"Frente a mi ventana se alzaba la siniestra pirámide de Chopeitia Genomics, el edificio más alto de Europa y el mejor protegido del hemisferio.
Acodado en el alféizar, veía los veleros amarrados en el puerto y el transbordador de bicicletas que unía Génova con Goya. El Canal Castellana atravesaba la ciudad de norte a sur y ya se había convertido en la principal vía de comunicación entre el centro y el resto de la península. También era un lugar apropiado para depositar a los sabihondos, los entrometidos, los deudores y los bocazas, todos con sus correspondientes zapatos de cemento. La policía lo dragaba cada pocos meses, lo que resolvía aproximadamente la mitad de los casos de desapariciones que teníamos pendientes.
Acodado en el alféizar, veía los veleros amarrados en el puerto y el transbordador de bicicletas que unía Génova con Goya. El Canal Castellana atravesaba la ciudad de norte a sur y ya se había convertido en la principal vía de comunicación entre el centro y el resto de la península. También era un lugar apropiado para depositar a los sabihondos, los entrometidos, los deudores y los bocazas, todos con sus correspondientes zapatos de cemento. La policía lo dragaba cada pocos meses, lo que resolvía aproximadamente la mitad de los casos de desapariciones que teníamos pendientes.
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Aguas arriba se encontraban los puertos deportivos de los chalets de los Recintos: Aravaca, Pozuelo, Puerta de Hierro: viviendas blindadas y jardines con estanque, como la de Cristina y el vil valenciano, donde estaba mi hija.
Hacia el sur la ciudad latía como una herida infectada. Casi podía sentir la inflamación, la fiebre y el olor a pus, dulce y deletéreo, brutal y embriagador como el de las orquídeas o el de la carne que se descompone.
Los días claros columbraba el muelle de carga de Puerto Atocha, las esqueléticas grúas y la sombra de la alambrada del primer Precinto, donde los adictos esperaban la muerte y trataban de entrar en calor quemando neumáticos.
Daban verdaderas ganas de beber: no digo más."
Rafael Reig, Sangre a borbotones, Madrid, 2002.
7 comments:
Surreal, sí, pero con una sensación extraña de que es algo que ya está pasando... Veo esas torres de lejos cuando llego de la sierra en tren, y luego desde la ventana de Miguel, en Tetuán, y el cielo raro de Madrid cuando se pone raro y enigmático y... Bueno, qué te voy a contar, compañero.
Sí, el cielo de Madrid cuando se pone raro y enigmático... Todo un misterio "telúrico", o como se diga.
Las torres se ven ya desde cualquier sitio. Desde que el avión empieza la maniobra de aterrizaje en Barajas.
Coño, creí que era algo tuyo, y me encuentro con esto, precisamente ahora que pretendo comprarlo (y leerlo, incluso).
¿Te ha gustado? Tal vez compré el "Manual de literatura para caníbales", también.
Compre, compre, no compré (muy lírico, quedaba eso).
Hola, Porto. Está entretenido, aunque me pareció un poco irregular. Los párrafos que he puesto son los que más me gustaron.
El Manual lo he hojeado varias veces y tiene buena pinta, pero hasta que no lo tengan en la biblioteca me parece que no lo voy a leer. Estoy para pocos gastos literarios.
Por cierto, voy a poner comillas o cursiva en las citas del "Madrid literario", para que nadie se confunda.
Pues ayer me compré el "Manual...". Cuando lo lea te cuento.
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