Friday, October 09, 2009

La casilla siete-nueve-tres

Leyendo El proceso de Kafka en la Delegación de Hacienda. Esperando que los números avancen. Poco a poco. Muy lentamente. Mu-y len-ta-men-te. A ritmo de funcionario.
Cuando a uno le llega una carta del fisco, ya se ve prácticamente entre rejas. O hipotecado de por vida en una deuda infinita, por simple ignorancia de alguna norma recóndita. El gran delito no necesita de retórica: “Contenido incorrecto partida 793”. Simplemente. Sin preposiciones ni determinantes. Estilo robot. Con eso basta. Para qué más explicación. Lo importante es que hasta que no se subsane la incidencia no se procederá a la devolución.
Uno busca la maldita casilla, mira y remira, coteja los documentos, y ve que todo está bien. El número es correcto. Todo está bien. ¿Cuál es el “contenido incorrecto”? No importa, los papeles no dan más pistas. Allá que cada cual se las apañe con su delito. No haga más preguntitas, señor Josef K.
Para empeorar las cosas, el epígrafe de la carta dice: “Solicitud de documentos”. Por supuesto, no especifica qué documentos. ¿Qué documentos pueden ser si el dato está bien puesto? Uno se pone a cavilar qué documentos tendrían supuestamente que ver con la casilla en cuestión: ¿qué documentos, según la retorcida imaginación funcionarial, podrían ser necesarios para comprobar la validez de un dato que, a todas luces, es el correcto? Bien, supuestamente adivinados, expansivamente, creativamente deducidos, uno los localiza, los reúne y decide fotocopiarlos. Pero tampoco es plan de mandar cien hojas por fax. Y si llamas por teléfono, unas voces metálicas te derivan a las permutaciones más inverosímiles, pero no te dan la opción de llegar a donde quieres: simple información. No hay remedio: habrá que ir en persona. Hay que asumir la pérdida de una mañana. Lo más odioso. Una mañana en las colas. Colas para entrar, para pedir turno, para que le atiendan. Lo peor. Las colas, las ventanillas, los papeles, los funcionarios, la burocracia que nos ahoga. Lo odio. Me supera. Me llevo de acompañante el libro de Kafka.
Al final, tras una larguísima espera, tras una larga marcha hacia el castillo, le atienden a uno. Expone el caso y enseña la carta. Por si acaso, tiene preparada en la carpeta toda una artillería de documentos. Rápidamente, escucha la solución del proceso en voz del funcionario: “Ah, nada, eso es que se ha debido equivocar la persona que pasa los datos al ordenador. Pasa mucho”.
No me extraña que al principio te hagan pasar por un detector de metales, porque la verdad es que a veces apetece armarse hasta los dientes y hacer un pequeño Columbine. Sólo uno pequeñito.
Finalmente le pregunto al amable funcionario si, ya que todo está correcto, procederán en breve a la devolución. Dice que en un mes o así, pero remarca: "Bueno, eso si no surge ninguna otra incidencia". Mucho me temo que ésta sólo ha sido la primera prueba de un calvario infinito. Si es así, que sepan que me rindo ya: que no me devuelvan nada, ¿cuánto quieren que les pague?

3 comments:

conde-duque said...

Es la primera vez que me toca que me devuelvan, pero creo que a partir de ahora me las arreglaré para que me siga saliendo a pagar. Me haré trampas, directamente. Casi mejor.

marcela said...

Sí, esto es la democracia-autoritaria que primero hace perder el tiempo,luego hace que desesperes y no quieras que te devuelvan lo que es tuyo. Además en éste momento como no tienen pasta harán que muchos funcionarios cometan errores, para retrasar y no pagar.
Yo también hago trampas para que me toque pagar.
Y estoy a punto de declarame insumisa y apátrida, si no fuese por el papeleo.
Un saludo partisano, de la idiota internacional blogspot

conde-duque said...

Hola, Marcela. Qué le vamos a hacer...
Me gusta mucho esa frase: me haría apátrida si no fuese por el papeleo.
Saludos.