Wednesday, July 28, 2010

Historias de la loca de los gatos

Cogí el otro día en la biblioteca Historias de Londres, de Doris Lessing, para entrar un poco en ambiente, por el próximo viaje londinense, pero ha sido un fiasco absoluto: no he visto Londres por ningún lado. Y ya es difícil cerrar los ojos tanto, con las incontables maravillas que ofrece la ciudad. Sólo un mínimo atisbo de Hampstead Heath en el relato de los gorriones.
No he podido pasar de los primeros relatos, que seguramente son los mejores. He ojeado un poco por encima los otros.
Conclusión: qué coñazo la Lessing, Premio Nobel en 2007, qué lástima de tema desperdiciado... Se me han quitado las ganas de intentarlo con otros libros suyos.
Lo mejor que he leído sobre ella fue lo que contó en su día Mabalot.

Sunday, July 25, 2010

Adiós a un genio

Se van los dos a la vez, Raúl y Guti, el Dr. Jeckyll y el Mr. Hyde de la Casa Blanca. Parece claro que el triunfo en los telediarios, en los periódicos y en los libros de historia (al menos en los de la tinta húmeda, cuando se seque ya veremos) se lo lleva Raúl, el más-listo-de-la-clase. Pero aquí, en estos evangelios laicos, se lo lleva Guti, qué le vamos a hacer.
Guti era el perfecto reverso de Raúl. El antihéroe madridista, el “tonto inútil” que el Bernabéu necesitaba para desahogar su frustración en los malos momentos. Raúl representaba el sacrificio, el esfuerzo, la constancia, la eficiencia, la responsabilidad... todos esos valores tan honorables, tan dignos de respeto (tan aburridos, podríamos añadir). De todo eso Guti no tenía nada. Más bien era lo contrario. Guti era imprevisible, vago, caprichoso, polémico, malhumorado, inconstante, irresponsable. Y sí, ya lo sabemos, fuera del campo Guti es básicamente un fashion victim bastante gilipollitas. Pero si nos olvidamos de todo eso, si sólo hablamos de calidad futbolística, de balón y pie y bota y césped, Guti ha sido de los más grandes.
Se va un genio, es decir, alguien capaz de hacer lo que los demás no podrían lograr ni soñando: ese pase imposible, ese toque de balón sublime, un momento eterno en el que el tiempo se detiene y el universo entero dice oohhhhhh. Sí, era un detalle nada más, un simple instante que se esfumaba en el mismo momento de producirse. Pero era algo único, sublime.
La vida es una aventura corta, la genialidad un bien escaso y la belleza un tesoro incomparable. Por eso hay que saber valorar la diferencia. Adiós, Guti, y gracias por tan buenos momentos.





Wednesday, July 21, 2010

Los vagabundos de la cosecha

Verano de 1936, EEUU, la Gran Depresión. Más de 150.000 braceros invaden California en la época de las cosechas —melocotón, uva, lúpulo, algodón…— huyendo del hambre y la sequía del Medio Oeste. Van de un lado para otro en sus camiones o carromatos, con sus familias a cuestas. John Steinbeck escribe unos reportajes para The San Francisco News relatando la epopeya de estos temporeros nómadas: Los vagabundos de la cosecha es el libro que reúne estos artículos. Poco tiempo después trasladará estas vivencias a la ficción en Las uvas de la ira.
Se trata de pequeños agricultores que han perdido sus granjas y se han convertido en auténticos vagabundos, escuálidos y sucios. Ya no son extranjeros (filipinos, japoneses, mexicanos…), como era habitual. Ahora son americanos. Por el camino van vendiendo sus escasas pertenencias: mantas, aperos de labranza, cacharros de cocina… A menudo han visto cómo sus hijos se les morían en el trayecto. Mientras dura cada cosecha, viven en poblados de chabolas. Después marchan a la siguiente. También hay algún campamento federal o estatal. Y ahí viene el pormenorizado análisis periodístico, sociológico e institucional de Steinbeck, que ocupa gran parte del libro.
Centrémonos en la parte puramente literaria. Steinbeck es un genio describiendo los rostros, el cansancio, el sudor, las chabolas, el olor, la miseria, las moscas, los excrementos, la muerte… Impresiona la frase reiterada: Ya no les queda dignidad. Lo explica diciendo que pierden el lugar que les corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social; por eso pierden la dignidad. Sus caras reflejan el hastío, un constante malhumor que les ha vuelto taciturnos. Y los ánimos que antes tenían y que terminarán por perder no son más que una rabia sombría.
En varios momentos me ha recordado a Las Hurdes. Tierra sin pan, de Luis Buñuel. También a James Agee, pero más crudo y menos alucinado.
Se sienta al sol delante de la casa, en el suelo, mientras mosquitas de la fruta negras revolotean zumbando, se le posan en los ojos cerrados y se le suben a la nariz hasta que las aparta con gesto cansado. Las moscas quieren llegarle a la mucosa de la comisura de los ojos.
Prefiero no poner más párrafos deslumbrantes (hay unos cuantos) porque es una lectura muy triste, muy dura. Algunos pasajes son insoportables en su crudeza. Pero hay una grandeza indudable, extraña, casi épica, en la descripción de la miseria. Un brillo telúrico. Algo inasible. Como una epifanía.
El de Steinbeck me parece un testimonio necesario, irrevocable, ejemplar. Lo sigue siendo más de setenta años después. Y quedará ahí para siempre.


*Las fotos son de Dorothea Lange (1895-1960).

Sunday, July 18, 2010

The Naked City (1948)

Película dirigida por Jules Dassin, basada en una historia de Marvin Wald e inspirada en las imágenes del fotógrafo Weegee, famoso porque siempre llegaba al lugar del crimen antes que la policía. El primer libro de fotografías de Weegee (del que vimos una exposición hace dos años en la Fundación Telefónica, poco antes de ir a Nueva York) tenía el mismo título: La ciudad desnuda.
Cine negro semidocumental sobre la investigación de un asesinato. El comienzo es realmente espectacular:

Quizás Woody Allen se inspiró en él para su no menos espectacular comienzo de Manhattan. Weegee, Dassin, Allen, eslabones visuales de una misma inspiración inagotable: NY.

Thursday, July 15, 2010

Esa visible oscuridad

William Styron jugando al ajedrez con su melancolía. Es un juego peligroso. Quizás es lógico que el depresivo tenga interés intelectual por su enfermedad, la estudie, la analice, lea todo lo que caiga en sus manos sobre ella… ¿Para sufrirla mejor? ¿Para contrarrestarla? ¿O todo es puro morbo? —el morbo, congénito, del depresivo, que se solaza en la autocompasión... (Quizás esto sólo pueda tener sentido dicho desde fuera. Desde dentro no hay cálculo, sólo oscuridad.)
Terror, enajenación y ansiedad al final de la tarde. Semiparálisis. Confusión, desenfoque mental, lapsus de memoria. El pánico vespertino. La asfixia.
Styron recibe un premio en París pero su mente está en la primera consulta que tendrá con el psiquiatra al día siguiente, ya de vuelta en EEUU. Queda fatal con los organizadores. Pierde momentáneamente el cheque de 25.000 dólares. Ni apetito ni sonrisa ni conversación, en un París ventoso y con lluvia.
El extranjero de Camus, poco antes muerto en accidente de tráfico. La viscosa angustia existencialista que traspasa el papel y se clava adentro. La terrible pregunta fundamental de la filosofía, según él: si la vida merece o no la pena de ser vivida. El mirar inexpresivo y vacuo de Jean Seberg en Connecticut, caminando como una sonámbula, entumecida por los antidepresivos. Un año después aparecería su cadáver en un coche abandonado en un callejón de París. Causa de la muerte: sobredosis de comprimidos. Y su ex marido, Romain Gary, acabaría metiéndose una bala en los sesos.
Quizás la depresión se contagia. O es la fuerza que los junta. Depresivo llama a depresivo. No sé.
Abbie Hoffman, otro pastillero, o Randall Jarrell dejándose atropellar, o Primo Levi lanzándose por el hueco de la escalera de su casa de Milán. Levi, superviviente de tantos horrores y al final víctima de sí mismo, o de su memoria. La nómina funeral es demasiado extensa.
A los 60 años le llegó a Styron el derrumbamiento. Depresión unipolar, sin picos de euforia. Previamente, intolerancia al alcohol, que hasta entonces utilizaba como método de inspiración. El aliado se esfumó. Vulnerable a los demonios del subconsciente. Hipocondría. Ansiedad, agitación, temor difuso. El verso de Baudelaire: “He sentido el viento del ala de la locura”. Pérdida de voz y de la libido, ausencia de sueños, alimentos desprovistos de sabor… Y, por supuesto, el insomnio, la gran condena.
Miedo al abandono, a la soledad. Fotos de sonrisas llenas de angustia. Una noche tiró su diario a la basura, prolegómeno necesario del suicidio.
Algunos párrafos impresionan:
Un fenómeno que ha observado cierto número de personas al pasar por estados de depresión profunda es la sensación de hallarse uno acompañado por un segundo yo: un observador fantasmal que, no compartiendo la demencia de su doble, es capaz de mirar con desapasionada curiosidad mientras su compañero lucha contra el desastre que se le avecina o decide asumirlo. Hay algo de teatral en todo ello, y en los días que siguieron, mientras iba estólidamente de un lado para otro preparando mi eliminación, no podía quitarme de encima un sentimiento de melodrama: un melodrama en el que yo, la inminente víctima de autoasesinato, era a la vez el actor solitario y el miembro único del auditorio. Todavía no había elegido el modo de mi tránsito al otro mundo, pero sabía que ese paso vendría a continuación, y pronto, tan ineludible como la noche.
Después, el cambio de idea y el ingreso voluntario en un hospital, lugar de “cautividad metódica y benigna donde la única obligación que uno tiene es la de ponerse bien”. La reclusión y el tiempo como médicos. La mejora progresiva hasta la capitulación final de la depresión. Su primer sueño en varios meses. El origen del mal, quizás, la muerte de la madre durante la infancia.
No es un libro alegre, no. Aunque termina bien.

Monday, July 12, 2010

Friday, July 09, 2010

Postales desde Italia

Beirut vía Sara.

Monday, July 05, 2010

Saturday, June 26, 2010

El tiempo recobrado

Ha salido en Debolsillo (que Dios proteja este sello, al menos dos de sus colecciones) el último tomo de En busca del tiempo perdido de Proust traducido por Carlos Manzano. La primera edición de esta nueva traducción salió el año pasado en Lumen, diez años después del primer tomo. Todo un acontecimiento.
Primeras sensaciones. Más bien pre-sensaciones de lectura. Abro el libro a voleo por varios lugares y encuentro frases más cortas, más contenidas, menos oceánicas que las habituales en Proust. Sólo el primer párrafo sirve de enlace formal con los tomos anteriores, pero ya se nota otro tono, otro aliento: más reposado, más sobrio. Una respiración de agonizante estoico.
Creo que por fin podré disfrutar a Proust sin obstáculos ni artificios. Lo estaba deseando. Hasta ahora tenía que hacer primero una titánica labor de desbrozo, lápiz en mano, subrayando, poniendo paréntesis, haciendo señales en el margen. Después, en una segunda lectura (parcial, sólo de lo señalado), podía ya disfrutarlo. Es decir, leía a un Proust editado por mí. Pero la labor de desbrozo siempre me acababa cansando y saltaba de tomo en tomo sin orden ni criterio. Alguno ni lo rocé.
Ahora, espero, será otra cosa.

Tuesday, June 22, 2010

O libro dos amigos

Curioseando en la biblioteca de mi padre me encuentro con dos libros de preciosos títulos, tan evocativos como prometedores: Por os camiños da saudade y O libro dos amigos, ambos escritos por este hombre de toga y gafas redondas llamado Ramón Otero Pedrayo (1888-1976). Seguro que los había visto otras veces, pero no les había prestado atención.
Los abro y empiezo a hojearlos. Primero de pie; después sentado; finalmente tumbado en el sofá. El primero es un libro de viaje por Buenos Aires. Casi mejor lo dejaré para otro día, porque el segundo me ha atrapado: O libro dos amigos. Como declara el título, se trata de una sucesión de retratos emocionados de sus amigos, entre los que figuran algunos personajes gallegos conocidos, como Castelao o Bóveda. Salen en sus páginas muchos recuerdos, bastantes cafés, algunos entierros. No entiendo todas las palabras, pero me gusta cómo suenan. El ejemplar que tengo entre las manos está fechado en 1953 y fue publicado por Ediciones Galicia del Centro Gallego de Buenos Aires.
Copio un trozo sobre Antón Vilar Ponte, el inventor del nombre de este blog:
Era un día de neve seródea, estaban ben tristes os montes de Castro de Dozón, cando os pasamos ainda de mañán Alexandre Bóveda, Vicente Risco e mais eu pra seguir deica a foxa do seu descanso, beira do mar dos Artabros, o corpiño de Anton Vilar Ponte. [...]
En Cuba exercitou Antón Vilar fidalgamente o xornalismo. Sostivo con dinidade sin concederle demasiada importanza un desafío a espada. Por as condiciós do terréo decidiron os padriños que se descalzaran os duelistas. Tivo medo Anton de locir algunha falla no calcetín e con desventaxa deixouse cos zapatos...
Contabao Antón, fumegando seus caraiterísticos cigarriños, co ar cânso, de súpeto fermoso e aceso sí se tratare de unha inxustiza que combatire, unha pureza que gabare... Sabía disfrutar dos folgos e os silencios. As horas do serán, as da noite coruñesa non tiveron millor nin mais xentil e delicado intérprete. O café do Cantón, o latexar do Faro brigantino, a opinión, nada nunha tertulia, maquiada en circos e discusiós, ou xurdida e espallada de sutaque por a cidade era deseguida collida e corporeizada por Antón como si a uliscara no clima social, pra erguela ou pra castigala cun artigo de punta de frolete...

Wednesday, June 09, 2010

"Historias de Roma" de Enric González

Hace año y pico hablé aquí de las historias de Enric González (del mismo género “lectura en terracita” que los Diarios de Iñaki Uriarte: o sea, coca-cola en mano, libro y sonrisa) y suspiraba por unas de Roma, que acaban de llegar. Vi el libro en la Feria del Retiro, me lo compré y me lo he leído en un par de tardes. Tengo que reconocer que tras las primeras páginas me entró cierto temor a que las Historias de Enric González fueran la crónica, por compromiso o por prisas, de una espiral en decadencia. El primero, el de Londres, es con diferencia el mejor de sus libros; el segundo, el de Nueva York, está muy bien pero no llega a la altura del primero; este tercero, el de Roma, no está mal pero podría –¡debería!– ser mucho mejor. El de Historias del calcio no lo he leído. Pensando mal, podría parecer que la emoción y la necesidad de escribir el primer libro han sido sustituidas progresivamente por una mera obligación contractual, casi burocrática. A veces se le nota casi con prisas por terminar…
Tras unas primeras páginas caóticas y absurdas de síntesis histórica, que me hicieron pensar en lo peor, Historias de Roma remonta el vuelo por el lado del costumbrismo y de las anécdotas periodísticas: cuenta, enseña y entretiene, que es de lo que se trata. Pero uno se pregunta si no hay editor de estos libros, alguien que sepa aconsejar y orientar, al menos en cuanto a orden y estructura. La respuesta seguramente es que el editor sea simplemente ese pelmazo de RBA que mete mucha prisa. El resultado es digno, sí, pero demasiado poca cosa. Roma tiene muchísimo más (y mejor) que contar. Ya sé que contarlo todo es imposible, porque sería infinito, pero el tema merecía más esfuerzo, más tiempo, más calma, más páginas. Y de este autor esperábamos más. En fin, olvidemos las pegas por culpa de las expectativas, que el libro está bastante bien (seguro que con el tiempo, pasado el desengaño, lo iré apreciando más). Además, espero algún día poder escribir mi prometido libro sobre Roma y resarcirme de todas las carencias.
Lo cierto es que Historias de Roma contiene páginas muy buenas. Cuando Enric González hace de Enric González, cuando se olvida de los nombres de los emperadores y de las fechas antes o después de Cristo (que parecen traídas sólo para rellenar páginas) y simplemente nos habla de su casa, del restaurante al que solía acudir o de un personaje romano que conoció en tal sitio, sale lo mejor de su estilo. No necesitamos más que verlo saboreando un capuchino en una plaza o elucubrando sobre los complots vaticanos, con eso nos llega. Por otra parte, la semblanza que hace de Alberto Sordi es inolvidable (para mí lo mejor del libro), al igual que la historia del marqués Casati Stampa, que “sólo disfrutaba del sexo por persona impuesta: le gustaba que su esposa fornicara con jóvenes desconocidos, mientras él fotografiaba, filmaba y anotaba en su diario”. En un alarde de síntesis oratoria, el autor confecciona un monólogo hilarante con frases literales tomadas de Berlusconi:

"Quiero empezar saludando a los asistentes a esta Cumbre contra el Hambre, y muy especialmente a las bellísimas delegadas. Soy el ungido del Señor. Cargo con la cruz, aunque no me gusta mucho hacerlo. Y cada año practico un retiro espiritual, en las Bermudas. El referéndum, sépanlo, será un juicio de Dios. Y beberé el amargo cáliz de volver a gobernar. Vivo bajo el terror de un Estado policial. Acusarme a mí de corrupción es como acusar a la Madre Teresa de Calcuta. También Jesús fue traicionado, y no soy mejor que Jesús. Por supuesto, soy éticamente superior a cualquier otro político europeo. Estoy en contacto permanente con la Divinidad. He escrito las tablas de la ley, como Napoleón o Justiniano. A veces noto que me asalta un complejo de superioridad, pero entonces me digo: menos mal que soy yo. Soy el único italiano que escribe sambas en napolitano. Me han envenenado con armas bacteriológicas. Nunca salgo en televisión. Mi vida está llena de sacrificios. ¿Saben que Margaret Thatcher me dijo que habríamos hecho una gran pareja?"

Además, me ha descubierto varias películas de Mario Monicelli, que pienso ver en cuanto pueda, porque creo que me van a gustar.
El capítulo 4, en el que nos guía en un paseo por el centro histórico, me ha llenado de nostalgia y de la necesidad de volver pronto a Roma. Es como estar allí caminando: visualizas perfectamente todos los lugares (si los conoces, claro). No, definitivamente no puedo estar más tiempo sin volver. Ya son casi tres años. Una eternidad, una condena.
Párrafos tan verdaderos como éste lo corroboran: "Hay pocos paseos tan placenteros como una caminata nocturna por el antiguo gueto romano. Todo el centro de Roma, en especial las zonas más cercanas al río, con las matas silvestres que crecen junto a los muros, la iluminación tenue, la suave atmósfera de pueblo pequeño y adormecido, está hecho para la nocturnidad. Vale la pena salir a caminar de madrugada, cuando la Fontana de Trevi o la armoniosa Piazza Farnese esperan en soledad y los gatos se hacen dueños de las calles".

Sunday, June 06, 2010

Diarios de Iñaki Uriarte

He vuelto a leer los Diarios de Iñaki Uriarte, esta vez ya en papel, en formato libro, y he disfrutado tanto como la primera vez. Una gozada. Tiene que quitarse uno la sonrisa para volver a encarar el mundo dignamente. Es de esos libros que no hacen ruido, que es raro ver en las mesas de novedades de las librerías, que casi hasta cuesta encontrar aunque uno se lo proponga, pero que seguirán en pie ahí dentro de muchos años, redondo y entero, sin perder ni un ápice, cuando todos los demás se hayan resquebrajado, olvidado o hundido. Incluso podrá mejorar con el tiempo. Literatura de reserva.
“Es evidente que cualquiera de los que están arriba ha tratado a los otros como un medio y no como un fin. Sea lo que sea eso de Kant de tratar a las personas como un fin, así solo se va cuesta abajo”. No pasará el tiempo para genialidades como ésta.
El personaje-narrador de estos diarios nos cae bien. Es un hombre que no trabaja, porque no lo necesita, y que presume de vago: “¿Qué has hecho hoy? Fumar”; “Trabajar es como estar enfermo. En cuanto se te pasa, te pones contento”. Por supuesto, nos da envidia de esta posibilidad de vivir sin trabajar. Gran admirador de Montaigne, sabe captar con gran inteligencia los movimientos de la psicología. Realismo sin prejuicios ni corrección política: “Hasta que no desaparezcan las joyerías habría que mantener un poco en cuestión todo eso del feminismo”. Además, una visión profundamente antirretórica de la literatura: “Pla dice que hay que escribir como se escribe una carta a la familia, pero con un poco más de cuidado. Aquí voy a hacerlo como si hasta las cartas fueran un alarde de retórica. Como si hablara solo”.
Algunos aforismos. Bastantes citas y anécdotas (personales, literarias, históricas). Una escritura transparente, en el sentido de que transparenta un carácter, una personalidad, unas ideas... Y mucha, mucha ironía. “Con lo fácil que es no escribir un libro malo”.
La siempre agradecida concisión. La siempre bendita contradicción. Aquí, un hombre. Un estilo sencillo, un tono amable, una mirada llena de humor, a veces cínica. “Ni espíritu de sacrificio, ni afán de superación, ni aspiración a la excelencia. Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas”. Y cierta misantropía: “Uno de los secretos del placer estético que produce la naturaleza es que no hay gente”. Muchas dosis de Montaigne, Proust y Borges. Los maestros, los gustos, son los mismos.
Cuando se habla de la literatura de entretenimiento, yo pienso en este tipo de libros. Salir a la terraza con una coca-cola y leer los Diarios de Uriarte. No se necesita más. ¿A qué esperáis para conseguirlo?

Tuesday, June 01, 2010

Conde-duque's Photostream

Hoy las calles olían a lejía.
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Después de mil años regresé a la cuenta de Flickr y encontré el programa Picnik, que permite editar/retocar las fotos. No soy muy partidario del photoshop porque le da a las imágenes un aire demasiado artificial e irreal, con colores y contornos excesivos, a veces casi de cómic.
Es la primera vez que me he atrevido a hacer un poco de postproducción. Básicamente le he dado a algunas fotos algo más de contraste, saturación o agudización. Y en un par de ellas me he permitido alguna mayor frivolité. Son las mismas que subí hace tres años. Varias las he pasado a blanco y negro.
AQUÍ.

Thursday, May 27, 2010

El final de la historia

Por el pasillo del tren cruza una niña tambaleante.
El hombre del sombrero oscuro se asoma a la ventanilla y ve el paisaje huyendo veloz, difuminándose a impulsos de su propia inercia: postes telefónicos, árboles, puentes, casas…
En la retina de la viajera se acumulan los recuerdos: el mercadillo de telas, las legumbres de colores, los animales muertos. Tantas cosas que no quiso decir en el momento de la verdad.
Tumbado en la litera, sólo noto una mano caliente y venosa que me acaricia el pelo para que me duerma. Soñaré un sueño blanco, muy blanco, como las ristras de bacalaos desalados que cuelgan en las tiendas de Lisboa.

Monday, May 24, 2010

Las noches europeas

Me gustan las noches europeas. En los prolegómenos de los partidos, en las noches europeas, me gusta dar un paseo por el Bernabéu para ver el ambiente, con toda la gente arremolinándose con sus banderas, bocadillos y bufandas a las puertas del estadio. Supongo que lo hago por contagiarme un poco de la emoción; así llego a casa ya “ambientado” y sólo tengo que pulsar el botón del televisor. Claro que, normalmente, en las noches europeas del Bernabéu juega el Real Madrid.
Este fin de semana el barrio se llenó de alemanes vestidos de rojo (con rayas blancas) bebiendo cerveza. Descubrieron la Mahou. Iban todos con su lata en la mano.
Bajamos la Esfinge y yo por Concha Espina inmersos en la corriente humana de los alemanes, con sus grandes corpachones, sus cánticos y su aliento a cerveza. Algunos llevaban los pantalones marrones típicos de Baviera, que no pegaban nada con la camiseta del equipo. Una chica iba con el vestido folclórico de la región, ése que parece entregar los pechos en bandeja, engordándolos, como en los bailes de la corte francesa del XVIII pero sin tanto lujo, más de mantel de mesa de cuadritos con mucha carne. La chica me recordaba un poco a aquella camarera del mesón de Santiago que nos traía a la mesa enormes cadáveres de animales recién troceados, con gran sonido de cuchillos y hachas en la trastienda, como si estuviésemos en una aldea de los Cárpatos.
Algunos grupos cantaban y bailaban entre los coches, junto al trompetista improvisado; otros se limitaban a declamar cosas ininteligibles (también para un alemán). En las terrazas de los bares compartían mesa familias de hunos y hotros, los mayores con cerveza y los niños con Sprite.
Atravesamos por el lateral del Bernabéu y pasamos al otro lado, donde se agrupaban los tifossi del Inter. Estaban muy calmados, pensábamos que estarían armando más bulla. Sólo algunos pocos cantaban oeoeoééé o gritaban algo. Los reventas mostraban sus entradas en alto (600 euros, le oímos decir a uno) y algunos llevaban un cartelito de “Cerco biglietto” o “I need a ticket”. Unas chicas exageradamente voluptuosas vestidas con minifalda repartían tarjetas de un cabaret-puticlub de Azca. Una de ellas, con largas piernas, se trasladaba en patines entre la gente. Desde la distancia veías su cabeza desplazándose.
Pasaron por nuestro lado dos pijos milaneses larguiruchos y engominados, de pantalones rojos y camisita mema, que contrastaban con el resto de la afición. Daban ganas de ponerles la zancadilla.
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Me gustaría escribir un libro con ese título: Las noches europeas. O, mejor aún, me gustaría tener escrito un libro y ponerle ese nombre. Da un poco de pereza tener el marco o el título vacío y tener que rellenarlo después, con tantas y tantas y tantas páginas. Casi mejor al revés.
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El cuerno saliendo por la boca del torero, como una lengua de Satán.
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Termina Lost, esa enorme maquinaria de McGuffins. Y había muchos fans -ilusos y perdidos- que pensaban que se resolverían los enigmas...

Friday, May 14, 2010

El estilo Gordon Lish

Tanto hablar de Carver y resulta que Carver no existe. Tanto Carver pararriba y parabajo, tanto trajín con el modelo literario de Carver, con su figura, su revolución. Tantas tesis doctorales sobre el estilo sobrio y minimalista y frío y seco y neutral de Carver, que todo lo sugiere sin decir nada, ese realismo transparentemente sucio lleno de personajes cotidianos... Y ahora resulta que quien creó el estilo Carver fue Gordon Lish, su editor. La historia es, al parecer, muy antigua, pero yo no la conocía. La leí el otro día en un suplemento cultural o dominical que ya no encuentro, que ya he perdido para siempre. Resulta que ahora salen en Anagrama los relatos originales, con todas las cursiladas y sentimentalismos y exageraciones del autor, que ahora, por comparación, parecerá casi una Drag Queen. Otro botín de viuda asesinando al difunto.
El editor le había corregido los cuentos y le había quitado un 50% del texto (que se dice pronto), haciéndolos inmortales. Hasta les cambiaba el final. Esos finales tan carverianos.
En cualquier caso, a mí siempre me pareció un-poco-demasiado parco, como si el iceberg de Hemingway se hubiese convertido en el piquito helado del Mont Blanc.
Aquí lo contó, hace mucho y mucho mejor, Alessandro Baricco.

Saturday, May 01, 2010

Gran Vía: 100 años (I)

Homenaje a Catalá Roca.



La diferencia es abismal, claro: la que separa el arte fotográfico del churroclic.

Thursday, April 29, 2010

Entrevista a Hitchcok (1964)

Hoy se cumplen 30 años de su muerte.


Thursday, April 22, 2010

El Bremen en el Ladrón de Tinta

No podré asistir, aunque me gustaría:
El viernes 23 de abril (mañana) celebramos «La noche de los libros».
La tripulación del Bremen irá al Ladrón de Tinta a jugar con las palabras.
Si te apetece participar en nuestro concurso de microrrelatos solo tienes que pasarte por la calle Noviciado, número 2.
Nosotros te daremos el papel, el boli y el tema. Tú pones el resto.
Si además te apetece podrás leernos tu cuento.
El lunes 26 pondremos todos los textos participantes en el blog, para empezar una votación on-line que terminará el siguiente viernes (30 de abril).
El ganador recibira un ejemplar de nuestro libro y una invitación para asistir a una de nuestras reuniones quincenales y conocer nuestro barco-gruta.
Los dos finalistas podrán llevarse también un ejemplar de «Camarote 503. 16 historias desde el Bremen»
¡Te esperamos!
Ladrón de Tinta
c/Noviciado 2
23 de abril
20.00h

Godot, como un extraño

Me había quedado en Chinchón, pareciera, tumbado al sol en la plaza, como una lagartija. (Por no tener no tengo ni sintaxis.) Pero no. Estaba donde siempre, aunque sin estar. Y sigo no estando, creo.
Andas pateándote la ciudad de norte a centro, a primera hora de la mañana, como un chucho herido y, lo peor de todo, sin mirar (sin recrearse en lo otro, en los otros). Metido hacia adentro, huyendo de ti mismo, en una carrera veloz por llegar pronto al otro lado… de nada. Sigues estando en ti.
Es curiosa la psicología. Te lanzas el cadáver y te superpones a él. Y vas muriendo.
Y cuando más te hundes, tú solito, por deporte, más abrazas el silencio. Porque para no decir nada mejor no aparecer ¿no? Pues eso.
De estar en algún lado estoy en la misma esquina desolada en la que Steve McQueen y Natalie Wood esperan a Godot en una escena en Love with the Proper Stranger. Es una esquina vacía, en un suburbio de Nueva York. Hace frío y apenas se conocen, aunque tienen que destruir algo común. Las paredes están desconchadas. No se atreven casi ni a mirarse.
Aquí (minuto 3:38).