, 2009

El ingeniosismo sociológico de Sergi Pàmies (y otras cosas)

En la piscina, leyendo Si te comes un limón sin hacer muecas de Sergi Pàmies. Es una lectura muy de piscina, de clase media bañándose en el recinto cerrado de su urbanización. Los niños gritando y chapoteando, las mujeres compartiendo cotilleos y presumiendo unas delante de las otras por cualquier cosa, los señores tumbados a la sombra leyendo el periódico, etc. Un palo naranja de gomaespuma flota en el azul del cloro. La ducha goteando, una toalla colgada de una silla, las gafas de natación arrugadas en una esquina.
Los de Pàmies son relatos muy cortos, entretenidos, que se leen con gusto. He leído otros libros suyos y siempre es una lectura agradable. Sabe escribir, tiene un estilo contenido y una mirada inteligente. Pero, la verdad, no me parece que sea tan genial y maravilloso como dan a entender las frases de los escritores y críticos de la contracubierta (vale, ya sé que en ningún libro esas frases coinciden con la realidad; en eso consisten, en el elogio desbordado). Y tampoco veo por ningún lado esa posible relectura infinita a la que alude Vila-Matas en el prólogo.
Yo creo que Pàmies representa a la perfección las virtudes de este género que es el relato corto (intensidad, versalitidad, concisión, capacidad de sugerencia, etc), pero también algunos de sus defectos más habituales. Quizás lo que más me cansa de Pàmies es ese ingeniosismo constante, ese ingeniosidad obligatoria, que parece ser una característica inherente al género. Lo que más me molesta, de todo esto, es el guiñito al lector, con un ojo. Me imagino al autor guiñándome el ojo y me dan ganas de negarle la complicidad.
No sé, a lo mejor es que el relato breve es un género de ingeniosos y para ingeniosos. Eso parece. El campeón (ya excesivo) de este ingeniosismo machacante es Hipólito G. Navarro (gran persona, sin duda). A mí un relato ingenioso (que juega con la idea, con los personajes, con la estructura, con el tiempo, con las palabras, con el final sorprendente, etc) me parece bien; incluso dos o tres o cuatro o cinco; pero todo un libro de ingeniosidades así me cansa. Es como inflarse a dulces empalagosos. En este caso del Limón, además, casi todos los temas de los relatos son trasuntos sociológicos, casi estadísticos.
Resumiendo: Pàmies es el constante ingenioso con tendencias sociológicas.
*****
En el banco. Acabo gritándole a la señora que me atiende (es decir, la que me agrede con su incompetencia o con su cerrazón burocrática). Es algo que no puedo evitar, me supera. Esa imposibilidad de razonar del burócrata es algo que me saca de quicio. Dicen "no", "eso es imposible", "falta la etiqueta identificativa" y no hay más que hablar. Plantan su NO por una minucia (cuando no una excusa absurda; además, en este caso, inventada), como un muro infranqueable. Por aquí no se puede pasar, no hay nada que hablar, me amparo en la normativa de los papeles para hacer oídos sordos. Inevitablemente, dan ganas de partirle la cara o de poner una bomba en el local, única forma de derribar el muro.
Conclusiones filosóficas: La burocracia es un paréntesis institucional en la racionalidad humana. Es un lugar en el que el hombre deja ser hombre. No hay personas, sólo datos, números o papeles. Es una negación absoluta del lenguaje, de la capacidad de dialogar. La burocracia es la negación total del respeto, de esa dignidad o "valor en sí mismo" que, según Kant, es lo que hace que las personas seamos personas. Al salir del banco me arrepiento de haber perdido los nervios. Pero el cabreo dura un buen rato, como una herida sangrante de la burocracia.

6 comments:

Mabalot said...

Sí, pensé más o menos lo mismo cuando leí a Pamies. A H. Navarro lo cogí queriendo que me gustara, es decir, pensando, por lo que sabía de él, que encontraba casi un alma gemela. Nada más lejos de lo que me gusta en relatos, o por lo menos no le encontré la gracia en absoluto. Y ninguna gracia, ni la del chistoso, ni la del escritor interesante. Y lo siento... por mí.

Y ponles una reclamación a los del banco, o lo que sea. Ya verás como así te hacen caso.

conde-duque said...

Mabalot, ya sabes que solemos tirar por el mismo lado en estas cosas.
Lo del banco se arregló al final. Si gritas un poco para romper el muro burocrático, entonces sí buscan una solución. Habrá que ir por la vida haciendo de loco peligroso.

virgi said...

Muy lúcido lo de "la burocracia es un paréntesis institucional en la racionalidad humana".
Me encantó el menú anterior...¡donde estén un par de huevos fritos! que se quiten todas esas machangadas.
Un saludo

conde-duque said...

Bienvenida, Virginia (o Virgilia).
Gracias, y un saludo.

La independiente said...

Hola conde,
De acuerdo con lo de Pamiés pero tal vez sea un problema del género, del relato corto. Ya sabes lo que pienso de ese tema, si no te basas en el ingenio, las historias piden más páginas por sí mismas. Vamos, lo que decía Wilde: el ingenio es la bisutería del talento. :-)

A Navarro no lo he leído y la verdad no sé si hacerlo después de tu comentario.

En cuanto a tu reflexión sobre la burocracia, no puedo estar más de acuerdo. Últimamente he comprobado además que, en el caso de la policía municipal, al paréntesis institucional de la racionalidad humana (gran definición), se añade la arrogancia y chulería de los que llevan uniforme. En fin.

Un abrazo,
X.

conde-duque said...

Buenas, Xavié.
Yo no creo que sea algo inherente al género, algo inevitable. Parece serlo porque ahora se escriben todos los relatos así, pero si leemos a los "grandes" americanos del género (Hemingway, Fitzgerald, Cheever, Carver, Salinger, Wolff) vemos que no se las dan de ingeniosos. Escriben relatos de otra manera, que a mí me gusta mucho más.
Cómo expresarlo: los buenos relatos suelen ser trozos de vida, no juguetitos sociológicos o metaliterarios. Hay una gran diferencia.
En cuanto a lo de Navarro, mejor no te fíes de mis comentarios; leelo y después me cuentas, a lo mejor te gusta pese al excesivo ingeniosismo.
Un abrazo.