Wednesday, November 09, 2011

Lo que queda del día

Da cierto reparo expresarlo así, como algo contundente, ya cerrado, pero ha sido uno de los mejores viajes que recuerdo, quizás -aunque no, sé perfectamente que ésta no puede ser la razón- porque es el último. Cinco días enteros disfrutados en Roma, aprovechados al máximo, estrujados en su jugo sin la menor compulsión, todo con mucha calma, tranquilamente, sin prisas. Cinco días que darán para mucho, creo, espero, para mucha vida, imágenes y sensaciones que ocupan bastante más que cinco días, o tres semanas, incluso meses. En estas cosas se resume lo valioso de una vida, the remains of the day, lo que queda del día. Una Roma otoñal con clima primaveral -el sol siempre luciendo entre los árboles, la chaqueta en la mano, sentarse en las terrazas-, poco más se puede pedir. Podrá uno refugiarse en estos recuerdos cuantas veces quiera, siempre que lo necesite o le apetezca. Y no será simple ejercicio de nostalgia o evasión o trampa, no, serán verdadera vida. Podré descansar y relajarme y abastecerme en ellos y recrearlos y prolongarlos en esa maravilla del detalle que, al revivirse, adquiere toda su profundidad, su extensión, su variedad de matices, su infinita esencia. Proust y compañía.




Villa Medici


Los lugares de siempre, inevitables, magníficos, siempre nuevos, nunca repetidos, los lugares nunca vistos, sólo soñados o imaginados o leídos, el regreso al espacio -ya mitológico en la vida de uno- de aquel verano que permanece: el barrio de San Lorenzo. Cuatro años es poco o mucho o nada, no lo sé aún. Dijo alguien que no se debe volver al lugar donde uno ha sido feliz (busco en google y pone que es una frase de Sabina, Joaquín, el cantautor, y no sé por qué ya se me ha chafado un poco la cita, me imagino la cara de Sabina diciéndola, escuálido, con esas rimas que siempre riman, ripios de sombrero y humo de cigarro y progresía, y se estropea, se agrieta, ya no vale lo mismo, quiero pensar que alguien mejor lo dijo antes), pero quizás sí se debe volver a donde uno fue feliz y estuvo triste y alegre y se divirtió (mucho) y se aburrió (poco) y disfrutó de la tragicomedia de la vida. He vuelto y he recordado y he revivido y no ha habido tristeza ni sensación de pérdida, sino el misterio del paso del tiempo, que en el fondo no es sino una melancólica alegría, la sustancia de lo que todo está hecho. Sólo puedo anunciar (por si a alguien -no creo- le importara) que I Tre Lampiani ya no existe.
No, no quiero enumerar ahora, ni nombrar nada, no hay urgencia ni afán de recopilación. Dejemos reposar los recuerdos. Poco a poco irán desgranándose las cosas por sí solas, en los momentos oportunos, celebrándose y multiplicándose y extendiéndose como una mancha que todo lo limpia porque el único suelo sucio es el presente, la negación del futuro (o del pasado perdido), esta crisis que no terminará jamás, los debates ridículos, las elecciones, la rutina.

3 comments:

Ignacio said...

Santa Maria Sopra Minerva, Villa Medici, Proust o Cioran. ¡Qué maravilla! Desde Madrid viví una larga temporada en Venecia y volví y lo sigo haciendo con cierta asiduidad y nunca he sentido la amarguraa del lugar perdido, quizá sí cierta nostalgia o melancolia pero es algo que va más con la ciudad en si. De Venecia volví a Madrid y de ahí a Roma, donde estas "ottobrate" se nos alargan hasta noviembre.

conde-duque said...

Bienvenido Ignacio. Qué suerte vivir en Roma...
Es uno de mis sueños.

Ignacio said...

Aquí está, caminante, Roma entera:
la graciosa, la santa, la putana,
tu laberinto de cada mañana
Roma que te venera y desvenera.

Puedes amarla igual que a una ramera,
por secreta, por libre, por romana,
o como a la reliquia vaticana
que ha de salvarte el alma de la hoguera.

Roma que te anonada y te enaltece,
que te pudre, te exalta y te enfurece,
que mil veces te toma y te destoma.

Un español te lleva de su mano
y te repite, oh caminante, en vano:
Si entras de Roma, no saldrás de Roma.

Rafael Alberti.