Tuesday, July 15, 2008

L. B., monaguillo

L. B. era un chico callado, absurdo y aragonés. Tenía la mirada torcida y dispar, como de mula coja. Al amanecer acudía a la iglesia de San Gil Abad con sus ropajes místicos, sus lienzos de misa, sus beatas inconfesas, y nada le excitaba más que imaginar el olor a chocolate caliente derramándose por las piernas de las prostitutas. Las campanas repicaban en la torre mudéjar como cabezas de infieles columpiándose. L. B. observaba los tacones altos de las arrodilladas y se santiguaba frente al sagrario sin mucha convicción. A veces le dolía la mano de tanto masturbarse. Sentía una irresistible repulsión hacia el cura, que disfrutaba dándole collejas.
Adolescente nervioso, corría por las calles saltando para tocar los toldos y gritaba sin venir a cuento. Algunos, sobre todo los quiosqueros, le creían idiota. Inexorablemente, se paraba a babear ante el escaparate de la pastelería de Manuel Segura. Pasaban por su lado los esclavos, los moribundos, los condenados a muerte. Él, sin embargo, estaba convencido de que el mundo es un reloj que no se para, que tiene muy larga cuerda. No hay prisa por fichar. Están los parques, las rocas, la cantina. La melodía del pájaro en el árbol, que cae a plomo sobre el mantel a cuadros y reposa entre los restos de merienda. Cadáveres de obispos entre las rocas y el caballo en descomposición.
A instancias de P., el de quinto, acabó probando las sustancias que nos hacen otros. Se le hinchó el pecho y empezó a llevar la barbilla demasiado alta. Incluso amenazaba con el puño en el patio. Quería ser boxeador. Su madre intuía el peligro en cada gesto. El porro de hachís en la mirada roja, el sabor a aceite viejo de los cáñamos, la rosa de vino en el pecho como un lamparón que no ciega. Una camiseta rota y un muslo de niña que se deja besar. No pasa nada más allá del instante en que se mueren las cosas, cada segundo. Y L. B. lo sabía.

4 comments:

La independiente said...

Muy bien, chaval, muy bien.

Me gusta mucho el texto pero, permitiéndome abusar de la confianza que nos tenemos, te diría que hay una frase que no me convence: "mirada lejana y triste como un lupanar." No sé por qué pero me ha llamado la atención cuando la he leído y creo que no encaja ahí.

Un abrazo,
X.

conde-duque said...

Está escrito a vuelapluma. Lo que empezó siendo un Leopold Bloom extraño pasó a ser una especie de Luis Buñuel adolescente. Y todos vieneses. Absurdo.
A ver si se me ocurre otra frase y quito esa.
Un abrazo.

conde-duque said...

Ya está. Ahora ya es un pseudoBuñuel.

Divina nena said...

Ey me encanta este texto, no se porque no lo asociaba a usted y pensé al llegar al final que encontraría una reseña del autor. Me gusta mucho, es desordenado, ilustrativo, socarrón...

Bs