Friday, December 19, 2008

La calavera de André Tchaikowsky

Nació como Robert Andrzej Krauthammer, fue circuncidado y enseguida aprendió a tocar el piano bajo la supervisión de su madre, pero a los siete años se vio rebautizado como André Tchaikowsky: era 1942, en una Polonia invadida a medias por rusos y nazis, cuando el pequeño André huyó del gueto judío de Varsovia junto a su abuela Celina, con falsos papeles y nuevo nombre.
Terminada la guerra (su madre fue asesinada en el campo de exterminio de Treblinka), André reemprendió las clases de piano
, primero en el Colegio Estatal de Lodz y después en el Conservatorio de París, donde enseguida empezó a asombrar a los profesores y a dar muestras de su talento. Lo demás se resume rápido: primeras composiciones, primeros conciertos, primeras grabaciones, primeras giras. André se convierte en un virtuoso del piano y recorre el mundo interpretando, entre otros, a su admirado Chopin.
En 1960 se trasladó de París a Londres y desde entonces compaginó los conciertos con la composición. Los conciertos le daban lo suficiente para vivir, y así tenía tiempo para dedicarse a sus hobbies preferidos: jugar al bridge con sus amigos, escribir cartas y asistir a las representaciones de obras de Shakespeare (solía acercarse al pueblo natal del escritor: Stratford-upon-Avon). Y eso fue todo hasta el 26 de junio de 1982, cuando murió de cáncer de colon, a los 46 años de edad.
Pero entonces llegó lo mejor: en su testamento donaba su calavera a la Royal Shakespeare Company. Su última voluntad: «Quiero que utilicen mi cráneo para representar Hamlet».
Veintiséis años después, la calavera de André ha cumplido su sueño.

3 comments:

Miguel Baquero said...

¡¡¡Caramba!!! No sé si la historia será verdad. Si es verdad, el protagonista era un p--- genio. Si es inventada (e ben trovatto) el p--- genio eres tú.

Me ha encantado la historia.
Un saludo

conde-duque said...

Sí, Baquero, la historia es totalmente verídica.
Lástima, me hubiera gustado ser un genio por una vez...
Creo que nunca se me habría ocurrido una historia tan inverosímil.
Un saludo.

Miguel Sanfeliu said...

Es increíble. Qué verdad esa de que la realidad supera a la ficción, esta historia lo confirma una vez más. Impresionante.

Un abrazo.