Sunday, October 25, 2009

El ojo está delicado, el escupitajo es salado

Un banco en Villa Borghese, el cansancio de los paseos, la emoción del descubrimiento. Leyendo y leyendo y leyendo. Natalia Ginzburg sonriendo desde la portada sutil de Einaudi Tascabili. La sonrisa de muchos dientes y labios finos, los ojos achinados como una esquimal, el pelo negro y corto, cierto aire monjil. No mira hacia la cámara. Parece cegada por el flash, se sale por un reojo. La dolorosa constatación de que no es guapa. Más bien fea. Peor aún: es clavada a Sánchez Dragó.
De mayor yo querría escribir así (en realidad, más en la versión italiana que en la traducción):
"En invierno, nos dejaba algún viejo a causa de una pulmonía, las campanas de Santa María tocaban a muerto, y Domenico Orecchia, el carpintero, fabricaba la caja. Una mujer enloqueció, se la llevaron al manicomio de Collemaggio, y el pueblo tuvo de qué hablar por un tiempo. Era una mujer joven y limpia, la más limpia de todo el pueblo: dijeron que le había pasado por tanta limpieza. A Gigetto di Calcedonio le nacieron dos gemelas, con dos gemelos varones que tenía ya en casa, y armó un escándalo en el ayuntamiento porque no querían darle el subsidio, dado que tenía muchas tierras y un huerto tan grande como siete ciudades. A Rosa, la portera de la escuela, una vecina le escupió en un ojo, y se paseaba por todas partes con el ojo vendado para que le pagaran una indemnización. «El ojo está delicado: el escupitajo es salado», explicaba. Y también de esto se habló algún tiempo, hasta que no quedó nada por decir.
La nostalgia aumentaba en nosotros día a día. A veces era hasta agradable, como una compañía dulce y levemente embriagadora. Llegaban cartas de nuestra ciudad, con noticias de bodas y de muertes, de las que estábamos excluidos. En ocasiones, la nostalgia se hacía intensa y amarga, y se convertía en odio: odiábamos entonces a Domenico Orecchia, a Gigetto di Calcedonio, a Annunziatina, las campanas de Santa María. Pero era un odio que manteníamos oculto, reconociéndolo injusto: y nuestra casa estaba siempre llena de gente que venían a pedir favores o a ofrecérnoslos. De vez en cuando la costurera venía para hacernos rosquillas. Se ataba un delantal a la cintura y batía los huevos, y mandaba a Crocetta por el pueblo a ver quién nos podía prestar una sartén bien grande. Su cara enrojecida estaba absorta y sus ojos brillaban de una voluntad imperiosa. Habría quemado la casa para que sus rosquillas salieran bien. Sus ropas y su pelo se volvían blancos de harina, y las rosquillas iban siendo colocadas en la mesa oval donde mi marido escribía."
(Natalia Ginzburg, Las pequeñas virtudes)

2 comments:

narrow said...

Hum, quería leer algo de la ginzburg pero está caro, si me decido ya me dirás por dónde empiezo. Por otra parte, en iteliano está bastante barato, ¿es difícil? La Central en BCN tiene bastantes de sus libros.

Saludos.
PD Hoy me he cogido MAnual del distraído, que tú recomendabas y pinta bien.
Saludos again

conde-duque said...

Hola, Narrow. Yo te recomendaría empezar, por ejemplo, por este libro "Las pequeñas virtudes" (medio ensayos medio relatos). O, si no, "Léxico familiar" (novela).
No es un estilo difícil en italiano, y están más baratos que la traducción en ¿Siruela, Acantilado? "Léxico familiar" es casi imprescindible leerlo en italiano, por las expresiones, etc.

Espero que disfrutes el Manual de Rossi, una obra maestra.
Como ves, me gusta mucho ese género híbrido entre el ensayo y el relato.
Saludos.