Sunday, April 06, 2008

Las viejas y yo

Mucho me temo que me estoy convirtiendo en un sujetador de viejas.
A ver, me explico. No es que me esté transformando en el soporte íntimo de los pechos blandos y caídos de la tercera edad. No, pordiós, qué asco. Lo que pasa es que cuando voy en el autobús siempre tengo que agarrar a alguna anciana antes de que se me caiga de bruces al suelo, o sujetarla in extremis cuando sale volando por culpa de los frenazos del conductor, o ayudarla a bajar a la calle sin que sucumba en el precipicio. De hecho, soy todo un experto. Un profesional. Cuando subo al autobús ya ni siquiera me siento. Me quedo de pie en el centro, a la altura de la puerta, y desde allí vigilo todos los peligros que acechan a las viejas, como un Mitch Buchanan pero más urbano y en menos hortera (esto último no es nada difícil). Digo yo que el ayuntamiento me podría poner gratis el Abono Transportes.
He aprendido a anticipar con gran prestancia y seguridad las caídas y mareos y golpes de las señoras mayores. En cuanto percibo un leve tambaleo de piernas o un giro brusco del cuerpo me saltan las alarmas, alargo el brazo y rescato del abismo los esqueletos ya descalcificados y las crismas frágiles de las ancianas. Soy bastante eficaz, la verdad. Modestamente creo que he salvado a unas cuantas de acabar en el hospital con la consabida rotura de cadera.
Creo que empecé a tomarme en serio mi misión de salvador de viejas el año pasado, allá por el mes de febrero, cuando se me escoñó una en el 21, en la parada de Sagasta con Francisco de Rojas. No fue un golpecito sin importancia. Se metió una hostia tremenda. En mi descargo debo decir que la señora estaba saliendo por la puerta del autobús y no me dio tiempo a reaccionar. Al bajar el escalón… desapareció, literalmente. Fue increíble. Sonó un golpe seco en el suelo. Qué susto nos pegamos los pasajeros. Desapareció de la vista. Tal cual. ¡Se había caído a plomo sobre la acera! Salí escopetado de la silla, bajé y estaba allí la pobre señora, tumbada bocabajo en el suelo, casi pegada al bordillo, como cuando en los dibujos animados atropellaban a alguien y se quedaba hecho una lámina. Me agaché a recogerla… pero no podía con ella. Era una anciana pequeñísima, bajita y muy delgada, casi esquelética, pero ¡cómo pesaba la jodía! Hasta que bajó otro de los pasajeros y me ayudó a cogerla no pudimos ponerla en pie. El conductor del autobús también salió -blanco del susto- a ver cómo se encontraba. Lo curioso es que la señora decía que estaba perfectamente, que no le dolía nada y que no hacía falta que nadie la acompañase a casa, que se bastaba ella sola. Hasta pedía disculpas por habernos pegado el susto. Decía: “Nada, nada, no ha sido nada, muchas gracias, no se preocupen, y disculpen…”. Tendría ochenta y muchos o noventa y pocos, creo yo. Cuando llegué a casa todavía me temblaban las piernas del susto.
Todo esto me recuerda que hace bastante tiempo que no veo a una anciana que vive dos portales más arriba. Me la solía encontrar cuando iba al bar de la esquina a tomarse su café con leche y su croissant (en verano se sentaba en las mesas de fuera, al solecito). Daba pasitos cortísimos, como de tortuga. Debía de tardar como media hora en un trayecto de doscientos metros. No parecía estar enferma, pero sí parecía un poco tocada de la cabeza. Iba siempre como algo desorientada o perdida. No creo que tuviera Alzheimer, porque llegaba bien al bar, pero a lo mejor un poco sí tenía. A mí me daba mucha pena por eso y porque iba siempre sola y con la misma ropa (ya sabéis que no soy muy sentimental, pero lo del Alzheimer es que me supera: se me pone un nudo en la garganta y me entran ganas de llorar). Estoy seguro de que los camareros del bar le hacían caso y la atendían muy bien, pero siempre estaba sola (yo me imaginaba que estaba viuda y no tenía hijos).
Un día me la encontré en el semáforo y me cogió del brazo primero para cruzar y después ya hasta llegar a la cafetería. Joder, con qué fuerza agarraba la señora… Qué vitalidad, coño. Os juro que me duraron dos días las marcas en el brazo.
Pues calculo que no la habré visto desde hace cuatro o cinco meses. Es posible que se haya muerto. Espero que no, que esté bien, en alguna residencia o en otro sitio, con su café y su croissant. Ojalá.
PD: Otro día os hablaré de la anciana que se dedica a recoger periódicos en un carrito, que este post ya me ha salido demasiado largo.

13 comments:

Divina nena said...

Este chico es el nieto ideal ¿no?
Me ha gustado mucho, ciertas descripciones,apuntes varios...si Sr.Conde, es hermoso y no has rozado siquiera la ñoñería, que es algo muy dificil con temáticas así, es simpático, de calidad,acertado en ciertas notas,vamos que como lectura de final de este domingo está genial. Siempre bajo mi punto de vista de vulgar lectora.

ETDN said...

Vaya transición, he empezado riéndome y al final, no sé, se me ha helado la sonrisa en los labios. Pensativa y taciturna me has dejado, Conde-Duque.

bss

ETDN

La independiente said...

Hola Conde,
A mí me ha gustado pero creo que le podías haber sacado más partido. Algunas cosas:

No sé por qué pero aunque vieja es una palabra perfectamente aceptable, me queda un regusto despectivo cuando la leo.

Además, en el cuarto párrafo hay expresiones que se salen del tono que tenías antes (irónico y cariñoso). "Escoñó", "hostia" creo que rompen un poco la atmósfera que ibas creando y que terminas en el último párrafo.

Es sólo una opinión, claro. Pero opinar es gratis.

Un abrazo.
(mi venganza será terrible dicen que dijo... :-P)

X.

Anabel Rodríguez said...

Por puntos:
1º ¡Que bien le hubieras venido a mi madre el día 21 de marzo!. Fecha en la saliendo del Mercadona, pegó un porrazo del copón, y se rompió la cadera.
2º Apoyo la moción de que se te facilite un bono trasporte gratuíto vitalicio. ¿Donde tengo que firmar?
3º A mi el Alzheimer también me pone los pelos de punta, me provoca cierta angustia.
4º No sé si lo complicado es ser viejo, o estar solo. ¿Cómo lo ves?
5º El 5 de abril cumplí 35, ¿entro en tu ámbito de asistencia?
5º Me ha gustado mucho tu entrada. Felicidades Mich.
Saludos gordos

Anabel Rodríguez said...

Perdón, he repetido el 5º. Será el déficit de atención que tengo ya con esta edad...

conde-duque said...

Buenas a todos.

Gracias, doña Nena. Pues en este caso hay que reconocer que la vulgar lectora ha emitido una opinión MUY SABIA. ;-D

Esa era la idea, ETDN. La tragicomedia de la vida suele dar que pensar.

Hola, Xavie. Sí, lo de "vieja" suena bastante mal (la corrección política, que hace estragos por donde pasa). Pero ahí está el juego y el equilibrio, creo yo.
Y demasiadas palabrotas. Es que soy muy mal hablado, y en las crónicas verídicas como ésta me salen...
Gracias por los consejos.

Anab, con 35 estás todavía en la más tierna juventud. De hecho, yo tengo 30 y todavía no he salido de la adolescencia, como bien sabéis. La soledad, sí; cuando se mezcla con la vejez es fatal, muy triste...

Abrazos y besos a repartir (los besos para Xavié, claro).

Divina nena said...

Difiero de la opinión del Sr. Xavie, precisamente esas pequeñas rupturas en la dinámica del texto que se producen con las palabrotas, a mi es lo que más me gusta, lo que da vidilla a textos cortitos pero que de no ser por estas pequeñas rupturas se podrían hacer largos y aun peor coñazos.

Y no te ofendas cuando escuches la palabra vieja, puede ser muy cariñosa, incluso se utiliza para hablar de las madres ¿no? Chico no sabía que eras tan politicamente correcto.

Siempre claro está, es mi humilde opinión, que yo no soy del gremio

Lula Fortune said...

Tienes una querencia por los ancianos, es verdad. Todavía recuerdo aquel viejecito italiano que comía delante de ti. Lo cuentas tan bien que casi tengo remordimientos. Mi relación con los viejos es de tira y afloja: te empujan sin piedad escudándose en la edad, se cuelan en el super porque siempre tiene prisa, te dan con el paraguas o el bolso cuando pasan a tu lado...
Debe ser que no tengo ese radar "condal" para detectar a esos deliciosos ancianos que describes.
Seguiré leyéndote, a ver si aprendo algo. Besos lúlicos.

Portarosa said...

Me ha gustado. También me gusta lo de vieja, no le veo ningún problema; supongo que depende de dónde y cómo se meta.

Me ha gustado, vaya. Siga usted, ande.

Un abrazo.

kika... said...

Pues, salvando las distancias, me ocurre algo parecido, menos molón y menos MitchBuchanante, pero parecido al fin y al cabo.

Resulta que en la planta baja del ministerio donde trabajo hay una guardería. Los pasillos y los ascensores están siempre llenos de padres y madres que llevan el carrito y los adminículos necesarios para atender a sus hijos... y al niño, claro. En los ascensores siempre hay alguien con un bebé o niño pequeño y que necesitaría tener un par extra de manos para sujetarlo todo. Así que yo siempre me ofrezco a coger el bebé, empujar el carrito o a saber. Me lo paso genial, y eso que no me tengo por una persona con enorme instinto maternal...

... el caso es que me encanta llevarlos, ir hablando con ellos, decirles "hola me llamo Kika"... no sé, quizá no sea tan bonito como lo de tus ancianitas, pero estoy pensando en montar un servicio de cuidado de bebés en los ascensores... (el edificio oficial tiene la friolera de 22 plantas y nos pasamos el día en el elevador...)

Bueno, perdón por el rollo, pero es que el post me ha encantado. La próxima vez que vaya en el 21 haré que me caigo.

Besos y magia,
K

princesa del vértigo said...

Hay personas que son como un imán para otras con alguna necesidad especial, física o mental. Creo que entre Kika, tú y yo podemos formar un tándem de asistencia moral y física a los más desvalidos.

Resulta que a mi también me pasa, aunque más en el sentido de que les escuches y les des un poco de conversación, algo de atención para sobrellevar su soledad. Se me pegan como las lapas y no soy capaz de hacerles un desaire.
Te hice caso y escribí algo en mi reino y da la casualidad de que el tema es parecido :-))

Supongo que, al menos físicamente, ya me voy acercando a esas ancianitas que te persiguen así que no me alejaré mucho de aquí por si en algún momento tengo un tropezón inoportuno.

Un abrazo

conde-duque said...

Buenas noches.

Lula, yo también recuerdo perfectamente a aquel señor mayor, el "Antonio López de las peras", creo que nunca lo olvidaré. Supongo que seguirá yendo cada día a comer a I Tre Lampiani y a charlar con la Mamma mientras toman el café. Qué recuerdos... Aquel día yo estaba triste, y esta noche también. Un poco.
Tienes razón en que hay mucho viejo/a puñetero/a. Es ley de vida.

Gracias, Porto. Seguiremos.

Hola, Kika y doña Vértigo. Cuando querais montamos una guardería-residencia.

Un abrazo.

kika... said...

Princesa, Conde-duque... me sumo a la iniciativa...

:) besos y magia, k