La noche fue larga, muy larga... y divertida. En mi vida había visto tantas estrellas. Mirases donde mirases asomaban sus ojos millones de luminarias. El bosque estaba negro (no había luna) y la linterna iba marcando los pasos etílicos entre la maleza. Risas y música en mitad de la nada.
Al día siguiente me levanté el primero. Serían las doce y pico. No sabría reproducir con palabras la sensación al abrir la puerta de la casa y salir de la oscuridad plena al verde más luminoso que se pueda imaginar. Además de la luz cegadora, una bofetada violenta de Creación: árboles, montañas y animales (pájaros cantando, una salamandra corriendo, abejorros zumbando). Como en la noche anterior todo era oscuridad, fue como descubrir el mundo por primera vez. Algo parecido debieron de experimentar Adán y Eva durante el Génesis. Me fui al manantial cercano. Saciar la sed con agua fresca y cristalina es un lujo inefable, como meter la cabeza resacosa en el agua helada.
Tras el desayuno (un café cargadísimo con madalenas), dimos un largo paseo por las montañas. El sol pegaba fuerte pero no asfixiaba. Daba gusto tomarse un respiro a la sombra de los pinos. Apetecía bañarse en el río. De regreso, a preparar el fuego en la chimenea para hacer la comida: chuletas, panceta, choricillos, pinchos morunos... Mientras se hacían las brasas, nos tomamos el aperitivo: cerveza fría, tortilla y empanada. Para regar la comida, vino tinto. En los postres, brindis de pacharán por los de 30 recién cumplidos. Ay, qué vida más dura...
Por la tarde, después de la subida a la colina, pusimos la radio -más o menos se captaba la frecuencia- y escuchamos la remontada épica del Real Madrid. Con el último gol, los cuatro madridistas gritamos, saltamos y brindamos como locos. Qué euforia. El del Atletico y el del Barça nos miraban con envidia. Ellas se reían sin entender muy bien todo aquello.
La segunda noche prometía ser muy larga... Y lo fue.
8 comments:
Por las fotos, el sitio parece bonito.
Muy muy bonito. Montañas por todos los lados, pinares a las espaldas y olivares al frente. Precioso...
El bosque mediterráneo es una preciosidad, a mí el de Tarragona y Teruel, por ejemoplo el Matarraña, me gusta un monón. Y estos viajes así, a lo Trapiello, son una delicia
Feliz cumpleaños! y vaya regalito te hicieron los de Capello.
Lo de saciar la sed matutina en un manantial está muy bien, pero me sigo quedando con el refranero popular que dice: "quien madruga, mea donde quiere". ;)
Muy envidiable. Todo. Hasta lo de ser del Madrid.
Esperamos la crónica de la segunda noche. Por cierto, recuerda un poco a argumento de peli de terror; jóvenes solos en el campo, fiesta, noche, todo deshabitado, una casa vieja...
Gracias, Xavi (sigo sin notar nada en mi cuerpo por la treintena). Sí, hay que reconocer que las meadas en el campo dan gusto, pero sobre todo por la noche. Eso de estar totalmente a oscuras, alzar la cabeza y ver todo lleno de estrellas (debo parecer un paleto, pero te juro que jamás había visto tantas; como estaba el cielo despejado y no había una sola luz humana...) es increíble.
Hola, Mabalot. Podría haber sido una peli entre la Bruja de Blair y las de Wes Craven, pero la verdad es que no. Sólo risas, chuletas y música. El asesino tenía muy difícil el acceso al refugio... No pudo llegar.
Suena a fin de semana idílico... Bonito paisaje, buena comida y mejor compañía... son mis favoritos :)
Sí que parece bonito. Y sí que parece el escenario de una película de terror de mucha sangre.
Y envidiable, pues también.
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