Sunday, December 31, 2006
Nochevieja o el eterno retorno de lo mismo
Wednesday, December 27, 2006
Juana de Arco
Tuesday, December 26, 2006
Saturday, December 23, 2006
Platónov y Baudelaire
"Estoy absolutamente cansado de la vida de comensal y de inquilino de habitación amueblada de hotel. Eso me mata y me envenena. No sé cómo me he resistido. Estoy cansado de resfriados y migrañas y fiebres, y sobre todo de la necesidad de salir dos veces al día, y de la nieve y el fango y la lluvia. [...] Me falta de todo: muebles, ropa, trajes, incluso cacerolas, colchón. Y mis libros siguen extraviados en los talleres de diversos encuadernadores. Me hace falta de todo, y todo inmediatamente" (De una carta a su madre. París, 20 de diciembre de 1855).
"Siento que estoy en una crisis, en una fase en que debo tomar una gran decisión, hacer justo lo contrario de todo lo que he hecho, es decir, no amar más que la gloria, trabajar sin cesar, incluso sin esperanza de salario, suprimir todo placer y convertirme en eso que se llama una grandeza de alto rango. En fin, intentar hacer una pequeña fortuna. Desprecio a la gente que ama el dinero, pero tengo un miedo horrible a la servidumbre y a la miseria en la vejez" (Ídem. París, 10 de agosto de 1862).
Friday, December 22, 2006
Feliz Navidad
Wednesday, December 20, 2006
Casa de Citas (III)
1) Sutil, poético, sugerente... Sabe captar con inigualable sensibilidad lírica el infinito del instante. Con ustedes, La Luz Tenue (http://laluztenue.blogspot.com/):
Los dedos: Estuve hora y media buscando aparcamiento, hasta que me cansé, me pillé los dedos con la puerta del coche y aparqué en el de minusválidos.
La DGT: La mayoría de los accidentes se producen en los puntos negros, si la DGT los pintase más grandes podríamos frenar desde lejos.
El coito: ¿Me concede este coito, bella dama?
Ultrajado: La semana pasada me llamaron para ofrecerme 'colchones anti-ácaros', les insulté y les colgué; obviamente, me tienen en una lista de guarros.
Tuesday, December 19, 2006
Casa de Citas (II)
Monday, December 18, 2006
Casa de Citas (I)
Saturday, December 16, 2006
BSO
Friday, December 15, 2006
El derecho a la pereza
Nació en Santiago de Cuba en 1842, estudió Medicina en París, anduvo un tiempo medrando por las Españas y acabó casándose con la hija de Karl Marx. Tener a Marx por suegro no suena muy divertido, la verdad; todo apunta a que las comidas de los domingos, con el barbudo economista alemán haciendo la paella y bebiendo tintorro, no debían de ser la juerga padre, precisamente. Quizás por eso el matrimonio Lafargue tomó por anticipado una decisión irrevocable y fijó un límite a sus vidas: en ningún caso sobrepasarían los 70 años.
Cuando llegó la fecha señalada, un sábado de noviembre de 1911, después de haber ido al cine en la capital francesa y de haber degustado unos ricos pasteles, el matrimonio formado por Laura Marx y Paul Lafargue volvió a su casa de Draveil y se quitó la vida. Habían dejado perfectamente ordenada la distribución de sus bienes, incluyendo a la criada, al jardinero y al perro Nino. No sabemos qué película vieron aquella tarde, pero sí conocemos por el testamento las razones de su suicidio:
Sano de cuerpo y de espíritu, me doy la muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras otro los placeres y los goces de la existencia, y me ha despojado de mis fuerzas físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad, convirtiéndome en una carga para mí mismo y para los demás.
Desde hace años me he prometido no sobrepasar los 70 años; he fijado la época del año para mi marcha de esta vida, y preparado el modo de ejecutar mi decisión: una inyección hipodérmica de ácido cianhídrico.
En 1883 Lafargue había publicado un auténtico Catecismo de la Risa Absoluta titulado El derecho a la pereza, que así comienza:
Una manía infernal carcome las entrañas de las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista; una manía considerablemente extendida a toda la sociedad y que tiene por corolario innumerables miserias individuales y colectivas que están instaladas en la Humanidad desde hace dos siglos. Esa manía infernal es el amor al trabajo, el frenesí del trabajo, llevado hasta el consumo total de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura.