Wednesday, May 23, 2007

De cuando Kant perdió la noción del espacio y del tiempo

El gran Immanuel Kant terminó gagá. El pensador genial que revolucionó la historia de la filosofía con sus tres Críticas, el hombre rutinario y metódico cuyos pasos -según cuenta la leyenda- servían a la gente de Könisberg para poner en hora sus relojes, el insigne profesor de cerebro analítico/sintético, siempre agudo, brillante y ordenado... acabó sus días postrado en la cama, sin habla y babeante, por culpa de lo que ahora llamamos Alzheimer:
Durante la última quincena de su vida, Kant se producía en forma que no sólo carecía de sentido, sino que resultaba contradictoria. Veinte veces en un minuto aflojaba y ataba el pañuelo que llevaba al cuello, y lo mismo hacía con el cinturón de la bata: no bien lo tenía atado, lo soltaba con impaciencia, para volverlo anudar al instante.
Por aquel tiempo, muy rara vez conocía a los que estábamos alrededor y nos tomaba a todos por extraños. Así le ocurrió primero con su hermana, después conmigo y finalmente con el criado. [...] silencioso o balbuciente como un niño, encerrado en sí mismo y torpemente abstraído o bien ocupado con los fantasmas e ilusiones de su imaginación, despabilándose por cualquier tontería, enfrascado durante horas enteras en lo que eran acaso fragmentos dispersos de grandes ensueños destinados a perecer.
(E. Wasianski y Thomas de Quincey, Vida íntima de Kant)

10 comments:

Anonymous said...

Esto puede que te interese: transcendental horror: Kant avec Lovecraft.

Un saludo.

conde-duque said...

Pues seguramente sí, pero el enlace no se me abre.
Pues ya me ha entrado la curiosidad... ¿Qué será: un vídeo, un artículo?
No me dejes así, Juanjo!!!!
Un saludo.

Mabalot said...

sABÍA LO DEL ALZHEIMER de Kant, pero no recordaba este libro; Thomas de Quincey y ese tal Wasianski.

Parece que hay alguien ahí arriba que le gusta descojonarse de nosotros; vaya cosas que tiene la vida; Kant acaba babeándose.

Parece ser que el alzheimer está relacionado con vidas sedentarias y rutinarias.

conde-duque said...

Lo más paradójico es que acabase ¡¡él!! perdiendo la noción del espacio y del tiempo... Por otro lado, es normal que los filósofos acaben locos. Es su destino.
Pues es un libro muy curioso: hablan de la última etapa de la vida de Kant, cuando ya estaba en decadencia física y mental... hasta su muerte. Yo tengo una edición muy chula y baratita de la colección El Clavo Ardiendo de Renacimiento (eso sí, llena de erratas, pero qué se le va a hacer, EL MUNDO ES ANSÍ).
Por cierto, llevo todo el día pegado al ordenador, currando. Cualquier día de éstos me quedo pajarito sobre el teclado y nadie se entera...
(Últimamente no tengo casi tiempo para el Proyecto, pero en breve espero tener un respiro.)

conde-duque said...

Por cierto, que nunca he sabido qué hizo realmente De Quincey, aparte de firmar el libro. Que yo sepa era sólo el otro el que estaba allí.

Tiri no se adapta (a esta sociedad) said...

Si que estoy vivo si, jajaja, ya he acabado la cronica lisboeta... per me ha quedado muy larga y tediosa, y es que me gusta contar todos todos los detalles. Un saludo

conde-duque said...

Es bueno saberlo, Tiri. Te imaginaba ya perdido por los pueblos de Tras-os-Montes, cantando fados todo el día.

A. C. said...

Seguro que el libro de Wasianski también incluye un ensayo de De Quincey titulado 'Los últimos días de Kant', en una -excelente- traducción de Edmundo González Blanco de principios del XX. Al final de ña nota aclaratoria, González Blanco dice:
"Me quedaría con un remordimiento de conciencia si antes de concluir no aconsejase a los lectores que no tomen en serio la filiación que Quincey atribuye a su obra, suponiéndola casi copia de Wasianski, uno de los biógrafos de Kant; sin duda se inspiró en él, como también en Borowski, Jachmann y otros; pero lo que distingue su relato de los últimos (aparte del humor y la brillantez literaria) es que en él los pormenores no hacen más que concentrar la atención sobre la enseñanza que de los últimos meses de Kant se desprende, enseñanza que aquellos tres biógrafos no sospechaban, atentos principalmente a las particularidades exteriores, como quienes escribiendo inmediatamente después de la muerte de su protagonista, habían mojado sus plumas en aceite y no en vinagra".
Entre esos detalles está el divertidísimo relato de cómo Kant inventó las ligas para calcetines, que no sé si estará en el libro de que hablamos. 'Los últimos días de Kant' se publicó en la editorial Júcar, colección Biblioteca de Traductores, en 1989. Esa misma colección publicó también, por cierto, el Pickwick (parte) traducido nada menos que por Galdós.
Muchas gracias por leer Fabricación Británica. Con respecto a Tadeus Hunt, al principio tenía pensado para él un papel más importante, pero así se quedó. Si alguna vez (que no lo creo) hubiese una segunda edición, añadiría el detalle de Lincoln's Inn y del amigo de Turner. Yo la taberna la saqué de "Bleak house", de Dickens. Muchas gracias, insisto.

conde-duque said...

Pues menudo lío. La edición que yo tengo (traducida por Jose Mª Borrás) se titula "Vida íntima de Kant" y viene firmada por los dos nombres, sin distinción de ningún tipo ni aclaraciones ni prólogos.
¡El Pickwick traducido por Galdós! Eso hay que encontrarlo...
Gracias a usted, don Antonio, por hacernos disfrutar con su estupenda prosa. Creo que el personaje de Tadeus Hunt hubiese dado mucho de sí.
En cuanto pueda le dedicaré un post al Sir John Soane Museum, que es de mis sitios preferidos. Lincoln's Inn Fields es un square maravilloso, de rancio abolengo jurídico, muy cercano a la Royal Court of Justice. Me encantaba pasarme las horas muertas tumbado en el césped de ese jardín.
(Si hay segunda edición permítame avisarle de algunas erratas, que no sé si en el libro impreso estarán corregidas: ahora mismo sólo recuerdo que Hampstead Heath estaba mal escrito.)

La independiente said...

Hola Conde,
Como manera de irse, yo siempre preferiré la frase de Goethe: "Luz, más luz".

Para que luego nos hablen de la luz al final del tunel que han visto los moribundos.
Cuando todos sabemos que en el túnel nunca ha habido lamparitas.

Ni siquiera creo que haya un túnel de verdad...

Un saludo,