Monday, January 15, 2007

La agonía de Nietzsche

Observa su mano temblorosa, su mirada hundida. La nada. Ahí acaba todo. Tanto esfuerzo por horadarlo todo, luchando a brazo partido con el pasado para celebrar la vida, cavando en la durísima roca de Occidente para mostrar al mundo -por fin- el cadáver de Dios, esa quimera. Y al final acabar así, inerte, descerebrado, inválido, sin palabras, con la cabeza llena... de paja... de pájaros.
Viene la enfermera, le limpia los brazos, le da la papilla, le pone la cuña. Una mosca se posa en su nariz pero no le inquieta. Dionisos contra el Crucificado. El puño cerrado es un último destello de la voluntad de poder (Wille zur Macht), que se ha trastocado en dolorosa impotencia. Se rompió la cuerda sobre el abismo, se derrumbaron los pilares del puente: el que un día soñó con erigirse en superhombre ha involucionado al estado vegetal (el momento del hundimiento definitivo se produjo, precisamente, al compadecerse de un animal). Ironía darwinista.
Caben varias lecturas exaltadas, pero no es momento de venganzas sarcásticas o teologizantes ("es lo que tiene tocarle las narices a Dios firmando el acta de su muerte", "ya sabes, el síndrome Titanic") ni de mitificaciones postreras ("vio más de lo que puede soportar un ser humano", "la lucidez extrema deviene indefectiblemente locura"). Sólo es tiempo de constatar nuestro estado de ánimo: las imágenes de la agonía de Nietzsche nos producen lástima. Sucumbimos a esa manía de débiles que es la compasión: "pobre Nietzsche, acabar así". Otra ironía del destino; en este caso, la regresión de los valores.
La malvada hermana viene de vez en cuando a partirle el alma al loco y cuidar de su bigote. Aparentemente, ya no siente ni padece. No se le revuelve el estómago ante la visita. No hay síntomas de decadencia. A ratos parece atemorizado (se marca la calavera en su gesto inmóvil); en general se muestra indiferente (con una indiferencia absoluta, mayestática, divina). Pero por dentro no sabemos... Seguro que desea escribir, siempre escribir. La palabra escrita es la verdadera salvación, la redención inmanente, la única que permanece fiel al sentido de la tierra, porque no invade mundos ajenos (más allá de la muerte o lo visible), porque segrega hormonas creativas, porque se agota en su feliz autorreferencia. El eterno retorno de la letra: "¡Ha sido ésta la vida! ¡Que vuelva a empezar de nuevo, que se repita!"
Sí, es cierto. Te has dado cuenta a la primera. La mantita a cuadros es lo más acogedor del mundo. Es síntoma de tranquilidad, de convalecencia, de reposo. También la almohada mullida entre la mecedora y la espalda. Detrás de la ventana está el campo, los árboles, el río, la luz del sol que hace brillar el cabello de las mujeres hermosas (con sus escotes de carne), los carros de caballos, los caminos polvorientos, el frío de las montañas, el horizonte del mar... En fin, la vida en toda su ebullición. Nada más y nada menos que la vida.
La pared blanca ratifica la buena nueva del Anticristo: más allá del bien y del mal hay un árbol que no da sombra: el silencio.

Esta secuencia -tan misteriosa, tan extraña, tan poderosa- parece ser en realidad un montaje realizado a partir de las fotos que Hans Olde le hizo a Nietzsche en 1899 durante su estancia en Weimar, poco antes de su muerte.

PD: Hay un fotograma en que Nietzsche, bizco y absorto en su locura, como intachable reo de manicomio, tiene un aire a Juan Ramón Jiménez (insigne marido de la Innombrable).

8 comments:

conde-duque said...

Disclaimer: últimamente estoy tan liado que casi no tengo tiempo de actualizar ni de pasar por otros blogs. Este post da mucho más de sí y espero ir completándolo en estos días.

Mabalot said...

¡¡¡Dios!!! Un lobo marino (esos bigotes) al que le han hecho la lobotomía; im-prezionante. A mi me da más miedo (que me muerdan la yugular, como hacía la Pasionaria con los curas...) Nietzsche que JRJ; aunque sí que se parecen. JRJ sería arisco y malaleches, pero en ferocidad le debía ganar el alemán, claro, en otros tiempos; habría que ver a la Imnombrable enfrentarse al famoso martillo.
En realidad da pena ver estas fotos; los ojos hundidos y el tío tan tranquilo, tan ido...
Por cierto, pensaba poner hace días un post sobre el momento en el que N., al parecer, se volvió chiribita, la famosa escena del caballo apaleado en Milán...
Cuando la tenga la pongo.
Un saludo.

Mar said...

Qué buen post, ammigo. Me ha encantado, de verdad.

conde-duque said...

Esperaremos a ese post, Mabalot.
Gracias, Mar.

Anonymous said...

Excelente. Sobresaliente.

Anonymous said...

Grazie mille, M. López.
Un placer.

Anonymous said...

Excelente el comentario. Al pobre Nietzsche no le ha hecho justicia el futuro.
Muy bueno el vídeo de Nápoles. Algo hay en las imágenes de los pioneros, ese aura de la que hablaba Benjamin, que estremece.
Se sihue agradeciendo,un montón en mitad de la inanidad de la red, blog como éste que hacen cosquillas en la inteligencia.
Saludos.
Julionarrow

Anonymous said...

Gracias, Narrow. Se hace lo que se puede... Saludos.