Hace tiempo que soy fan de Aroa. Y eso que desconfío -y mucho- de las poetisas...
Aroa es una chica dulce, de apariencia callada (enseguida descubres que no lo es tanto), escucha siempre con una sonrisa -mejor dicho, una media sonrisa- plácida, por muy cansada o jodida que esté; en realidad yo creo que sonríe con el semblante, luminoso y suave. De una cosa estoy convencido: si se lo propusiera, Aroa podría quitarle el puesto a los peluches del Vips.
Además, Aroa escribe como los grandes, está tocada por las Musas, tiene algo especial. De su mano salen imágenes preciosas, fulgurantes, contundentes, que hacen sentir y dan que pensar, que son capaces de glosar lo que casi nunca vemos de las cosas, lo que realmente importa, lo más verdadero. Porque Aroa da vida a los objetos, los llena con lo que sentimos, con lo que ellos nos hacen sentir, con el significado que al darles nos devuelven como si fuesen espejos. Y todo viaja a lomos de la música, una melodía cada vez distinta pero siempre bella, muy bella.
Y es que Aroa cuando escribe es siempre una niña (una niña que se enfada, se entusiasma, maldice, colorea...). Por eso ve la verdad de las cosas, colmando de sentido -o sinsentido- nuestra brega cotidiana.
Acaba de llegarme esto por mail, que me ha gustado mucho:
"Paso hambre de dos a cuatro de la tarde, es la hora crítica. Luego comienza el ajetreo, los papeles se revuelven en las mesas. Comienza la tarde a caerse sin método que la detenga. Y el sol se refleja cada día en los edificios lejanos de la Castellana, donde la gente gana mucho más dinero que nosotros, los periféricos, los extrarrádicos. Les veo reunirse en sus despachos acristalados, deslumbrándonos, brillan entre sus monedas, matando el color de nuestras pantallas."
Su blog se ha tomado un descanso. Espero que se acabe ya (el descanso, digo, no el blog), que ya van para doce días... y tenemos mono.
Además, Aroa escribe como los grandes, está tocada por las Musas, tiene algo especial. De su mano salen imágenes preciosas, fulgurantes, contundentes, que hacen sentir y dan que pensar, que son capaces de glosar lo que casi nunca vemos de las cosas, lo que realmente importa, lo más verdadero. Porque Aroa da vida a los objetos, los llena con lo que sentimos, con lo que ellos nos hacen sentir, con el significado que al darles nos devuelven como si fuesen espejos. Y todo viaja a lomos de la música, una melodía cada vez distinta pero siempre bella, muy bella.
Y es que Aroa cuando escribe es siempre una niña (una niña que se enfada, se entusiasma, maldice, colorea...). Por eso ve la verdad de las cosas, colmando de sentido -o sinsentido- nuestra brega cotidiana.
Acaba de llegarme esto por mail, que me ha gustado mucho:
"Paso hambre de dos a cuatro de la tarde, es la hora crítica. Luego comienza el ajetreo, los papeles se revuelven en las mesas. Comienza la tarde a caerse sin método que la detenga. Y el sol se refleja cada día en los edificios lejanos de la Castellana, donde la gente gana mucho más dinero que nosotros, los periféricos, los extrarrádicos. Les veo reunirse en sus despachos acristalados, deslumbrándonos, brillan entre sus monedas, matando el color de nuestras pantallas."
Su blog se ha tomado un descanso. Espero que se acabe ya (el descanso, digo, no el blog), que ya van para doce días... y tenemos mono.
5 comments:
Estoy contigo.
En esto, no hay más remedio.
Un abrazo.
Era la primera vez que escuchaba algo de Aroa, leído por ella. Y me quedé tan fascinada como describes.
Un placer, su texto y el tuyo.
bss
A mí está empezando a caerme bien la tía esa, la verdad. ¡Aunque sea poeta!, y se pase todo el maldito día que si Neruda que si Isma...
Sr. que se llama como mi barrio... gracias, se lo digo sonriendo y en un momento que estas cosas me dan un empujón...
no sean temrosos de la poesía, tan madre de las palabras...
un abrazo fuerte, grande
Un abrazo a todos: Lara, ETDN, David.
De nada, Aroa.
No, si de la poesía no desconfío (para mí la poesía está en todo lo bueno: en la buena prosa, en el buen cine, en la música, en la fotografía... e incluso -alguna vez- en los versos).
De lo que desconfío es de las poetisas.
Y anímate. Que no te venzan.
Abajo los cabrones del trabajo...
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